Seminario
Nociones de la Psiquiatría
Francesa
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Dictado por : Eduardo T. Mahieu
Clase 5
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5. El racionalismo mórbido y la obra de E. Minkowski
El nombre de Eugène Minkowski no es uno de los más conocidos de la psiquiatría francesa. Sin embargo, es considerado junto a su amigo Binswanger, como el fundador de la psiquiatría fenomenológica, a partir de la jornada histórica del 25 de noviembre de 1922 en la cual son presentados en la 63° Jornada de la Société Suisse de Psychiatrie en Zurich su estudio "Un cas de mélancolie schizophrénique" y el informe de Binswanger sobre la fenomenología. En Francia Lacan lo reconoce como el introductor de la noción de estructura en la psiquatría francesa. Henri Ey lo llamaba "su hermano mayor". Joseph Gabel va a considerarse como uno de sus discípulos. En 1958 sus ideas llegan a los Estados Unidos bajo la impulsión de Henri Ellemberger y Rollo May. El libro Existence, obra colectiva dedicado a Minkowski y Binswanger tiene un recibimiento entusiasta. En Inglaterra, el libro de Ronald Laing The divided self, comienza con una ciatción de Minkowski. Pero, esencialmente, la noción de esquizofrenia de la psiquiatría francesa lleva su impronta. La obra de Minkowski constituye lo que Thierry Trémine llama "lo reprimido de la psiquiatría francesa" y está íntimamente ligada al personaje de su autor.
¿QUIEN ES EUGENE MINKOWSKI?
Eugeniusz Minkowski proviene de una vieja familia judía de Polonia. Su padre Augustes vive un tiempo en San Petersburgo en donde nace Minkowski. De regreso a Varsovia, en 1905 Eugène va a dudar sobre la carrera que desea seguir: la filosofía, las matemáticas o la medicina. Elije al igual que su hermano seguir los estudios de medicina. En aquella época Varsovia estaba ocupada por los rusos y los cursos se efectuaban en esa lengua. Junto a su hermano, participan a una manifestación reclamando el uso de la lengua polaca. La policía zarista va a dotarlos de un "antidiploma", prohibiéndoles la continuación de los estudios en el Imperio Ruso. Eugène parte a Munich y termina allí sus estudios en 1908. En 1909 lo dos hermanos parten a Kazan, en Rusia, en donde le es posibles a los ciudadanos rusos habiendo efectuado sus estudios en el extranjero, de presentarse a un exámen. Allí va a conocer a Rorschach, y, sobre todo, a Françoise Trockman con quién se casará en 1913.
En 1911 o 1912, gracias a sun esposa que trabaja junto a Bleuler, ocupa durante un cierto tiempo un puesto de interno, mal pago, en el Burghölzli (en donde trabajan también Jung, Binswanger, Abraham, y donde Lacan efectuara una breve pasantía años más tarde). En 1915 decide enrolarse como voluntario en el ejército francés y es enviado al frente. Particpa a la tristemente célebre batalla de Verdun. Cuando termina la guerra, adopta la nacionalidad francesa, más debe pasar una vez más, por tercera vez, su tesis de medicina, en 1926 : "La notion de contact avec la réalité et ses applications en psychopathologie".
Luego va a ejerecer en diferentes establecimientos, con grandes dificultades. Se le encargó un consultorio de psicoterapia en Sainte Anne y trabajó en el Hospital Rotschild. Nunca ocupó un puesto oficial de importancia, lo que le valiera el sobrenombre del "más viejo interno de Francia y de Navarra".
Durante la Segunda Guerra, junto a su familia, deben llevar la estrella amarilla. Minkowski, a pesar de múltiples proposiciones, se niega a dejar París. Henri Ey recuerda la amargura de Françoise Minkowska quien durante un tiempo se refugió en la Biblioteca de Sainte Anne. En 1943, la policía de Vichy lo va a buscar a su domicilio para deportarlo, pero la intervención in extremis de Michel Cénac lo salva de la exterminación.
Minkowski va a ejrcer la presidencia de un grupo heteróclito compuesto por asistentes sociales, curas, enfermeras, empleados de municipalidad: la organización OSE, nombre tomado de las iniciales rusas "Sociedad de protección de la salud de las poblaciones judías". Más de dos mil niños, sin contar los adultos, fueron salvados por la organización. Más de treinta miembros de la organización fueron deportados.
