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Seminario
Investigación<>Psicoanálisis
De la experiencia freudiana a la elaboración de nuevos
recursos metodológicos para la investigación psicoanalítica

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investigacion@edupsi.com

Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : G. Pulice; F. Manson; E. Urbaj; O. Zelis


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Presentación e introducción al seminario.

Les damos a todos la cordial bienvenida a este seminario que estamos iniciando, y que —a pesar de la crisis que parece querer arrasar con todo en Argentina, nuestro país— nos proponemos desarrollar a lo largo de este año. La modalidad de trabajo que aspiramos a implementar apunta a sostener, a su vez, el espíritu de un trabajo investigativo, por lo que se irán introduciendo preguntas y temáticas abiertas a la discusión y elaboración tanto de parte nuestra, como de aquellos colegas que se vayan animando a intervenir. En este sentido, será de suma utilidad el aporte que puedan hacer tanto a partir de sus interrogantes y comentarios, como en la recolección del material bibliográfico relacionado con nuestro tema al que puedan tener acceso en sus respectivos ámbitos de inserción. De este modo, es nuestro deseo que este seminario sea también ocasión de inaugurar un espacio de intercambio y esclarecimiento de ideas en donde la apuesta más fuerte es que nuestro recorrido pueda tener como rédito la producción y la articulación de aquellas herramientas conceptuales y técnicas imprescindibles para revitalizar el «poder terapéutico» de nuestra clínica. Cosa que podemos pensar tanto respecto del «habitual» tratamiento de las neurosis —terreno ya tradicionalmente reconocido para el psicoanálisis—, como en los distintos campos de trabajo no tradicionales en que los analistas nos venimos insertando desde hace varias décadas, hasta la actualidad. Sería muy difícil trazar hoy, en forma estricta, los límites de la práctica analítica; y en este punto vale la pena observar que tanto Freud como Lacan han tenido el cuidado de mantener esas fronteras abiertas, y no se puede decir que hayan sido ellos quienes pusieran un freno a la marcha del psicoanálisis tanto en la expansión de sus áreas de incumbencia como en la búsqueda de una mayor precisión en la especifícidad de cada una de ellas, a partir de la recreación de sus conceptualizaciones y recursos técnicos. En conexión con ello, se plantea asimismo la necesidad de pensar cómo avanzar en la articulación entre el trabajo de los psicoanalistas y el sistema de salud mental. Esto es algo a lo que conviene dedicar especial atención, y es por eso que le hemos asignado un lugar muy importante entre los temas que abordaremos.

Nos gustaría avanzar en esta breve presentación con una reseña de algunos de los puntos centrales que formarán parte de nuestro recorrido. En este sentido, los temas anunciados están en íntima conexión con aquellas preguntas e inquietudes que fueron teniendo lugar para nosotros a lo largo de los últimos años, en buena medida a partir de la inauguración del Foro Investigación à Psicoanálisis, en Psiconet, y que son el remanente y la continuación de nuestro trabajo anterior: «De Sherlock Holmes, Dupin y Peirce, a la experiencia freudiana»1. En aquella ocasión, nuestro punto de partida fue la observación de algunas importantes analogías entre el trabajo de investigación del detective ante el acto criminal —o a partir de aquello que de él nos queda, es decir, la escena del crimen—, y la posición del analista en la dirección de la cura. Hemos puesto de relieve, como punto de especial interés, la inadecuación entre la permanente promesa de Sherlock Holmes acerca de la escritura —jamás realizada— de un «manual» a partir del cual se podría transmitir la infalibilidad y la universal aplicabilidad de su método y, por otra parte, el modo singular en que él lleva a cabo la investigación y posterior resolución de cada caso para que su trabajo llegue a buen término. Sería difícil sostener que lo que se pone en juego allí consistiría en la aplicación mecánica de un conjunto de normativas y reglas prácticas.

