Ir a la página principal del Programa de Seminarios por Internet de PsicoMundo
Seminario
El cuerpo en la clínica psicoanalítica
http://wwww.edupsi.com/cuerpo
cuerpo@edupsi.com

Organizado por : PsicoMundo

Coordinado por :
Lic. Susana Frigerio y Lic. Judith Ben David


Clase 1
El síntoma histérico, el fenómeno
psicosomático y el discurrir hipocondríaco
José Zuberman
(Psicoanalista AE AME de la Escuela Freudiana de Buenos Aires)

Transferir clase en archivo .doc de Word para Windows


El cuerpo del psicótico, es claro que no le pertenece, que es gozado por el Otro, no hay un sujeto que se constituya en dependencia de la cadena significante, ni estructura de goce fálico que vaya ganando terreno al goce del Otro. Imborrable para mí el caso de esa internada del Hospital Moyano que se sacó su ojo de la órbita y en quien el dolor no hizo de barrera, de obstáculo. Su cuerpo le pertenecía tan poco que ni el dolor le hacía límite al goce del Otro. Es lo mismo que experimentaba cuando Juan Camilo Betta apagaba un pucho en la piel de un internado ante el Auditorio de la Cátedra de Psiquiatría para mostrar la insensibilidad de algún esquizofrénico. Me sorprendía más que el internado no gritase de dolor que ver a un profesor psiquiatra clásico, hacer el experimento. Cuerpos insensibles, absolutamente entregados al goce del Otro, con cápsulas que son inyectadas en su interior para que desde Marte o desde el Comando en Jefe dirijan su pensamiento y su vida, constituyan un extremo de la patología.

El perverso, preso de otro modo del goce del Otro,no pudiendo salir de "La Fiesta Interminable que lo condena utiliza su cuerpo para provocar la señal de angustia en el Otro, y notificar al semejante así su incompletitud. Busca impresionar en el ascensor a la señora recatada que vuelve de misa o del mercado, exhibiendo su miembro a quien se asustará, gritará o dará diferentes pruebas del impacto. El perverso goza de hacer sufrir la incompletud de quien se muestra tan completa y redonda, y confrontarla con la castración.

El neurótico que idealiza el goce del perverso que no puede zafar de su inetrminable fiesta, es quien más se apropia de este cuerpo. El cuerpo del neurótico, fragmentado siempre, no tiene puntos equivalentes como sabe cualquiera que acarició o fue acariciado. No hay homogeneidad en el cuerpo del neurótico; no da lo mismo tocar aquí que allá. La singularidad juega en preferencias, modalidades, silencios y explicitaciones. Desde el punto de vista de la pulsión parcial, de la zona erógena, cada punto del cuerpo vale distinto que el otro. El neurótico tiene también la posibilidad de la unificación imaginaria en lo que se llama la imagen corporal, con la que se dialoga cada mañana al levantarse frente al espejo, cual marco de una escena que se pone en movimiento con el día que empieza. Esta imagen corporal, carozo de lo imaginario irá tejiendo una historia imaginaria a la que no le alcanzan las palabras y se diferencia de la historia simbólica.

Descripto el lugar del cuerpo en lo que llamamos las tres grandes estructuras con estos brochazos pasemos a considerar al cuerpo en tres expresiones clínicas que lo comprometen en su evolución: la histeria, el fenómeno psicosomático y la hipocondría; de los cuales sólo el primero es englobable en la estructura como neurosis.

