Seminario
En el consultorio de
Lacan ...
(Acerca de
las novelas de los analizantes de Lacan)
Lectura psicoanalítica
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consultorio@edupsi.com
Organizado por : PsicoMundo
Dirigido por : Rebeca Hillert
Clase 7
Intervenciones. Las
pasiones en la transferencia
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INTRODUCCIÓN
Con esta clase ingresamos a la última parte de este seminario. Es la sexta. La denominé, bastante pomposamente: Acto y ética del psicoanálisis.
Aquí voy a presentar una lectura psicoanalítica de dos capítulos de la novela de Pierre Rey: el 10 y el 11. Pertenecen a la parte V de "Una temporada con Lacan".
Voy a trabajar el tema de las denominadas "intervenciones en acto", en transferencia. No lo haré directamente, sino siguiendo el texto del escritor. Elegí esos capítulos porque allí Pierre Rey escribe sobre la ignorancia, el amor y el odio: las pasiones del ser. También en esos capítulos nos cuenta sobre su vida erótica y amorosa. Lo hace surcado por la presencia real de su analista en transferencia. También atravesado por el desmoronamiento (desembocará en suicidio), de quien fuera ese amigo, el Gordo; aquel psicoanalista, en su momento, lo derivó a Lacan para comenzar este análisis suyo.
Dividí la clase en 5 partes:
1 - "A Jacques Lacan, que me ha devuelto el uso de los ojos y la posibilidad de la palabra".
Aborda el odio como vía de salida del estancamiento, en el análisis y en la vida.
2 Una barandilla contra el goce
Trata varias articulaciones: fundamentalmente, deseo - goce.
3 Carreras por las rutas de la transferencia
Se ocupa de modificaciones en la posición subjetiva del escritor-analizante.
4 "A un hombre ¿se le empina de la misma forma con una vaquera o con una reina?".
Aquí el tema es la elección del objeto amoroso.
5 Algo sobre la histeria, el amo, el esclavo y la ignorancia de Dios
Gira alrededor del erotismo.
1 - "A Jacques Lacan, que me ha devuelto el uso de los ojos y la posibilidad de la palabra"
Capítulo 10 de "Una temporada con Lacan". Vamos a leerlo, a seguir su lógica. ¿Recuerdan al Gordo de la novela? Era el amigo del escritor; el psicoanalista que lo había derivado para que se analizara con Lacan. El capítulo 10 comienza así: "El Gordo se desmoronaba". Pierre Rey va relatando la creciente desazón que se apoderaba del Gordo, desazón que lo llevará al suicidio. Casi en paralelo, como si fuera en contrapunto, habla de su análisis con Lacan: estancado.
Cuando le hablaba del Gordo, Lacan adoptaba una actitud muy distante.
Desde hacía algún tiempo yo mismo tenía la impresión de que mi análisis permanecía estancado.
¿Por qué?
Porque usted se resiste decía Lacan. 1
El escritor relata cómo respondía Lacan a esa resistencia. A veces cortaba las sesiones a los pocos minutos, y otras veces las prolongaba: "jugando con sus nudos borromeos, sus ideogramas, sus cintas de Moebius".
Luego intercala anécdotas de la vida personal de Lacan, dejando constancia de su propia obstinación en acentuar "la frontera que separaba al llamado Lacan, mi analista, del Lacan hombre público, del que no quería saber nada". De cualquier forma, anota, "se producían interferencias ". Aquí, entre otros episodios cuenta uno impactante. Se entera por un periodista amigo, lo sucedido durante una comida de ese colega con Lacan. Más adelante veremos cómo se ubica esta "interferencia" en el texto.
Mientras continúa su análisis, Pierre Rey termina de escribir su primera novela. Le regala un ejemplar a Lacan, con una dedicatoria:
"A Jacques Lacan, que me ha devuelto el uso de los ojos y la posibilidad de la palabra".
Juzga que esa dedicatoria se queda corta con respecto a lo que le debe a su analista.
Volviendo atrás las páginas, recordemos. El libro que estamos leyendo está dedicado al Gordo, in memorian.
A la memoria del Gordo,
de no ser por quien, las cosas.