Nuestro objetivo fue, entonces, despejar algunos interrogantes relativos a la especifícidad de la investigación en nuestro campo2. Esto nos condujo, por un lado, a situar algunas cuestiones relativas a la singularidad del objeto de nuestra investigación, el objeto del psicoanálisis —y en este punto, conviene situar que ese real que aborda el psicoanálisis a partir del descubrimiento freudiano del inconsciente, es un real que ninguna otra ciencia llega a teorizar y a conceptualizar. Y por otra parte, como decíamos, nos llevó a abrir una interrogación —a partir de la analogía con el trabajo del detective— en torno al lugar del analista, tanto en la interpretación y en las construcciones que tendrán lugar en el transcurso de cada tratamiento analítico, como en todo lo que se pone en juego para que sus intervenciones alcancen alguna eficacia. Entre otras cosas, porque es aquí donde podemos retomar ese pasaje tan provocativo como enigmático de Análisis Profano que evocábamos, en donde Freud sitúa al «poder terapéutico» del psicoanálisis en conexión con la indisoluble articulación entre curar e investigar. Esto, a su vez, será para nosotros un excelente pretexto para poner en cuestión el concepto de «abstinencia», y evaluar cuales son sus límites. Decimos «poner en cuestión» en el sentido en que lo planteaba Lacan, y advertidos de que es una frase que generó numerosos malentendidos en tanto se lo interpretó como una descalificación de determinados conceptos y no como un llamado a interrogarlos, a llevar al extremo el valor de productividad de su significación. Podemos situar entonces como otro de los puntos que merecerán especial atención, la confrontación entre el concepto de «abstinencia» y esa búsqueda de «poder terapéutico» que, al mismo tiempo, Freud también situara como esencial a nuestra labor.

Por nuestra parte, creemos que el concepto de investigación sólo mantiene su sentido y su valor si está articulado en nuestra práctica al acto de desentrañar y resolver día a día los problemas que nos plantea el encuentro con el padecimiento psíquico de cada sujeto en tratamiento; fuera de lo cual bien podríamos preguntarnos qué valor tendría tal investigación. Por supuesto, esto reintroduce algo que hace no mucho tiempo apareció planteado en las Jornadas de Investigación del Hospital Tobar García3: ¿debe interesarle al psicoanalista investigador aquello que tiene que ver con la búsqueda de alguna eficacia clínica? Nos complace observar que hay, desde hace algún tiempo, un renovado interés respecto de este término que por momentos, y en algunos ámbitos del psicoanálisis, parecía ser tomado con cierto recelo, incluso como algo ajeno a la práctica analítica, en donde la eficacia, si venía, era sólo «por añadidura». Hay que ver cómo se entiende esto, y basta recordar lo que Daniel Millas decía a propósito de la inserción del psicoanálisis en la clínica del Hospital de Día: «...Podemos hacer nuestra la afirmación de que si no fuera por los resultados terapéuticos, el psicoanálisis no sería más que un delirio»4. En sintonía con esta afirmación de Millas, hay en el número de junio/01 de una de las revistas de psicoanálisis más tradicionales de Buenos Aires toda una serie de artículos en torno de este tema: «Eficacia Terapéutica del Psicoanálisis»5. Podemos tomar, a modo de reseña, un breve fragmento de uno de esos artículos: «En el marco de la dosis de sufrimiento sobrante que impone hoy la cultura, en el interior de la desesperanza que acecha constantemente a quienes en ella se debaten, la banalidad de ajustarse a fórmulas no comprometidas con el proceso de transformación no sólo debe ser desmantelada desde el punto de vista de su insolvencia teórica y práctica sino también denunciada en su incidencia ética. Porque la confusión entre "furor curandis" y compromiso en la transformación del sufrimiento patológico es la coartada con la cual se recubre la ignorancia cuando se muestra en su falta de operatividad para enfrentar con solvencia la posición del analista. Y respecto a este digamos que su tarea no es la de un sofista, ni se trata de un filósofo de las cortes, ni de un cavilador de los espacios de la Ilustración, sino de un miembro de la sociedad civil —y en algunos casos, coincidentemente, de los sectores intelectuales de la cultura de pertenencia— que ha echado sobre su espalda la responsabilidad de enfrentarse al otro humano en su desnudez y garantizarle que algo tiene para proponerle en la búsqueda de alivio para su sufrimiento»6. Podemos citar también el comentario que desde la contratapa de su primera edición porteña introduce —en una posición similar— el texto Psicoanálisis y Salud Mental, cuyo autor es uno de los referentes más importantes de la clínica lacaniana en la actualidad: «Ante los desafíos que presenta la Salud Mental, Eric Laurent explica por qué el psicoanálisis es una práctica eficaz, y por qué puede seguir sosteniendo esta eficacia —que, al presentarse como el revés del lugar del sentido dentro de la civilización tiene su importancia sobre el síntoma— especialmente en un siglo XXI en el cual lo que no tenga eficacia no va a tener lugar». El hecho de encontrar reunidos bajo un mismo título los términos de «Psicoanálisis» y «Salud Mental» es en sí mismo significativo, dado que simboliza el encuentro de dos mundos entendidos por algunos psicoanalistas como completamente heterogéneos. De hecho, hay que decir que la polémica en torno de este tema no está concluida, y hay quien aún sostiene que al psicoanalista no debiera interesarle ni la carrera hospitalaria, ni la Ley del Psicólogo, ni ninguna de esas cuestiones: «Un psicoanalista, en términos freudianos o lacanianos, es un señor que tiene un consultorio. La ciudad lo conoce y lo consulta. No tiene nada que ver con el hospital, ni con la salud pública, ni con la sanidad...»7 . Tendremos ocasión de discutir hasta dónde es posible sostener esa posición cuando, avanzado el seminario, vayamos enfrentando la complejidad de la articulación entre psicoanálisis y salud mental.