Al final de la segunda guerra retoma sus actividades cotidianas junto a su esposa. Françoise Minkowska muere en 1950. Henri Ey le rindió un vibrante homenaje resaltando su carácter: "Vehemente, testaruda y ardiente, de pié hasta el último soplo para recordarnos que la ciencia tiene un alma y que la pasión de la verdad es una gran pasión". Eugène Minkowski muere en 1972.
Minkowski, Bleuler y la psiquiatria francesa
La obra de Minkowski se desarrolla en Francia, pero no sin dificultades. Como lo recuerda Lantéri-Laura (18), cuando Minkowski se instala en París, no encuentra la hospitalidad que su trayectoria debería asegurarle. Ruso, se lo toma por una especie de bolchevique. Habiendo trabajado en la Suiza alemana, se lo toma aveces por un alemán. Judío, se ve en él a un correligionario de Trotski.
Henri Claude, le abre las puertas de su prestigiosa revista, L'Encéphale. Se espera de él una exposición de la concepción de Bleuler, destinada a un público que ignora el alemán y por ende las concepciones del psiquiatra suizo. En 1921, redacta un artículo en tres partes: "La schizophrénie et la notion de maladie mentale (sa conception dans l'uvre de Bleuler) ". En esos tiempos, participa a la creación del grupo y la revista L'Evolution Psychiatrique.
BERGSON, LO RACIONAL Y LO IRRACIONAL
Minkowski va a realizar otra cosa que una simple divulgación del pensamiento de Bleuler. Allen (1) nota que la convicción íntima de Minkowski es que la psicopatología necesita de una teoría dialéctica del sujeto, y que la clínica no puede alimentarse de ella misma en un campo cerrado y tautológico. Aborda entonces la esquizofrenia con la referencia privilegiada de la filosofía de Bergson, que le brinda su problemática1. Veremos justamente que su apporte original lo constituye el racionalismo mórbido y su concepción del autismo, cara y ceca de la misma moneda.
Razón e Instinto
Minkowski leyó en 1909 y quedó bastante impresionado por el texto de Bergson Essai sur les données immédiates de la conscience. ¿Cual era el contexto epistemológico de ése período?. En un trabajo sobre la cuestión de la causalidad (Dilthey, Comprendre et Expliquer, Actualité de la question de la causalité, Séminaire du Cercle d'Etudes Psychiatriques Henri Ey, París, http://perso.club-internet.fr/mahwin) abordamos más en datalle la cuestión. En dicho texto, Bergson se opone a la mecanización de la naturaleza que resulta de la tendencia reduccionista nacida con el fisicalismo alemán y el positivismo francés y alemán. El modelo de la causalidad mecánica que se pretende el paradigma de la cientificidad y de la racionalidad misma se extiende a todos los dominios. Ello provoca una reacción de todos aquellos que trabajan en relación a los fenómenos de la vida (p. ej. biología, historia) quienes reprochan la mortificación de la naturaleza que implica este abordaje. Es el enfrentamiento entre el mecanicismo y el vitalismo.
En cierto modo, el binomio kantiano causalidad natural/causalidad por libertad refleja dicha problemática al mismo tiempo que justifica por la razón a la revolución industrial triunfante. Su distinción entre ciencia y sabiduría funciona como una nueva Guía para perplejos.
Contra esta identificación entre racionalidad y causalidad mecánica se eleva toda una filosofía de la naturaleza que hará el elogio de la irracionalidad (en regal general se tiene muy poco en cuanta y se le otorga poco crédito a ese otro tipo de racionalidad, la razón dialéctica, que desde siempre y en sus diferentes formas históricas, tomó en cuanta el tiempo, el concreto particular, el devenir, excluídos de la mecánica, como dice Sève - 30).
Nietzsche, de su lado, opone razón a verdad: el lenguaje, el órden, son ilusiones que se presentan como aeternae veritaes, y se enfrentan a la necesidad de lo ilógico y de lo irracional; el universo dionisíaco, el de la voluntad de poder, se enfrenta al de Apolo, mundo del orden y de la medida, de la sumisón a la regla (27).