¿Tanto supuestamente sabría el Gordo de lo que luego sabrá el escritor? Supuestamente sabiéndolo, fue quien lo separó de las cosas, le abrió un camino. Porque, me explico, si tomamos en cuenta la escritura de ese signo de puntuación -la coma-, entre quien y las cosas, hay un corte. Pierre Rey, por su parte, no había podido evitar que el Gordo se hundiera. El amor, y en ese sentido también la transferencia, está en el plano de la reciprocidad. Esto presenta un problema para la dirección de la cura del lado del analista: el amor puede engañarlo tanto como al analizante. A eso se llama resistencia, del analista.
El capítulo va cobrando vida, despegándose de la pesadez soporífera. Con respecto a su transferencia con Lacan, Pierre Rey escribe:
En realidad, yo estaba apenas a medio camino y ya me había dado algo que no tenía precio: gracias a él había aprendido a odiar.
O, si se prefiere, su corolario invertido, a amar.
No porque antes no hubiese sentido nunca ni una cosa ni otra, sino porque en aquella época me hubiera parecido indecente, y sobre todo menos heroico, no dominar su manifestación.
A fuerza de reprimir sus efectos, llego incluso a preguntarme si no había dejado simplemente de sentir sus heridas.
Hasta aquí el odio no hallaba su expresión porque entraba en contradicción con los buenos modales. A eso lo llama represión de los efectos del odio. Registra la furia y la ira, pero en Lacan. También en otras manifestaciones conocidas de su analista. Más arriba hice referencia a una anécdota sobre el comportamiento público de Lacan, durante una comida. Según cuenta, el analista de Pierre Rey le habría dicho al versado comensal que lo acompañaba en una exquisita charla:
¡Estoy fascinado por su ignorancia!
A partir de aquel momento suplicó a J.-C.L. que pidiera los platos más caros, insistiendo en que se atiborrase de comida, ya que por el hecho de ser un objeto precioso nada era demasiado bueno para él. 2
De sí mismo afirma:
Vivir enmascarado. No mostrar nunca ningún punto vulnerable. Ser liso.
Utilizar los dos viejos escudos de la represión, el supuesto pudor, esa máscara que sella los labios ante las rebeliones y remite al torbellino de palabras que se pudren por no pronunciarse nunca, y la irrisión, flanqueada por los estereotipos que dependen de ella: "Demasiado sencillo", "Demasiado fácil", "Está superado", "Ya lo sé", etc.
Ahora los sentimientos se revelan en el trayecto de la pulsión; trayecto interceptado, por el pudor, por no mostrar; también trayecto interceptado por el narcisismo, con el cuidado por no perder el amor. ¿Y la irrisión? Voy al diccionario. Irrisión: · burla con que se provoca a risa a costa de una persona o cosa.
· Persona o cosa que es o puede ser objeto de esta burla.
· Necedades, bagatelas.
La irrisión recae sobre las cosas, en tanto objetos de esa burla. Otra de las acepciones, de uso familiar, se suma a la anterior, para guiarnos en la comprensión del cambio de posición subjetiva que el autor describe como su experiencia. Es la siguiente:
· "Sin advertirlo o sin darse cuenta de ello. BURLA BURLANDO hemos andado ya tres kilómetros.
· Disimuladamente o como quien no quiere la cosa. BURLA BURLANDO consiguió su empleo."
Este significado entraña, por una parte, un trayecto que no se hace. Un salto, una omisión, una economía de riesgo y esfuerzo. Pero hay algo mucho más importante, oculto detrás de esa facha de pereza. En lo omitido, está el respeto por el objeto o cosa que uno es. Pierre Rey como sujeto, no se estaba tomando en serio a sí mismo, en tanto objeto, en los vínculos sociales.
Tanto en el odio como en el amor, hay pasión. O mejor dicho, amor y odio son pasiones. Se padecen. Lo ganado por su análisis, para Pierre Rey, es el padecimiento. Padecimiento no equivale a sufrimiento, para él, sino a felicidad. Luego leeremos que ese padecer no derivará en un endurecimiento.
2 Una barandilla contra el goce
Y bien... Pierre Rey comenta que perdonaba las ofensas. Un vecino profano en psicoanálisis podría comentar, atinadamente: Dios lo perdone, por esa falta de humildad, por esa soberbia. El escritor continúa:
Perdido en el propio agotamiento de mi goce pero engañándome a mí mismo acerca de la naturaleza de mis verdaderos deseos-, todo estaba destinado a mantener en torno a él como una barandilla, acerca de cuya naturaleza pretendía engañar mi aparente indiferencia: ya que nada lo amenazaba, me importaba un comino todo lo demás.