Lo cierto es que luego de una larga pausa —producida especialmente en el psicoanálisis de orientación lacaniana— se ha observado en los últimos años, afortunadamente, un retorno a la valorización del lugar de la investigación en la clínica analítica. La conocida afirmación de Lacan en el comienzo del seminario de 1964 resultó lapidaria, y aquello que estaba especialmente dirigido a poner en evidencia cierto mecanismo perverso de la actividad científica vinculada al andamiaje académico e institucional en esa época en Francia, terminó cristalizándose en forma inadecuada en el concepto de «investigación», como si él hubiera podido ser el causante de todos los males. Por otra parte, si bien el dispositivo de carteles propuesto por Lacan heredó en buena medida ese prestigio que la investigación había perdido, sin embargo, y contra la voluntad del maestro, terminó heredando también —al menos en un importante número de casos— sus peores vicios, los mismos contra los que él había luchado, convirtiéndose de ese modo en algo parecido a una maquinaria de repetición, frecuentemente vaciada de todo valor de productividad más que la de hacer levar un refrito teórico de dudosa utilidad clínica. En fin, en esa misma dirección, hay quien sostiene en la actualidad que todo lo relativo a la investigación analítica debería remitirse en forma exclusiva al dispositivo del pase... A modo de ejemplo de esta postura, podemos citar las «conclusiones» a las que, luego de un interesantísimo artículo aparecido en el último número de otro conocido periódico «psi» de Buenos Aires, llega su autor: «Es evidente que Freud localizaba su tarea de investigación en la sesión analítica: allí comprobaba o modificaba sus hipótesis. Es probable que si Lacan, en el año 64, afirmó no considerarse un investigador era porque ya estaba en ciernes una nueva invención. Que hace del analizante un investigador de su propio análisis, y lo ubica en el lugar de producir un nuevo saber: el pase. Se puede entender así que la "firme convicción" que esperaba producir Freud en sus analizantes es precisamente el pasaje a la posición de analista. La verificación del mismo como consecuencia de un análisis es el campo propio abierto a la investigación actual»9. El interrogante que de aquí se desprende es si ese sería, en efecto, el único campo abierto a la inquietud de los analistas... Parece difícil sostener en forma categórica tal afirmación.