 

Freud habla desde siempre del cuerpo imaginario que perurbado por alguna palabra traba la relación entre el deseo y el goce, al que convoca. Palabras que caminan por los nervios hacen que no entregue su cuerpo al goce al que se siente convocado o que no viva esa experiencia de amar que le gustaría. Lo simbólico se instala sobre el cuerpo ocupando el espacio imaginario. La histérica, el histérico que enseñaron al psicoanalisis qué es el deseo sostienen la pretensión de que todo sea palabra, que todo quepa en lo simbóllico. pretensión que fracasa siempre y hace que en lugar de avanzar más alla´del goce fálico se instale el goce del síntoma, veta sacrificial de la histeria. Mientras se niega a reconocerse como causa del deseo, se ofrece sacrificialmente al goce del Otro. Así queda algo de su cuerpo insensibilizado, negado y sostenido emblemáticamente para sostener al Padre, al Otro. Si bien hay algo del trauma imposible de significar el significante que se constituye en su alrededor, hace síntoma. El síntoma histérico se enlaza a la estructura deseante del sujeto, y su goce lo excede. Las letras que lo constituyen son posibles de ser leídas. El análisis permite que la letra portada devenga letra leída y caiga así algo del goce del Otro cuando se enlaza al significante en la asociación llibre. Funcionan las operaciones lógicas de alienación-separación produciendo el inconciente y los objetos a.

En el paciente psicosomático hay siempre registrado un lugar silencioso, un lugar que no habla, que no asocia, que no dice. Si la histérica habla por los codos para no decir "eso" que le concierne y guarda como un tesoro pero no se duda que lo deja oir a quien quiera escucharlo.l No le es fácil decirlo pero algo del deseo, de lo simbólico del significante hará eco en el cuerpo que dará a leer lo que la conciencia quiere callar. El silencio del psicosomático es de otra estructura. No se trata de la frase reprimida capaz de producir un síntoma. Es un significante holofraseado que se hace carne en un cuerpo sufriente. Significantes congelados, gelificados, encarnados en el cuerpo no son palabras caminando por los nervios. En el fenómeno psicosómatico algo no cierra en la división del sujeto; más aún, el cortocircuito siginificante es el responsable de la lesión que no habla. Si en el Seminario V y en el IX Lacan habla de significante holofraseado; no encuentro este término después del Seminario XX cuando establece claramente el concepto de letra. Letra portada, goce del Otro en desconocimiento de un sujeto estructuralmente imposibilitado de lectura. Si el significante representa a un sujeto para otro significante, esta lesión no es un significante. Es más un tatuaje que un significante. El tatuaje suple al signifcante que falta. El tatuaje va a representar al sujeto no ante otro significante ya que no tiene esa capacidad metafórica ni metonímica sino que va a representar al ser ante el otro. Él será representado por ese tatuaje que tiene también una función erótica, ante el grupo. Lo sitúa a la vista del grupo porque no es un significante. Será para toda la playa "el de la mariposa en la espalda" o "el del ancla en el brazo", cosa que dice poco del sujeto barrado, del sujeto del significante, del deseo pero lo sitúa ante el grupo. El eslabón del deseo se conserva allí, pero "congelado en letra" dirá Lacan. La suplencia orgánica no es metáfora porque no es significante. El fenómeno psicosomático será silencio estructural para quien lo padece, letra que arde en el lugar del Otro, de lectura imposible. No hay discurso psicosoomático en tanto no hay significantes en juego.

Ya señalaba Fenichel:"no todos los cambios somáticos de carácter psicógeno merecen el nombre de conversión por cuanto no todos ellos representan la traducción de una fantasía psiquica al lenguaje corporal". Y señala al respecto que importa discutir la diferencia entre el lapsus y el tartamudeo. Acierta cuando dice que no es lo mismo tener una dificultad para decir algo que una dificultad para hablar. Sin embargo se enreda diciendo que no es lo mismo la retensión anal de un término que el control del sadismo anal. "Explosión anal controlada" dice cuando existe la convicción de que las palabras pueden matar". Sensación imposible de dominar y que le hace vincular el tartamudeo a la psicosis. En este punto de lectura me interesa decir que Fenichel plantea de algún modo el problema de esa letra que arde el lugar del Otro y que no puede ser dicha en el fenómeno psicosomático. La diferencia entre el lapsus y el tartamudeo es que el lapsus se dice, es del orden del significnate y el tartamudeo queda del lado de lo que no se dice o se dice tarta-mudeando.Cuando trata del tic nos dice que al igual que el tartamudeo nos incomoda porque nos confronta con la castración, pero no en lo que se dice. "Estoy en falta, pero tú también lo estás, tu incomodidad me lo demuestra.". Suerte de técnica punk de estos pacientes. "Eres tan feo como yo, eres tan castrado como yo. Te confronto así brutalmente con la falta que te habita y te niegas a aceptar.".