Bien leído, expresa: nada amenazaba la barandilla que lo protegía de su goce. ¿Y qué era lo propio? No el goce, que no disfrutaba, sino su agotamiento. Sobre sus deseos se engañaba. Vivía perdido en el agotamiento, en el esfuerzo por mantener la barandilla contra lo propio de su goce. Luego agrega:
Hasta que me sacudió como un bofetón el irritado comentario de alguien muy próximo:
-En el fondo, con tus aires de indiferencia superior, acabas por tratar a tus enemigos de la misma forma que a tus amigos.
El análisis puso fin a todo eso: una vez libre de todo miedo, por fin pude experimentar la felicidad de ser vulnerable.
Brotaron de mí, en medio de una terrible efervescencia, los gritos sofocados tras mi caparazón de benevolencia cordial.
Desde entonces todo el mundo supo a qué atenerse acerca de lo que yo sentía por cada cual. Cuando amaba, a vida o muerte, amaba.
Cuando odiaba, a vida o muerte, tampoco se tardaba mucho en verlo. 3
"A vida o muerte", nos indica un cambio en la posición subjetiva con respecto a lo que llama caparazón de benevolencia cordial. La "o", en esta frase, como cópula, es una conjunción. Se trata de vida y muerte, no se excluyen. Se trata de amar a vida y muerte. Se trata de odiar a vida y muerte. Es una frase cuya referencia es el goce. Porque, en la dimensión del goce, la zona de la duda conocida como ambivalencia, queda fuera de juego; tampoco el goce deja escapatoria para ampararse subjetivamente en la benevolencia.
Al goce, el escritor lo enuncia como felicidad por la experiencia de saberse vulnerable. Pero, si bien atribuye esta experiencia a su recorrido por el análisis, no podemos dejar de subrayar cómo la alcanza. Más arriba, había relatado situaciones de vulnerabilidad que había descubierto en Lacan. También de furia y de ira. Con lo cual estoy acentuando, en este testimonio literario de análisis, cómo en la transferencia, se ponen en juego las pasiones del ser.
Por lo pronto, concluyo para este tramo: el autor de la novela da cuenta de su recorrido a través de lo imaginario, con la presencia real de su analista en la transferencia.
3 Carreras por las rutas de la transferencia
Enseguida el escritor recuerda dos situaciones. En la primera escena, dos periodistas literarios, durante el lanzamiento de su libro le preguntan:
¿No le molesta todo eso?
¿El qué?
Con un ademán aburrido barrió el espacio para señalar los carteles de mi stand.
-Empezar su carrera de este modo?
Al principio no entendí adónde quería ir a parar.
-Tanta repetición, tanta exhibición... añadió con una voz cansada que parecía contener un grave reproche.
Pierre Rey reflexiona sobre una culpa que ya no siente. Esta interpelación del periodista le recuerda una frase semejante. Se la había espetado una mujer "cincuentona sombría y áspera".
Es muy grave lo que hace usted.
¿Yo? ¿Qué es lo que hago?
Escribe y dibuja.
¿Y qué?
Hay que elegir. No se pueden hacer las dos cosas a la vez.
¿Por qué?
Porque haciendo las dos roba usted el trabajo de otra persona.
De inmediato el autor recuerda a su padre. En contraposición con la vieja criticona, su padre era "afable y bueno". En el pueblo de su infancia no había apuro. Pierre Rey hilvana generosidad y desinterés por un lado y envidia y maldad por el otro, a través de algunos significantes: no corría prisa darse prisa
Transcribo:
Mi padre era afable y bueno. El ejemplo y la educación que recibí de él estaban hechos de generosidad, de valor y de desinterés. En aquellos tiempos, en el pueblo donde velaban los cipreses, la respuesta era siempre idéntica cuando alguien quería pagar cualquier cosa: " Oh, no hay prisa" Hubiese sido de muy mal gusto insistir. El dinero no corría prisa y a nadie se le hubiera ocurrido la idea de darse prisa por dinero.
Esto indica hasta qué punto mi infancia fue preservada de envidia o de maldad. 4
El escritor va encontrar la envidia y la maldad cuando pierda el refugio de su infancia. Ese refugio antes lo había amparado. Ahora, si insistiera en alojarse allí, quedaría inerme y entregado a los tiempos que corrían. El análisis lo llevará de la rememoración al olvido, pasando por los recuerdos y por las vicisitudes de la vida y de la transferencia. O sea, tendrá que enfrentarse con las cosas.