Es en este contexto que podemos decir que allí donde «la experiencia freudiana» ha sido en un primer momento nuestro punto de llegada, será esta vez nuestro punto de partida. En esta perspectiva, podemos ir ubicando el interés de los demás puntos anunciados en nuestro programa: será preciso situar, por ejemplo, el valor crucial del «caso clínico», como articulador entre lo singular y lo universal. Lo cual plantea, entre otras cosas, la necesidad de interrogar cuáles podrían ser los criterios de validación conciliables con las singulares condiciones de nuestra investigación. Es aquí donde cobra su importancia la posibilidad de poner en conexión conceptos psicoanalíticos tales como asociación libre, abstinencia, interpretación, acto analítico, construcciones en el análisis —entre otros—, con algunos nuevos aportes de la lógica y la filosofía tales como el concepto de abducción en Peirce y las investigaciones de Wittgenstein sobre el lenguaje. Si la herramienta fundamental del psicoanalista ha sido y sigue siendo la palabra, y —como sostenemos—, esta palabra produce «efectos», se hace necesario entonces internarnos en el tema del lenguaje, y distinguir qué concepciones y usos danzan en torno suyo en las distintas prácticas y corrientes científicas. Lo que es correlativo a situar qué concepción de Sujeto está en juego, y tambien qué objeto se va delineando según dichas coordenadas. Hay un pasaje necesario en la clínica analítica que va de «lo que no se puede decir…», al «Saber hacer». Será preciso abordar, entonces, el problema de la transmisión, y nos encontramos allí con que más allá de ser o no ser un psicótico —como con dudosa intención se ha sugerido—, Wittgenstein tenía algunas cosas interesantes que decir. En esta dirección, intentaremos situar el valor científico de la analogía, las conjeturas y las preguntas para la producción de conocimiento nuevo, siendo oportuno retomar para ello lo que en otro lugar empezamos a abordar en torno del «modelo interrogativo» de J. y M. Hintikka10.

Así entonces, a la luz de estos elementos, y como corolario de nuestro recorrido, será menester el retorno a la clínica para situar, ahora sí, frente a los desafíos propios de la época, la utilidad que puede tener para nuestra investigación —y para el avance de nuestra experiencia— la recreación de los recursos metodológicos con los que la afrontamos. Lo que es correlativo de establecer —como un desafío a esta altura ineludible— las singulares coordenadas de su objeto, de su técnica, y de la transmisibilidad y validación del conocimiento que de ese modo se pudiera producir. Resultará interesante reencontrarnos, entonces, con las viejas predicciones freudianas acerca de los «Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica», donde queda de relieve su aliento a los analistas a no retroceder frente a las dificultades que el propio desarrollo del psicoanálisis iría a acarrear. Algo que también encontraremos más tarde, en términos muy similares, en el propio Lacan. Valdrá la pena detenernos en el estudio y análisis de experiencias realizadas en la Argentina y otros países a partir de la participación e incumbencia de los analistas en la creación de dispositivos de atención y otros recursos que resultaron ser indispensables para el tratamiento de una gran cantidad de pacientes de difícil abordaje desde las terapéuticas tradicionales, algo que estará ligado, en buena medida, a la inserción del psicoanálisis en el ámbito hospitalario y demás instancias del sistema de Salud Mental. Como veníamos señalando, hay nuevos campos que se fueron abriendo al trabajo de los analistas, tales como el tratamiento de las psicosis; la delincuencia; el alcoholismo; la debilidad mental; las psicosomáticas; el autismo; la marginalidad; la violencia en sus múltiples formas... Y que resulta difícil dejar por fuera de nuestro interés, lo cual «no significa otra cosa que la búsqueda de respuestas clínicas adecuadas, que permitan algún modo de intervención eficaz que haga posible orientar al sujeto al encuentro con la verdad que lo habita, al tiempo que pueda hallar algún modo más o menos soportable de habitar esa verdad (...) En donde lo esencial es que la producción e implementación de tales recursos no esté orientada jamás al acallamiento del sujeto deseante o, lo que es lo mismo, a aquello que situábamos como «una anticipada muerte subjetiva»11. La participación e incumbencia del psicoanálisis en el desarrollo de tales elementos conceptuales, materiales y técnicos necesarios para ello —a través de su inserción en los diversos ámbitos hospitalarios e institucionales— se justifica, entonces, en la medida en que sólo él puede aportar la clave a partir de la cual se podrán ordenar, en el tratamiento de cada sujeto, la multiplicidad de las clínicas y los saberes que allí deban intervenir a fin de liberar la verdad subjetiva puesta en juego en cada caso.