Un cierto parentezco entre le pensamiento de Bergson y el de Nietzsche ya fué señalado, en particular en lo que respecta a la postura antiracionalista. Para Bergson, la inteligencia se caracteriza por una incomprehensión natural de la vida. "Nuestra inteligencia, tal como emerge de las manos de la naturaleza, tiene por objeto principal lo sólido no organizado" (in L'Evolution Créatrice, citado por Russ 27, p. 414). También existe en Bergson una crítica del lenguaje en tanto y en cuanto "aplasta o por lo menos recubre las impresiones delicadas y fugitivas de nuestra conciencia individual " (in, Essai sur les Données , citado por Russ - 27). Bergson va a confrontar la duración (la durée), continuidad cualitativa de la experiencia interior, al tiempo homogéneo de la ciencia. Un tercer gran concepto de Bergson, bastante cercano al de la voluntad de poder de Nietzsche es el impulso vital (l'élan vital), proceso creador imprevisible, propio a la vida y profundamente antimecanicista.
LA ESQUIZOFRENIA
La transformación de Minkowski
Minkowski deja de lado el asociacionismo2 de su Maestro Bleuler para nutrirse de la filosofía de Bergson. Aplica entonces su binomio "impulso vital/intuición/duarción vs. razón/mecanicismo/análisis" a la esquizofrenia. En 1929 (23, p. 126) afrima: "La intuición y la inteligencia, lo vivo y lo muerto, el devenir y el ser, el tiempo vivido y el espacio, tales son las diversas expresiones de los dos principios fundamentales que, de acuerdo a Bergson, gobiernan nuestra vida y nuestra actividad. En realidad estos dos principios se harmonizan muy bien. La intuición y la inteligencia se unen en la búsqueda de un fin común, el devenir se despliega sin choques en el ser y el ser soporta, sin reducirse en cenizas, el contacto del devenir. Fué necesaria la intuición de un gran filósofo para separar estos principios3". A partir de estos dos principios Minkowski va a separar esquizofrenia y psicosis maníaco depresiva, es decir cuando la patología desagrega los dos principios: una falla de los factores intuitivos y una hipertrofia mórbida de los factores racionales por un lado; del otro lado la situación diametralmente opuesta4.
También es necesario tener en cuenta el contexto de la psiquiatría francesa cuando Minkowski hace irrupción en ella. Lantéri-Laura evoca este período, que califica de positivista, en el cual se fundan referencias que todo el mundo considera como perennes, a tal punto parecen corresponder a la naaturaleza de las cosas. El campo de los delirios crónicos dispone de "distinciones bastante claras fundadas sobre la referencia a mecanismos, quienes son considerados auténticamente originales: el delirio de interpretación, la psicosis alucinatoria crónica, y más tarde, los delirios de imaginación, las psicossis a base de automatismo y las psicosis pasionales. Este dominio permanecía indiscutiblemente discontinuo" (20, p. 18).
Con la noción de esquizofrenia venida de Suiza se va a producir una transformación en el campo de los delirios crónicos, magníficamente ilustrado por el cuadro que Henri Ey hace para la Encyclopédie Médico-Chirurgicale, en 1955. Esta noción de la esquizofrenia, que es la de Minkowski, es una noción extensiva, que engloba una serie de cuadros que la psiquiatría francesa había pacientemente distinguido.
La necesidad de postular un trastorno esencial, es decir psicopatológico, Minkowski lo hereda de Bleuler. Sin embargo, dice: "En muchos puntos me alejo de Bleuler, y más particularmente, bajo la influencia de Bergson, veo el trastorno inicial de la esquizofrenia no en un relajamiento de las asociaciones, sino en la pérdida del contacto vital con la realidad; es de esta pérdida de contacto que trato de deducir los síntomas cardinales y las manifestaciones más característcias de la esquizofrenia" (22, p. 5). Con el apoyo de Bergson, Minkowski toma partido resueltamente contra el método analítico, contra el análisis factorial: "Observar en espectador impasible, como cuando se mira un corte al microscopio, enumerar y clasificar los síntomas psicóticos, para llegar a un diagnóstico que se dice "científico", por la razón pura, no nos basta más ", (22, p. 70). "Al "diagnóstico por razón" viene a agregarse "el diagnóstico por penetración"5" (22, p. 71), puesto que en la psiquiatría de Minkowski "con el diagnóstico, el análisis clínico no hace más que empezar " (22, p. 67).
¿Debemos concluir a una postura antiracionalista, tal el reproche que le efectuara Lacan? No es seguro, puesto que Minkowski va a exigir del trastorno esencial que dé el acceso a la interpretación, a la explicación y a la práctica6. Por otro lado, es cierto que es en este lenguaje que se expresa, de genealogía bergsoniana y nietzscheana, la misma de sus inclinaciones espiritualistas.
La harmonía con la vida o el contacto vital.