Sigamos. En contrapunto con los reproches de los críticos desde la rivalidad y el narcisismo, durante su carrera de escritor, rememora otra carrera. Cuando iba a la escuela en bicicleta, jugaba carreras con otro chico. A veces él se enganchaba a la parte de atrás de un camión, y se dejaba llevar plácidamente kilómetros y kilómetros.
Volvamos al texto, va a desembocar en la descripción de imágenes de muerte. Su escritura nos acerca al goce de la belleza:
-¿No le molesta empezar su carrera de este modo?
Y aquel paracaidista alemán, en la Provenza ocupada, cuyos aullidos oí en el aire límpido de una mañana luminosa, antes de que se estrellara en el suelo, y mi abuela en su lecho de muerte, y mis amigos perdidos, y los locos lapidados y las mujeres rapadas, a las que desnudaban para arrojarlas entre el gentío, y las ametralladoras en las zanjas, a ambos lados de la carretera, y mi padre, al que se llevaban en una camilla, con la nariz llena de tubos y los que mordían la tierra como si hundiendo en ella los dientes pudieran protegerse de las bombas, y todo lo que me había agredido, la muerte, la sangre, el amor, la traición, y que no había podido vomitar. 5
¿Qué significan esas y en la última frase citada: "y todo lo que me había agredido... y que no había podido vomitar"? Las y: el exceso, el goce, la muerte. Pero también está el goce del escritor. Lo compartimos al leerlo. ¿El goce del escritor? A ver, qué escribe él, de su goce:
El dinero circula. Va y viene. Un día sin él, otro con él.
Pero ¿y el tiempo?
¿Cuántos minutos nos quedan aún por vivir?
Comparándolo con el tiempo, ¿qué es lo que vale algo?
¿Una carrera?
No encuentra su goce en la carrera al éxito, sino "allí donde estoy y donde dejo de estar". Este capítulo está hecho de contrapuntos, contraposiciones. Está entre el cielo y la tierra. Transcurre durante el tiempo de los mortales. Comienza con un desmoronamiento: el Gordo. Luego saltará por los aires su "benevolencia cordial". Habrá un jet y también la eternidad del instante: "las aguas puras de una laguna, en la que me hundo en la tibieza azulada de un jardín de algas verdes".
Este capítulo está escrito entre dos muertes: aquella de la que estaba protegido en su infancia y la que le espera al final de sus días. Esta última, jugada con la anterior, le da valor a su vida, a su tiempo, a su goce. A diferencia del goce experimentado con culpa, aquí hallamos al goce vivido como castración; no como un exceso sino como una falta. Lo escribirá con un menos, como una falta de tiempo, que le deja tiempo:
/.../ poseedor al menos de mi tiempo, el tiempo que queda por vivir, el tiempo que he vivido, el tiempo que he conquistado, el tiempo que he ganado creyendo haberlo perdido, amo cuando puedo amar, vivo donde se me antoja y me voy cuando quiero. 6
Llegamos al final del capítulo con una clara referencia al goce en el orgasmo:
No tengo la seguridad de que ella haya gozado de veras dije.
¿Y usted? preguntó Lacan. Sin duda mi sonrisa valía por todas las repuestas.
La sonrisa del analizante invita a la intervención del analista. Entonces Lacan interviene con su "hasta mañana". Corta la sesión.
4 "A un hombre ¿se le empina de la misma forma con una vaquera o con una reina?"
El siguiente capítulo analiza sus relaciones con las mujeres. También, las relaciones genitales, llamadas sexuales.
Dice así, de las mujeres, pero en realidad de sus amigos:
/.../ Por haberlas frecuentado mucho, finalmente comprendí de qué manera, demasiado a menudo, una vez convertido en su objeto, me engañaba a mí mismo: como algunas eran "símbolos" supuestamente "sexuales", aceptar su intimidad por procuración equivalía a meterlas en la cama de los amigos que me habían empujado a conocerlas.
/.../ Más tontamente, era para que estuvieran contentos... 7
Esta conclusión resulta homogénea con la que describe en el capítulo anterior sobre su benevolencia. Me explico: en este caso, la barandilla que lo protege de su goce está construida por el mismo género de cuidados: su narcisismo necesita de la aprobación de sus amigos. Esa barandilla, en lo que sigue, se va transformando en prisión con cadenas:
/../ Encadenado en los parámetros culturales de la época, del lugar y de mi propia deformación profesional belleza, nombre, fortuna, gloria-, no dejaba de estar por eso desviada (la pulsión) de sus objetivos verdaderos.
