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Seminario
La formación del analista

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formacion@edupsi.com

Organizado por : PsicoMundo
Coordinado por : Lic.
Mario Pujó


Clase 14
Formación, analista, institución
Roberto Neuburger

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Un psi había realizado una parte importante de su carrera en el ámbito hospitalario. Afirmaba, frente a cualquiera, que el paso por el Hospital era indispensable para la formación. Así, se topó una vez con otro psi - que jamás había siquiera visitado un hospital - quien lo cuestionó: ¿por qué?

No es cuestión, pues, de universalizar automáticamente un destino singular. Antes, corresponde interrogar la argumentación, los fundamentos del asunto.

El pasaje por una institución - para el caso, por el hospital - ¿es importante, o hasta necesario, para la formación del analista?

Si las formaciones del inconsciente son capítulo previo y obligado de aquélla, y la respuesta depende de cuánto en la institución puede resonar, hacerse presente, irrumpir tales formaciones, la respuesta es clara. Más aún, si en vez del inconsciente - permítase el juego de palabras - se coloca lo inconsistente ... y en esto sabemos que la institución, y particularmente los hospitales, son proveedores en abundancia...

Suele decirse que el tránsito por el hospital "marca" el decurso de un psi. Que le permite "foguearse" sin llevar sobre sus espaldas todo el peso de la responsabilidad, que se diluye al compartirse con sus pares, supervisores,

coordinadores de área, jefes de servicio. ¿Vale decir que evitará el peligro de implicarse, y complicarse la vida, lo que facilitará su salida, cumplido el trámite? La inversa suele ser cierta: no es infrecuente que aquéllos cuya situación en un Servicio de Psicopatología es más inestable (concurrentes, "visitantes" ) sean los que más se comprometen con el mismo.

Asimismo se dice: que podrá ver lo que nunca logrará en la soledad de su consultorio: lo inaudito, lo imposible, el «horror show», el zoológico de lo Real. Es indudable que la institución pública, "ventana de la sociedad", pone a veces a un practicante frente a extremos del sufrimiento humano.

¿Pero no es posible lograr su núcleo llevando un análisis - donde quiera que se realice - algo más allá? Es decir, en el punto en que el fantasma revela la abyección máxima de un sujeto; en ese caso, el contestatario de la anécdota inicial no habría errado ...

Se plantea, asimismo, que - efectos de la crisis - el psi encontrará un lugar para "tener" pacientes, cosa en que la práctica privada se ha vuelto avara, hasta el temible grado cero ...

Pero podría preguntarse:

¿Cuánto del análisis del analista se pone en juego en la práctica institucional? ¿Cuántos obstáculos que la estructura de un Servicio de Psicopatología pone en el camino le permite sortear su deseo?

(Pasamos aquí al costado de dos cuestiones: la primera - si es posible el psicoanálisis en el hospital - ha sido suficientemente documentada como para insistir. La segunda, examinada con mucho menos frecuencia, aunque en estrecha dependencia con la anterior, es si la pieza maestra de la formación de un analista, el "didáctico" puede florecer en un contexto institucional. O, en otros términos, la posible consecuencia de un análisis, el "pase" ).

Las resistencias serán del analista, pero la institución, introduciendo su jerarquía burocratizada como una mole, cuestiona el aforismo con insistencia.

Ya la entrada es conflictiva. El que no logra pasar el examen de residente o concurrente es, tal vez, admitido como Visitante o Cursillista, con lo que adquiere una deliciosa sensación de amenazadora ilegalidad, quedando expuesto a las arbitrarias y periódicas oleadas de depuración de personal-sin-cargo. (1)

Mientras tanto, además del trabajo clínico que tarde o temprano se le asigna y que apenas logra reducir la lista de espera del Servicio correspondiente, puede participar del beneficio de supervisiones y seminarios, que a veces le presentan un desfile actual de la exhibición psi-fashion (que, por supuesto, tiene el derecho de recibir con agrado u oprobio), o de la querella de parroquias, antes que un trabajo sostenido.

Dicho todo esto, ¿qué nos queda como resto? Tal vez no la producción, o formación, sino más bien la supervivencia de un analista. Y a esto queríamos llegar.

Como hemos mencionado, el hospital no es ajeno a las disputas, rencillas y contiendas de las instituciones analíticas, que no dejan de resonar en él, sin transmisión detectable de algo que tenga que ver con la verdad que el psicoanálisis intenta poner en juego.

Freud le advirtió a un discípulo renuente, tentado y arrastrado por excursiones a regiones etéreas donde la especificidad del análisis arriesgaba perderse, que no abandonara el territorio original, las neurosis. Pero también él podía quedar preso y extraviado, por momentos, en los litigios institucionales de la Asociación que su deseo había puesto en marcha.

En una Asociación, Escuela, etc., el discurso analítico puede plantear su relación con la ciencia de modo autónomo, ya sea riguroso, ya sea perdiéndose en una autocomplacencia imaginaria, decorada con una jerga cosmética. En el hospital - posición muy diferente - se enfrenta a la ciencia oficial y sus retoños tecnológicos, ya que el orden médico depende estrechamente de aquélla como de éstos.

La Medicina (universal) podrá, tal vez, decirle al psicoanálisis "no te

necesito" (2), pero un médico (singular) suele decirle al psicoanalista, en un pasillo del hospital, "necesito que me veas a este paciente". La subjetividad no cesa de escribirse: hasta el reflexivo indica la implicación del que demanda.

Y el hospital no cesa de ser, después de todo, un lugar en el que el psicoanálisis juega su suerte en el "fin del milenio" en y a través de su territorio fundamental: la práctica clínica.

 

* Psicoanalista, Hospital General de Agudos "Dr. I. Pirovano".

1 Cf. Gamsie, S., «La interconsulta: una práctica del malestar», en Psicoanálisis y el Hospital, Nº 5, Junio 1994, p. 62

2 Bekerman, J., «Psicoanálisis, Bioética, Medicina» , en Psicoanálisis y el Hospital, Nº 8, p.129


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