Ya hemos señalado las divergencias entre el punto de vista de minkowski y el de Freud en lo que respecta a las relaciones entre ser y devenir. Aqí la obra de Minkowski toca a ese punto que crea una frontera y que concierne la concepción antropológica que implican las concepciones sostenidas. Minkowski forma parte de el ilustre linaje de humanistas, al lado de Bergson, Henri Ey o Sartre, es decir aquellos para quienes existe una completud del individuo, una unidad del sujeto, que se exprese bajo el modo de "su libertad", "su conciencia", "su harmonía con la vida", etc., opuesta a este otro linaje, no menos ilustre, que componen Marx, Freud, Lacan, entre otros, para quienes el individuo está alienado en sus estructuras económicas, sociales, psíquicas o de lenguaje, y en perpetuo conflicto7.
Esta "harmonía maravillosa" es el resultado de la síntesis, Aufhebung de los contrarios minkowskianos: "En la vida, la inteligencia y el instinto, o en otras palabras, los factores de nuestro psiquismo refiriéndose al sólido, a la inercia, al espacio, por un lado, y por el otro lado aquellos que se refieren a la duración vivida, al dinamismo, se entrepenetran y forman un todo harmonioso. Cada uno de ellos se muestran insuficientes a asegurar la existencia del individuo, cada uno de esos dos grupos de factores viene a completar al otro, limitándo al mismo tiempo, de un modo natural y apropiado, su campo de acción " (22, p. 89).
La harmonía con la vida es el otro nombre de su concepto "contacto vital con la realidad", del lado de lo irracional: "El contacto vital con la realidad parece corresponder bien a los factores irracionales de la vida. Los conceptos ordinarios elaborados por la fisiología y la psicología, tales como la excitación, sensación, reflejo, reacción motriz, etc. pasan al costado, sin alcanzarlo, sin siquiera rozarlo" (22, p. 82). Pero veremos más adelante, que hay mucho más en este concepto, escondido detrás del lenguaje irracionalista.
EL RACIONALISMO MORBIDO Y EL GEOMETRISMO MORBIDO
Sven Follin lo notaba bien, en el concepto de "contacto vital", "Hay que resaltar el término vital, puesto que lo que el esquizofrénico pierde no es la posibilidad de un simple contacto sensorial con el ambiente sino la dinámica de esos contactos, es decir todo lo que toca al carácter vivo de la relación del sujeto con los otros" (10, p II). Es, justamente, poner el acento sobre la dimensión social de esta noción: la ruptura con el mundo humano, el lazo social dirán otros más tarde8.
Esta alquimia que sostiene entre razón e instinto, es social de cabo a rabo e implica la acción humana, la obra, como él se expresa: "El impulso vital conduce a la obra (en el sentido más amplio de la palabra) y esta, por más revolucionaria que pueda parecer, si realmente tiene algún valor, se dirige siempre al alguien y tiende a integrarse en la realidad [ ] (las itálicas son nuestras N.d A).
Allí en donde el impulso personal es demasiado fuerte y es tomado al pié de la letra, en donde se quiere crear algo absolutamente personal y donde no se busca más que eso, la obra deja de ser cada vez más revolucionaria u original; se degrada y no es más que un pobre gesto trastornado o de un enfermo" (22, pp. 162-163). La ruptura de este equilibrio, de esta harmonía, es el racionalismo mórbido.
"El loco "des-razona" mucho menos de lo que se cree, quizás no des-razona nunca" (22, p. 76). Tal es la esencia del racionalismo mórbido, que no es, lo menos del mundo, un síntoma entre otros, sino la esencia misma de la locura. ¿Cómo no evocar aquí la advertencia de Pascal "los hombres son tan necesariamente locos, que sería estar loco por una voltereta de locura, de no ser loco" citado por Lacan en su Rapport de Rome, él quien decía "la psicosis es un ensayo de rigor. En ése sentido yo diría que soy psicótico"?
Minkowski pone en evidencia como el esquizofrénico, privado de la facultad de asimilar todo lo que es movimiento y duración, golpeado de inercia dialéctica podríamos decir, "tiende a construir su comportamiento con factores y criterios cuyo dominio propio es en la vida normal, únicamente la lógica y las matemáticas" (22, p. 104). Es lo que va a llamar "el pensamiento espacial" de los esquizofrénicos, partiendo de los opuestos espacio/tiempo del binomio bregsoniano. La atrofia de los factores relevando del instinto y que están "moldeados sobre la forma de la vida", así como la hipetrofia compensatriz de todo lo que tiene que ver con la inteligencia cuyo "objeto es lo sólido inorganizado, que no se siente cómodo que en lo discontinuo, en la inmobilidad, en lo muerto", todo ello es lo que caracteriza la esquizofrenia para Minkowski, como veremos a través de algunos de sus casos clínicos.