¿Cuáles?
Precisamente los de la pulsión, que, a pesar de ser ciega, no dejaba de empujarme hacia objetos completamente ajenos al código estético de mi cultura, pero en la que la naturaleza, que obra sin el asentimiento de aquel a quien tiene sometido, encontraba satisfacción: la pulsión genital tiene razones que la razón ignora.
/.../
Lacan adoraba todo lo que tenía algo que ver con las interferencias del orden simbólico en el registro de la relación carnal: /.../
/.../ a un hombre ¿se le empina de la misma forma con una vaquera o con una reina?
/.../
-Un fracaso. Me pasé una hora quitándole un chisme de diamantes que se le había enredado en los cabellos.
¿Una diadema?
Exacto. Una diadema.
Y luego ¿qué?
Nada del otro mundo.
Pero...
Me encogí de hombros.
Me puse nervioso. Empecé a tratarla...
¿A tratarla cómo?
Como a una puta.
¿Y qué pasó? dijo Lacan.
Nada. Estuvo bien.
El párrafo siguiente está escrito en lengua pseudoteórica, psicoanalítica. Pero remata escribiendo lo siguiente, con respecto a la puta y a la reina:
/.../ - con una reina sobre todo- el significante es rey.
Hay en este testimonio varias muestras de un esfuerzo subjetivo, no sabremos si consciente o no, de vaciar de referente el apellido Rey. Aquí lo hace rechazando el significado, y no identificándose a los rasgos ideales de un rey: amar a una reina y gozar con ella. O sea: una reina no lo gozará. Lo leo como un esfuerzo renovado de separación con respecto al deseo de la madre, un denodado y renovado ímpetu en cortar con ella, transformándola en puta. Recordemos también cuando viendo su fotografía rememora la foto que le había mostrado su madre. Lo cité en la clase 2. Vale la pena releerlo:
Sacando de un cajón un recorte de prensa arrugado, cierto día mi madre quiso hacerme admirar una imagen cuya visión me sirvió de revulsivo. Allí aparecía mi nombre seguido del comentario "niño prodigio". Representaba a una espantosa criatura vestida de marinero que se paseaba por un escenario con suficiencia: yo.
Debía de tener cinco años. Al parecer cantaba, en cualquier caso allí decía con todas las letras que cantaba.
Ya sabes... - me dijo.
/.../
¿Cómo aquel reyezuelo patético, con una borla de marinero, había sido privado de su corona de cartón, quién le había arrojado de su trono?
Pierre Rey no quiere el trono que su madre quiere para él. Su objeto sexual no será una reina, ¿será una puta? Reina y puta siguen formando parte de la constelación materna. Pero en la degradación de la reina a puta, el "analizante rey" obtiene su cuota de satisfacción fálica.
Freud descubre el tema y revela los mecanismos de la elección de objeto de amor en sus escritos sobre la vida erótica. Tienen vigencia. Basta una remisión a ese fabuloso artículo: "Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre". Con respecto a una de las condiciones que rigen la elección amorosa de tipo masculino, una de las cuatro condiciones que enumera Freud, es la de mujer fácil, de mala fama. Escribí al respecto en otra parte, lo siguiente:
"La condición de mujer fácil, remite al descubrimiento del coito entre los padres. Esto ocurre en la pubertad, y a partir de allí el joven deduce que finalmente la mamá y la prostituta hacen lo mismo; ni qué decir que en el inconsciente coinciden los opuestos, en este caso madre y puta.
Con la pubertad se despiertan en el joven deseos incestuosos infantiles: hubiera deseado como regalo la relación sexual con la madre, y no le perdona a ella haberse entregado al padre; fantasea, durante el ejercicio de la masturbación, el acto sexual con la madre, imaginándola adúltera; de este modo realiza una venganza, al mismo tiempo que un anhelo.