Me importa señalarlo porque nos sirve para pensar la transferencia en estos pacientes que nos confrontan tan brutalmente con lo imposible. Al no ser la lesión un significante, como lo es el síntoma conversivo, no entra en la transferencia simbólica, no se registra como palabra, no se escucha en la transferencia. Años me torturé pensando cómo pudo ser que no escuché nada en el análisis de una paciente que falleció de un infarto de microcardio. Trabajaba bien, había aumentado sus horas de consultorio al punto que se pudo comprar su departamento en esos días, tenía la primer pareja satisfactoria desde su separación matrimonial y repentinamente me encuentro asistiendo a su velorio. Espantosa experinecia para entender que lo psicosomático no entra en la transferencia, sorprende en lo Real, al modo del ataque punk, pero menos divertido. Me tranquilicé cuando leí que Lacan dice que "en este lugar el Vorstellung-representantz habrá de limitar nuestro juego interpretativo debido a que el sujeto en tanto afanisis no está involucrado". No se trata de la metáfora paterna, ya que la inducción significante a nivel del sujeto ocurrió de una manera que no pone en juego la afanisis del sujeto. El fenómeno psicosomático no habla, no entra como significnate en la transferencia simbólica, no se escucha. Pero se registra como Real. Eduardo Foulkes afirma que se trata de la fuga de un significante fundamental en la transferencia, un significante que vacía y aspira la atmósfera transferencial. Coincido con la descripción clínica, aunque más que un significante en fuga es un significante que nunca estuvo más que coagulado en letra, precipitado como lesión, indecible en consecuencia.

Glover coincide con Fenichel en que "el trastorno psicosomático, aunque influido por reacciones psíquicas en un o u otro punto de su desarrollo no tiene en sí mismo contenido ninguno, y por consiguiente no representan pautas estereotipadas de conflicto. No llegan a representar significado psíquico. Es conveniente urgar por lo constitucional. Remite así, en su jerga, a esa letra portada en el lugar del Otro.

Con Alexander no coincido en absoluto con su teoría de la especificidad. Alexander dice que cada estado emocional específico provoca una respuesta fisiológica específica. Así la patología de la incorporación oral provocará una gastritis y la cólera un trastorno intestinal o hipertensión esencial. Chiozza y Obstfeld lo desarrollaron en nuestro medio con la idea de "fantasía específica" atinente a cada órgano de la economía corporal. Prefiero no profundizar en "esta monserga de decir que todo lo que sucede en lo somático tiene una réplica psíquica" dice Lacan en el Seminario XI. Sin embargo Franz Alexander como cualquier analista que testimonia de su práctica nos dice una verdad: "El intento de tratar pacientes con enfermedades orgánicas mediante el psicoanálisis presenta problemas especiales que a menudo no difieren de los problemas con que se tropieza en el análisis de pacientes psicóticos." Lo real de la letra hace límite a la interpretación. Y allí nos solicita de otro modo.

La fantasía universal de todos los ulcerosos que intenta describir A. Garma en su libro son una tentativa de ubicar un grupo homogéneo en los ulcerosos, una suerte de sociología basada en una fantasía que los abarca por igual. Como la úlcera no es un significante que represente al sujeto para otro significante sino ese tatuaje, letra erotizada que arde en el lugar del Otro, no vale inventar ese universal más que para agrupar borrando diferencias, achatando .La singularidad marcará la línea a seguir en cada análisis.