Dos casos clínicos
Minkowski ilustra sus concepciones a través del caso de un maestro de 32 años que viene a consultar al Dispensario de Profilaxis Mental. Su queja principal la constituye una "descomposición fisiológica" que resiente dolorosamente, una sensación de "vacío en la cabeza" que atribuye a una salivación exagerada; su voz lo "sugestiona", está "como muerta" y prouce la impresión de una "voz de un muerto que vuelve". Todo su ser y su voz sufren una "regresión; se siente transportado quince años hacia atrás.
"Nuestro enfermo no tiene alucinaciones, ni ideas delirantes, dice Minkowski. No constatamos en él el más mínimo signo de una mente debilitada, pero desde el comienzo de nuestro exámen, nos sorprende su comportamiento. [ ] Esta actitud profundamente mórbida nos hace diagnosticar una esquizofrenia, e inclusive una esquizofrenia grave y avanzada.
Es esta actitud la que trataremos de precisar ahora. El detalle siguiente nos parece muy característico; lo elegimos por esta razón como punto de partida. El enfermo nos cuenta que desde hace años, se interesa mucho a los problemas filosófícos; se había habituado a anotar sus reflexiones y había reunido un stock considerable de notas. Le preguntamos si había leído muchas obras filosóficas: "No, al contrario, me había impuesto el deber de no leer para no deformar mi pensamiento". Huía el contacto con los otros hombres "para no verme perturbado en mis reflexiones". La actitud mórbida se perfila así netamente. Se aisla del mundo para buscar en él mismo la fuente de sus pensamientos filosóficos. No nos sorprenderá ahora saber que uno de sus descubrimientos consiste en "hacer surgir el espíritu de la acción de los ácidos sobre las terminaciones nerviosas" [ ]. Sin ser filósofo, dice Minkowski, ni siquiera filósofo frustrado, nuestro maestro se ahoga en sus reflexiones filosóficas. [ ] Todo acto de la vida es abordado del punto de vista de la antítesis racional del sí o del no, o mejor, de lo permitido y de lo prohibido, de lo útil y de lo perjudicial. En ese sentido hablamos de actitud antitética. [ ] Nuestro enfermo nos dice que había tomado el hábito de "pasar todos sus actos por el tamiz de sus principios". Bajo la idea de perfeccionamiento espiritual, "excluye de su existencia todo trabajo material", y entonces no pude ocuparse más de su colmena, a la cual le consagraba con amor su tiempo libre y que clasifica ahora en la rúbrica: trabajo material".
"El hecho de venir a consultar al Dispensario constituye un "suicidio moral", puesto que, para él, "el hombre debe reaccionar solo, por su propia voluntad". Lógico, lo es, dice Minkowski, e inclusive de más. [ ] Las antítesis determinan así toda la actitud de nuestro paciente. Su regeneración moral, nos dice, comiena en 1918, en un campo de prisoneros en Alemania. Busca en ese momento "despegarse de la materialidad y determinarse en sus actos por principios impersonales. Hay que alcanzar la sabiduría, es la verdadera felicidad, pero para eso hay que estar solo, hay que sustraerese a todo elemento perturbador". Bajo la influencia de estas ideas empieza a producirse la transformación de su personalidad; adopta un sistema consistente a aplicar un principio por semana, tales como el de la justicia, el de la templanza y sobre todo el del silencio. Deja de hablar y no contesta a las preguntas más que cuando corresponden a sus principios. Sus actos "estaban reglamentados minuto por minuto, tenía el espíritu constantemente ocupado y tamizando sus principios, no respondía a los otros y no hablaba espontáneamente más que cuando sus principios se lo permitían". "Sus problemas actuales", dice, "datan del instante en el cual se dejó arrastrar a hablar impulsivamente", lo que es contrario al programa de racionalismo exclusivo que se había diseñado. Después de la guerra, retoma su puesto de institutor como un determinista convencido, y aplica a sus alumnos en razón de su completa irresponsabilidad, el principio de indulgencia absoluta; trata de dirgirse a sus razones y sufre de verlos sonreírse y no comprenderlo. Luego, siguiendo las sugestiones de un director, aplica un método estrictamente militar, se vuelve excesivamente severo y reprime el ideal. Un período regido por el "principio liberal de la suavidad" sucede al precedente: "Practicaba, hasta le mes de junio, una disciplina impersonal, pero excesivamente firme y confiada en la autoridad que confiere la dignidad de la conducta, resultando de la dignidad de los pensamientos. Apasionado de lógica, había silenciado durante un año mis tendencias idealistas, para utilizar una disciplina militar que me parecía ser un deber profesional, consistente en la imposición de sanciones severas". Y dice aún: "Comencé algunos trabajos manuales para ayudar a mis padres. Esta subordinación de mi actividad a estos dos viejecillos, buenos y corajudos, me volvió más sensible a sus ataques senimentales que, hasta ese momento, se habían chocado al sentimiento humanitario más poderoso. Y me sentí rápidamente volverme el niño obediente Todos mis derechos a la inciativa me parecieron caducos y tuve la impresión de un ahogo atroz"".