Llegaremos por hoy hasta aquí. Nuestro próximo encuentro será a principios de marzo, y a partir de allí las clases se irán sucediendo en forma mensual. Como decíamos al comienzo, queda inaugurada nuestra invitación a todos los participantes para que nos hagan llegar vuestros comentarios, sugerencias e interrogantes, que serán muy bienvenidos.

Notas

1 Pulice, G.; Manson, F.; Zelis, O.; Psicoanálisis à Investigación: De Sherlock Holmes, Dupin y Peirce, a la experiencia freudiana, Buenos Aires, Editorial Letra Viva, 2000.

2 Respecto de la compleja intersección que existe entre el psicoanálisis y la investigación, podemos retomar aquí una pregunta que nos hiciera llegar hace algún tiempo un colega colombiano a través de la Lista de Discusión del Foro, acerca de si se trata de investigar «en» el psicoanálisis o investigar «con» el psicoanálisis. Lo que nos permitirá, de paso, hacer un breve comentario sobre el título del seminario y, en términos generales, el modo en que venimos pensando esa intersección: «Psicoanálisis à Investigación». Para ello, podemos tomar en préstamo algunas palabras de nuestro querido colega Luis Disanto, quien en cierta ocasión se preguntaba: «¿Porqué Investigación-Rombo-Psicoanálisis? No dice «y», «para», «por», y demás cuestiones que se puedan decir. El rombo tiene, en principio, varias significaciones. Tiene varias y no tiene ninguna, pero en realidad señala algún tipo de relación entre los términos que están de cada lado de este rombo». Esta notación, claro está, hace referencia a la que Lacan introdujera con la fórmula del fantasma: $ à a, con la que intenta dar cuenta de las dificultades del sujeto —representado allí como $, es decir, en tanto sujeto castrado— para vérselas con aquello que hace de bisagra entre su deseo y su alienación, y que allí aparece representado como a. Tenemos entonces allí una afirmación y una pregunta. Lo que quiere decir la notación à, es que entre $ y a existe una relación, pero... ¿Cuál es esa relación? El rombo nace de una condensación de los signos: < (menor que...); > (mayor que...) ; Ù (incluido); Ú (excluido). Pero se cumple aquí el postulado gestáltico, y el todo es más que la suma de las partes, en el sentido de que no se agotará su significación en esos signos allí reunidos, ella más bien quedará abierta. El tema merece un desarrollo más amplio —de hecho algo de esto hemos situado en otro lugar—, más no es el punto de interés de lo que nos proponemos introducir aquí. Tan sólo lo hemos tomado como referencia en la medida que permite echar alguna luz acerca de la complejidad de esa relación entre la Investigación y el Psicoanálisis, que acertadamente nuestro colega situara. El tema se desarrolla más extensamente en Pulice, G.; Manson, F.; Zelis, O.; obra citada.

3 Primeras Jornadas de Investigación en Salud Mental: «Investigar en el hospital público: Situación. Alcances. Medios.», realizadas en el Hospital Infanto Juvenil Dra. C. Tobar García, Buenos Aires, Argentina; los días 18 y 19 de abril de 2001.