No se trataba para él de hablar de la úlcera sangrante ni fue esa gravedad lo que lo trajo al análisis ni la cultura psi de Buenos Aires, aunque era de ese medio; fue el espanto, el horror que registró en su hija cuando lo vio vomitar sangre en el baño. Esa mirada lo interrogaba, fue lo primero que recordó al volver del desmayo, y lo que más recordaba en los días de internación. Lo incitaba a analizarse al punto que repetía: "Quiero vomitar todo eso que me asusta decir aquí para no vomitar sangre en el baño de casa". Esa mirada de la hija era un real que causaba su palabra; la úlcera, no. Toda asociación con hemorragias de la madre que paría sus hijos en la casa,ni el nerviosismo que invadía a la familia cuando aparecían los retazos de toalla, símbolo de la menstruación en esos años, no cambiaron el rumbo del análisis hasta hoy. Sin embargo el remitir al imaginario de su historia no es lo mismo que remitir al imaginario de la enfermedad. El primero abre a la posibilidad de resituarse; el otro carga con los prejuicios y lo peor del imaginario social sobre la enfermedad. Un último testimonio de pacientes psicosomáticos, que traigo en tanto allí sí se histerizó el fenómeno psicosomático. Una paciente reticente y escurridiza dijo: "Eso que me acaba de decir, me provocó acidez, ¿sabe?" Su enfermedad gástrica se histerizó, entró en transferencia, el analista pasó a ser la causa de su síntoma. Eso le permitió ciertos avances en su aproximación a los hombres, cuando el agujero acá en el medio que me arde dejó de ser sólo la úlcera. Para que esto se produjera la hostilidad, la transferencias negativa no fue fácil de soportar. Coincido con un clásico inglés, Glover cuando testimoniando de su experiencia dice:"Cuado llegan a desarrollar un significado psíquico puede suponerse que se ha superpuesto un proceso psiconeurótico a una base psicosomática". No se trataba de curarle la úlcera en análisis se trataba de situar el deseo y que éste convoque al goce de su objeto.

Una lesión psicosomática no siempre impide amar. A veces, se instala el amor de transferencia, y sus consecuencias. Esta paciente permite glosar a Freud: "Hemos de comenzar a amar para no enfermar y enfermarnos cuando una perturbación interior o exterior nos impide amar".

Pasamos a hablar de qué ocurre con esos pacientes que no pueden dejar de hablar de ese órgano que el médico dijo que está sano o "no tiene nada". "La hipocondría es un estado de transición entre las reacciones de carácter histérico y los delirios psicóticos." dice Fenichel cuando pretende seguir los lineamientos de Freud en "introducción del narcicismo". Sin embargo el planteo de Freud es más abarcativo. Dice que la hipocondría coincide con la enfermedad orgánica en la distribución de la libido. Retrae el interés y la libido -en especial esta última- de los objetos del mundo exterior y concentra ambos sobre el órgamo que le preocupa. Freud dice que en la hipocondría no faltarán alteraciones orgánicas, pero ¿de qué orgáno se trata?"En el aparato genital externo en estado de excitación tenemos el ejemplo de un órgano que se manifiesta dolorosamente sensible y presenta cierta alteración sin que se halle enfermo en el sentido corriente del término. No está enfermo y sin embargo aparece hinchado, congestionado, húmedo y constituye la sede de múltiples sensaciones." Esto enseña Freud quien llama erogeneidad a la propiedad de todo órgano de adquirir valor fálico. Y concluye que "la angustia hipocondríaca sería la contrapartida en la libido del yo de la angustia neurótica." Podemos matematizarlo como sigue:

hipocondría = angustia

parafrenia neurosis

La introversión de la libido recaerá sobre los objetos de la fantasía si hay representación o sobre el yo si no la hubiere. La hipocondría aparece como valla frente a la psicosis, a la vez que se puede afirmar que algo falla en el ordenamiento de la representación para que se instale. En la ecuación aparece el esfuerzo por mantenerse en la dimensión fálica, de sostener el abrochamiento fálico, el goce fálico goce de la palabra, más allá del cuerpo. Pero ocuparse tanto de un órgano a nivel de la palabra implica estar a un tris del fracaso de sostenerse en la dimensión fálica. Esfuerzo extenuante de mantenerse dentro del goce de la palabra es descripta la hipocondría "como la causa de la astenia neurótica" por los psiquiatras.