Otro caso le permite a Minkowski precisar su noción de geometrismo mórbido, otro aspecto del racionalismo mórbido.
Es el caso de un paciente que desde sus 16 años comineza a "obsesionarse", según su propia expresión, a propósito de las construcciones. Duda de su solidez y se pregunta si las paredes de su escuela están bien derechas. "Me atormentaba [ ] a propósito de las bóvedas de las iglesias, no admitía que se haga soportar todo el peso sobre los nervios y los pilares, del mismo modo que sobre la llave [el paciente se refiere aquí, al menos en algunos de sus efectos significantes, a términos de la arquitectura]. Todo esto debería faltar. No admitía tampoco el cemento entre los bloques de piedra, puesto que consistían para ellas un punto de apoyo frágil que ellas mismas aplastaban. Me decía que las casas solo se mantenían de pié gracias a la atracción terrestre. Y luego llegué a dudar de mis sensaciones".
"Luego, prosigue Minkowski, es la "manía de simetría" que se instala. Regula, a partir de ella, toda su actividad. Camina, de preferencia, por la mitad de la calle. El tratamiento que le prescribe un médico no debe bajo ninguna condición comenzar antes del mes de noviembre. Y ello debido a que el tratamiento duraría varios meses "y se encontraría, en esas condiciones, repartido entre dos años diferentes y se vería así desmembrado"".
Toma también por hábito pararse delante de un espejo, los pies juntos, buscando para su cuerpo una simetría absoluta, para obtener, como dice "una posición absolutamente perfecta". Con ese mismo propósito, retenía su respiración tanto tiempo como le fuera posible.
"En el servicio, dice Minkowski, le hacemos injecciones de cacodilato de sodio. En un momento dado, nace en él la idea que un pedazo de algodón habría penetrado en él junto con la injección. Esta idea no hará más que crecer, más de una forma particular. Por contiguidad, edificando por así decir, construcciones imaginarias de orden únicamente geométrico y racional, se extiende cada vez más. "La obsesión aumenta. No es solamente el algodón, es además metal de la aguja lo que puedo tener en el cuerpo, vidrio de la jeringa, y todo ello remonta por el pensamiento hasta los órganos esenciales, hasta el cerebro, por ejemplo. Y el cacodilato apilado sobre todo esto está desvirtuado y las injecciones siguientes, amontonadas sobre ésta, pecan a la base. Y las precedentes se ven sacudidas a su vez por la mala, que come todo. Todo el tratamiento no vale nada. Habría que poder demolir hasta la raíz, hasta los cimientos y reconstituirlo en buenas condiciones. Por otro lado, no se debe que un mal tratamiento dé buenos resultados, puesto que estos buenos resultados que se construyen sobre la mala muralla constituída por el tratamiento, serían sujetos a caer con ella. E inclusive además del riesgo de desmoronamiento, me es imposible soportar la idea absolutamente ilógica de que algo bueno repose sobre algo malo, bloques de piedra apoyándose sobre puré, mientras que debería ser todo lo contrario". [ ] El plan es todo para mí en la vida [ ]. No quiero, a ningún precio, fallar a mi plan, perturbo la vida antes que el plan. Es el gusto por la simetría, por la regularidad lo que me atrae hacia mi plan. La vida no muestra regularidad, ni simetría y es por ello que fabrico mi realidad. Es al cerebro que atribuyo todas mis fuerzas. [ ] Lo que voy a decir parecerá formidable, pero así es. Mi estado de espíritu actual consiste a no dar fé más que a la teoría. No creo en la existencia de una cosa más que cuando lo he demostrado. Por ejemplo, el cuerpo de la mujer produce una impresión sobre el hombre. ¿Porqué? He aquí una cosa de la que dudo, porque no llego a demostrarla. No me veo arrancado por ello, arrastrado por la existencia sin punto de apoyo y fiándome únicamente a mis impresiones. Me parecería que estoy en el aire, lo que es ilógico"".