4 Millas, D.; «El psicoanálisis en la clínica del Hospital de Día», en Vertex, Revista Argentina de Psiquiatría, nº 12, Buenos Aires, 1993.

5 Ver Actualidad Psicológica, n° 287, Buenos Aires, junio de 2001.

6 Bleichmar, S.; «Del motivo de consulta a la razón de análisis», idem.

7 Ver «Entrevista a Germán García», en Revista Imago Agenda n° 56, Buenos Aires, diciembre de 2001.

8 En su seminario de ese año sobre Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Lacan aparece tomando de entrada una posición bien radical, bien estridente, como luego él mismo diría: «…Quisiera, desde ahora, evitar un malentendido. Se me dirá: de todas maneras, el psicoanálisis es una investigación. Pues bien, permítaseme enunciar, incluso para los poderes públicos, para quienes este término de investigación, desde hace algún tiempo, parece servir de schibbolet, de pretexto para unas cuantas cosas, que no me fío de dicho término. En lo que a mí respecta, nunca me he considerado un investigador. Como dijo una vez Picasso, para gran escándalo de quienes lo rodeaban: no busco, encuentro». Podemos acotar el alcance de esta frase, situando el momento político en que fue pronunciada por Lacan: acaba de ser expulsado de la Internacional de Psicoanálisis, ha perdido el anclaje con las instituciones psicoanalíticas «oficiales», precisamente, en su intento de deslindar al psicoanálisis de las ciencias positivas —a donde parece querer conducirlo la ego psychology. Vemos allí su intento por diferenciar dos dominios diferentes: el dominio donde se busca —que sitúa como emparentado al registro religioso—, y el dominio donde se encuentra. Cuando se refiere al término schibbolet, como «pretexto para unas cuantas cosas», está haciendo alusión a la investigación subvencionada por el Estado —en aquellos momentos en Francia— que se eterniza en su labor a cambio de seguir recibiendo el pago de una beca. Este es un punto que merece especial atención, y al cual pronto le dedicaremos un primer comentario. No obstante, cabe señalar que será el mismo Lacan quien, en una época posterior, relativizará el peso de esa frase, resignificando el valor de la «búsqueda». Como testimonio de ello, podemos encontrar por ejemplo en su Seminario 23, clase del 17/2/1976: «Comienzo a hacer lo que implica el término búsqueda: a girar en redondo. Hubo un tiempo en el que yo era un poco estridente. Decía como Picasso —porque eso no es mío— yo no busco, encuentro. Pero ahora me cuesta más desbrozar mí camino». O en el Seminario 25, clase del 14/3/1978: «Actualmente no encuentro, busco. Busco, e incluso algunas personas no encuentran inconveniente en acompañarme en esta búsqueda».

9 Yelatti, N.; «La investigación en psicoanálisis. Algunas cuestiones preliminares», trabajo presentado en las II Jornadas organizada por el Master en Psicoanálisis de la Universidad Argentina J. F. Kennedy y el Departamento de Psicoanálisis de la misma Universidad el 9 de septiembre de 2000, y publicado en el periódico El Øtro n° 84, Buenos Aires, diciembre de 2001. Erróneamente, el artículo fue incluido allí bajo la autoría de Paul  Majkut, por lo que agradecemos a Martha Toppelberg —a cargo de la selección de textos sobre esta temática en dicha publicación— por la precisión en el dato

10 Pulice, G.; Manson, F.; Zelis, O.; El valor de la formulación de preguntas para la orientación de la investigación psicoanalítica, en el Foro Investigación <> Psicoanálisis; y en obra citada, capítulo V.

8 Pulice, G.; De la experiencia freudiana, a la orientación de la investigación psicoanalítica frente a los desafíos de la clínica actual; trabajo presentado en la III Conferencia Internacional de Psicología de la Salud, Psicosalud 2000, el 1 de diciembre de 2000, en la ciudad de La Habana.


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