Los hipocondríacos se agotan queriendo interrogar a un órgano por los misterios del cuerpo por los silencios del Otro,por la muerte y la castración.

La histérica se cansa cuando queriendo mantener todo en la órbita del significante del goce fálico, no acaba nunca... de hablar de cualquier cosa. Pero hablando de cualquier cosa, dice aunque no se lo proponga, de su deseo. Hay inconsciente estructurado y la histérica dice de su deseo porque el inconsciente finalmente se expresa cuando habla. El hipocondríaco no avanza por allí, no quiere saber de su deseo por su estructuración significante, su inconsciente no se lo permite. La histérica se priva del goce a que su deseo la convoca pero dice de su deseo. El hipocondríaco "biologiza" su interrogación porque le es imposible decir de su deseo. Rebaja el deseo, el significante al órgano biológico. Busca en el órgano una respuesta que sólo se alcanza en el nivel del significante. Su discurrir es aburrido y monótono. Dentro de esa monotonía va encontrando variantes para sostenerse en el plano en que el órgano del falo simbólico tiene valor, y no organizarse en delirio. Si tiene relaciones sexuales no dice de su goce ni se desespera por la falta de orgasmo como la histérica. El hipocondríaco repara en cuanto se cansó, a veces aún en el líquido que perdió transpirando y se preocupa por compensarlo. El dormir no será para él la satisfacción narcicista que freud describe. Calcula la necesidad de reparación de sus esfuerzos. No habla del gusto por la comida sino que repara en las dietas más convenientes para sostener su salud. Varía dietas, recorre negocios naturistas, siempre hay una preocupación más por la salud. Intenta ubicar la pregunta en el órgano y no en el Otro. No espera respuestas, ni quiere sacar su pregunta de la esfera biologizada. Interés del yo y libido coinciden. En las neurosis más organizadas simbólicamente la libido se separa del interés yoico. Por esfuerzos que haga una histérica por ser yoicamente coherente algo de la libido se dispara, se desprende del yo cuando habla. En el hipocondríaco es condición esta soldadura para no caer en el delirio.

Los hipocondríacos cansan al analista cuando el analista cree que porque hablan mucho, dicen y se puede interpretar en consecuencia. Recuerdo una supervisión en el que el analista me confesaba su enojo cuando el paciente pensaba en cambiar el analista por el naturismo la macrobiótica o la homeopatía sucesivamente. Se enojaba e interpretaba en tanto no entendía que ese discurso estaba lejos de la neurosis de transferencia. Habrá que ser cauteloso con la interpretación recordando que Freud enseña que si el hipocondríaco se zafa se organiza en delirio.

Si un paciente me dice: "Aquí ando, con la vesícula y la columna, como siempre" no le quitaría esos amigos. Son los únicos que puede tener, hay que respetarlos; mejor estas compañías que el aislamiento total. Apoyándome en lo que hay de palabra buscaría algún lazo objetal, lo invitaría a conseguirse algún objeto que lo sostenga para no ser el único soporte. Si se toma la presión diariamente, que se haga amigo del farmacéutio. Si se hace habitué de la casa naturista que intercambie ideas o delirios sobre la salud, la armonía, el bien y la completud. Si un neurótico, descubre más allá del significante el objeto que su deseo convoca a gozar, en el hipocondríaco apoyado en lo que hay de palabra trataría de crear ligazón a los objetos. Seguirá hablando de lo mismo pero siempre tiene la chance de compartir esos monólogos. Y así ir anudando, si puede, su cuarto nudo en el naturismo, el aerobismo, el yoga, la lucha por la salud, por algún bien, contra el mal, contra el colesterol, la sal excesiva, las quemaduras del sol, etc. Está garantizada en su precariedad simbólica la moderación porque vive pendiente del resto de libido disponible. El hipocondríaco mide minuciosamente la disponibilidad de energía disponible, y suele armar una teoría de la energía absolutamente separada de la cadena signficante, como si energía y deseo no se implicaran. Si podemos decir con Freud que la hipocondría implica una falla en la cadena significante, en la estructura simbólica, esta falla no es siempre la misma. En los clásicos de la psiquiatría se describen hipocondrías paranoicas, melancólicas y neuróticas, es decir, la hipocondría no hace cuadro por sí.