"En la calle, prosigue Minkowski, se vé algunas veces impresionado por una mujer. Regresa entonces a su casa, se sienta en una silla, se cruza de brazos, toma una posición lo más simétrica posible y se pone a reflexionar. Busca resolver el problema, porqué el cuerpo de una mujer produce una impresión particular sobre el hombre. Espera "que todo ello sea reducido a las matemáticas, inclusive la misma medicina y las impresiones sexuales".
Dejémos aquí estos ejemplos tomados del libro que Minkowski escribe en 1927 (capítulo II), invitándolos a recurrir al original, puesto que estas observciones son bastante más extensas y sobre todo están puntuadas de sus reflexiones, que no dejan de sorprendernos en cuanto a su innovación y su antecesión con respecto a las elaboraciones lacanianas de la lógica del significante y del nudo de la lógica con la sexualidad.
Las actitudes mórbidas
A partir de esta noción del racionalismo, Minkowski analiza las "actitudes mórbidas", verdaderas estructuras positivas, en el sentido de Henri Ey. "Cuando uno de los factores esenciales de la vida psíquica falta, los que permanecen intactos tienden a reagruparse para establecer, en la medida de lo posible, una especie de nuevo equilibrio. Este, presentando caracteres profundamente mórbidos, constituye sin embargo un salvavidas para la personalidad claudicante [ ]. Intenta salvaguardar así su aspecto humano" (22, pp. 237-238). Así nace la noción de actitudes esquizofrénicas, soluciones psíquicas frente a la desagregación que se desprende de la pérdida del contacto vital con la realidad.
La actiud antitética, la actitud interrogativa, el malhumor mórbido, el fantasiar mórbido, los remordimientos mórbidos, no constituyen elementos aislables permitiendo construir chek-lists, sino verdaderas respuestas concretas de un sujeto frente a su problemática, sin otro sentido que el que les dá su existencia.
Así deben entenderse las nociones de autismo rico y autismo pobre: "El primero tiene como prototipo al sueño. Se caracteriza sobre todo por la constitución de un mundo imaginario. Los complejos juegan un rol preponderante. Determinan el contenido de los síntomas [ ], así como las variaciones, a menudo incomprehensibles para nosotros" (22, p. 172). El autismo rico apunto a lo que hay de vivo en la personalidad mórbida y Minkowski, contrariamente a Jaspers, muestra bien que la incomprehensibilidad no es tal más que para nosotros, y que estas manifestaciones mórbidas tienen un contenido psicológico, un sentido preciso y vivo. El autismo pobre muestra, para él, el trastorno esquizofrénico al estado puro, el detenimiento o la quebradura del impulso personal.
El valor terapéutico de la noción de Minkowski
El pensamiento de Minkowski sobre la esquizofrenia es profundamente antidefectual y anti pesimista9: "Desde Kraepelin, ni la noción de demencia precoz ni, por consecuencia, la de esquizofrenia no implican la noción de incurabilidad [ ] Aún en los casos graves, remisiones tardías son posibles " (22, p. 184). Allí sitúa el interés de sus concepciones, puesto que como lo dice él mismo "En psiquiatría nuestros conceptos noslógicos pueden tener en ellos mismos un valor terapéutico" (22, p. 249). Y sostiene la dirección del efuerzo que debe hacer "la psiquiatría contemporánea a volverse de entrada, es decir por la naturaleza misma de sus nociones fundamentales, una psiquiatría psicoterapéutica" (22, p. 254).
EL TIEMPO VIVIDO (LE TEMPS VECU)
La reflexión de Minkowski sobre el racionalismo mórbido va a continuar a lo largo de toda su obra escrita. Su lugar va a precisarse con el desarrollo de otros conceptos propios a su pensamiento. Así, nos parece necesario continuar con el análisis de dos de las obras mayores que constituyen su trilogía.