Salvar a la amada de su tendencia a lo indecente y a la infidelidad, presenta una aspecto de racionalización que tiene un fundamento consciente, por eso Freud lo compara a la elaboración secundaria del sueño." 8
Entonces, con respecto al relato trascripto de "Una temporada con Lacan", considero necesaria la siguiente distinción: por una parte está la satisfacción obtenida (goce fálico), a modo de venganza o realización de un anhelo, en la órbita del complejo parental. Esto es la "degradación" de reina a puta. Con la reina no pudo, con la puta estuvo bien. Por otra parte, hay un juego que el autor realiza con la palabra reina y rey. Dice que el significante es rey. En consecuencia, realiza una reducción de su nombre propio, Rey, a sustantivo común: rey. Esto me autoriza a la siguiente lectura: Pierre Rey escribe que en su análisis con Lacan, pudo distanciarse del deseo materno, haciendo reinar al significante. Y aquí no es inútil repetir la definición de Lacan: significante es lo que representa a un sujeto para otro significante. Retomo: Rey, da vida al significante rey, en el capítulo donde se identifica con los ideales legados por vía paterna y describe la muerte de su padre. Esto conduce en la teoría de Lacan a los desarrollos sobre la metáfora paterna y sobre el nombre propio. Pero no me extiendo sobre esos temas porque me desviaría de mi propuesta.
5 Algo sobre la histeria, el amo, el esclavo y la ignorancia de Dios
Ahora continuamos con el capítulo 11 de la novela. Con respecto a las reinas, el autor cita una definición que le obsequia Lacan. Escribe:
(Lacan) Se permitió esta definición soberbia: "Una histérica es una esclava que busca un amo sobre quien reinar."
La del Gordo, aunque de una formulación menos magistral, tampoco estaba mal del todo: "Su falo no lo tiene en las bragas, sino en la chola. Grande como una catedral. ¿Y con eso quiere sodomizar al planeta? 9
Si hay algo a lo que declara temer Pierre Rey es a la esclavitud. El rey en este contexto sería un esclavo de la reina. ¿Cómo librarse de su demanda (la de la reina)? Cuenta el autor un episodio muy gracioso, al menos para los lectores. Lo resumo. Una dama lo invita. Luego le pide que lea un libro escrito por ella. Le entrega un único ejemplar. El "amo" lo extravía. Ella lo atormenta con sus reclamos. Él no sabe cómo quitársela de encima. Un día, siguiendo las instrucciones de El Gordo sobre el tratamiento que merecen las histéricas, a un llamado de ella por teléfono responde así:
-Escúchame, especie de marrana. Tu asquerosidad de libro de mierda la he echado al cagadero. Ahora te aviso. Si me telefoneas una vez más te rompo la cara. ¡No quiero volver a oír tu voz, nunca más!
Enigma de la violencia grosera en la terapia de la histeria, nunca más volvió a llamarme por teléfono. 10
¡Gracias a Dios, Pierre Rey no dio el paso a oficiar de terapeuta con técnica semejante! Una intervención de este tipo en la dirección de una cura equivale a una expulsión del analista de su posición en el dispositivo analítico, por lo tanto, también la del analizante.
Aquí es pertinente recordar lo que explica Lacan en el seminario 20 sobre el odio en el varón. Lo cito:
"/.../ Para Empédocles, Dios era el más ignorante de todos los seres por no conocer el odio. Más tarde los cristianos transformaron esto en diluvios de amor. Si Dios no conoce el odio, para Empédocles es clarísimo que sabe menos que los mortales.
Así podría decirse que mientras más se preste el hombre a que la mujer lo confunda con Dios, o sea, con lo que ella goza, menos odia (hait), menos es (est) [vocablos homófonos en francés] las dos ortografías- y como no hay, después de todo, amor sin odio, menos ama." 11
Si nos fiamos por el testimonio del autor de esta novela, su análisis lo va llevando a no prestarse a que una mujer lo confunda con Dios. Lo escribo mejor: en su vida erótica no se prestaría a que una mujer lo confundiera con Dios-Rey.
Notas
1 Rey, P. Op. cit. pág 129.
2 Ídem. Pág.131.
3 Rey, P. Op. cit. pág. 133
4 Rey, P. Op. cit. pág. 134/5. La itálica es del autor.
5 Ídem. Pág. 135.
6 Íbidem. Pág.136.
7 Ibidem. Pág. 141
8 Hillert, R.: Niños y analistas en análisis. Homo Sapiens. Pág. 10. En la primera edición en lugar de "por eso", dice: pero. En este momento lo corrijo.
9 Rey, P. Op. cit. pág. 145
10 Rey, P. Op. cit. pag.146.
11 Seminario 20. Paidós. pág. 107-8.