En la paranoia hicondría se positiviza la causa en un órgano que deviene perseguidor. El delirio es sistematizado y pasional en la descripción de Kraepelin.

En la melancolía hipocondríaca se estructura también delirio tras la fase melancólica. En el delirio se describe vacío o vaciado, con el intestino podrido o el corazón congelado; también puede faltar algún órgano, delirio de Cotard. Sin embargo la más sufriente idea melancólica, peor aún que la negación de órganos o la idea de enormidad, es la doliente idea de inmortalidad. Diría que pinta de cuerpo entero a todo hipocondríaco que habla siempre de órgano enfermo, de peligro de muerte y jamás de la muerte. No puede hablar de muerte y castración porque no es capaz de tolerar esse agujero en la simbolización, esa falta en el Otro. Justo al revés que la histérica que dice "me muero" a cada rato, este melancólico hipocondríaco no puede sino pensarse inmortal. No puede registrtar la falla en el Otro, no puede tampoco confiar en el Otro, por eso no se entrega, no descansa bien, no se puede distender nunca.

La hipocondría neurótica pone a prueba que la estructura simbólica no soporta toda la estructura del sujeto. Donde la falla aparece la preocupación por el órgano tal como lo describíamos. La hipocondría como excediendo a las neurosis de transferencia y ubicada en las neurosis actuales es índice de una falla en el soporte significante a diferencia de la angustia que excede a lo simbólico.

El hipocondríaco neurótico tiende a separar deseo de energía y arma siempre teorías que sostienen el balance de la cantidad de energía como explicación de todo. Teorías con bastante público hoy en día ya fueron respondidas por Freud cuando habla de la relación entre representación y carga. La cadena de representaciones en que el deseo se dice, es la que ordena el quantum de energía, y la pone en disponibilidad para el sujeto. No se trata de una energía en abstracto que puede servir para cualquier acción feroz o contundente sino de la organización de esa energía que el significante posibilita. Cuando esta organización falla se vive minuciosamente pendiente de la energía, de la libido disponible.

Lacan en el Seminario VIII "La transferencia" dice: "El revestimiento del falo propio es defendido por el fóbico. La fobia es lo luminoso para indicar que se está rondando sobre la reserva de libido. Que se pueda rodar un tiempo con eso. Eso es lo que quiere decir la fobia y es por eso que su soporte es el falo como significante."(pág. 35 T. II versión EFBA). Si bien el dispositivo protector está mejor estructurado que la hipocondría en relación a lo simbólico, en el punto en que el significatne tambaliea, vale la comparación.

Resumiendo:

 

Bibliografía:

1) Freud, s. Introducción al narcicismo. 1914. O. C. Amorrortu Editores T. XIV

2) Lacan, J. Seminario XI Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, y XX Aún. Paidós, Buenos Aires 1992.

3)Fenichel, O. Teoría psicoanalítica de las neurosis. Paidós Buenos Aires 1966.

4)Alexandeer, F. Psiquiatría Dinámica. Paidós Buenos Aires 1962


Ir a la página principal del Programa de Seminarios por Internet de PsicoMundo

Logo PsicoMundo