Publicado en 1933, en éste texto Minkowski va templar un poco su binomio espacio/tiempo. Como lo dice él mismo, integra la fenomenología huserliana, ausente en su obra sobre la esquizofrenia enteramente bajo la influencia bergsoniana. El texto se divide en dos libros: un Libro I dedicado a estudios fenomenológicos sobre el tiempo vivido, y un Libro II conteniendo estudios psicopatológicos. Lacan lo califica de "Obra ambiciosa y ambigua". Nota que los propósitos de Minkowski con respecto a su amigo Mignard, "síntesis de su vida científica y de su vida espiritual - síntesis tan rara en nustros días en los cuales hemos tomado el hábito de erigir una barrera infranqueable entre la pretendida objetividad de la ciencia y las necesidades espirituales de nuestra alma ", pueden tomarse como una confesión de las propias posiciones metafísicas de Minkowski. Lacan reclama "el derecho de restituir la barrera aquí evocada, que por cierto no es para nosotros infranqueable, pero constituye una nueva alianza entre el hombre y la realidad" (13, p. 425). Resalta enonces el triple contenido de la obra: objetivación científica, análisis fenomenológico y testimonio personal. La contribución incontestable la constiuyen los datos de la patología mental en los cuales Minkowski aporta una novedad metodológica, su "referencia al punto de vista de la estructura, punto de vista bastante extraño, pareciera, a las concepciones psiquiátricas francesas, para que muchos crean aún que se trata allí de un equivalente de la psicología de las facultades " (13, p. 426).
Libro I, La fenomenología.
Abordemos sumariamente el contenido de esta parte de la obra. El tiempo vivido es otra cosa que el tiempo medible, asimilable a un cierto espacio. Es sinónimo de dinamismo y al mismo tiempo compatible con los fenómenos de duración y estabilidad (quienes a su vez son otra cosa que lo inmóvil y lo muerto). Algunos ejemplos: el recuerdo con su llamado al pasado, el deseo y la esperanza vueltos hacia el porvenir. Estos fenómenos no pueden ser examinados solamente como desarrollándose en el tiempo, puesto que poseen una estructura particluar, determinan la contextura del tiempo vivdo (24, p. 15). Así, la palabra clave es el devenir. Y cuando analiza la memoria, Minkowski resalta el aspecto narrativo de la misma, su relación esencial con el lenguaje. Este aspecto narrativo es el que le permite centrar la noción de presente: "el presente es el recitado de una acción, que hacemos mientras estamos actuando " (24, p. 29).
Algunos temas ya abordados en La Schizophrénie encuentran naturalmente su lugar aquí. En particular el impulso personal, comprtando a la vez, un aspecto en el cual se le da la preeminencia a la experiencia, y otro aspecto que lo situa como superindividual, transpersonal. Sobre estos aspectos se concentran las críticas que Lacan le dirige a Minkowski, en particular al aspecto místico, espiritualista que Minkowski no rechaza. La posición de Lacan se explica puesto que este aspecto iracional del impulso vital se va a ver contestado por el psicoanálisis, quién según Minkowski, "a través de esta racionalización misma se muestra poderoso en la vida colectiva, como lo es en otro orden de ideas el materialismo histórico con el cual tiene más de un punto en común" (24, p. 50), pero el [psicoanálisis] substituye sus imágenes racionales a la fuente misma de nuestra vida. Como vemos, Minkowski está lejos de negarle un alcance terapéutico al psicoanálisis. Por el contrario, puesto que ha sido testigo del encuentrio entre el psicoanálisis y la esquizofrenia en el Burghölzli de Bleuler. ¿Debemos recordar que Jung y Abraham trabajaron allí junto a Binswanger, el otro fundador de la psiquiatría fenomenológica? Por otro lado, cuando aborda la cuestión del contenido de la psicosis, se refiere a menudo al ejemplo de la tesis de Jung (11), del sentido al fin reencontrado de aquella vieja enferma repitiendo en sus estereotipias los gestos de su enamorado zapatero. Como lo dice el mismo, es sobre el plano de las concepciones generales que hay ruptura: es la incompatibilidad entre Freud y Bergson.
El porvenir es pasado por el tamiz de la oposición entre un saber y un vivir. Pero la cuestión esencial es "¿cómo vivimos el porvenir, independientemente y antes de todo saber?" (24, p. 72). Puesto que el porvenir contiene de manera primitiva la noción de dirección en el tiempo y hace que nuestra vida esté esencialmente orientada hacia el porvenir. Así emerge una línea de estructuras que de la actividad y la espera, pasando por la plegaria, va hasta el acto ético. El porvenir constituye ese horizonte que no desaparece jamás y que de ese hecho no se confunde con el devenir, "El porvenir dura mucho tiempo", decía dolorosamente Althusser...
La muerte merece también un capítulo de reflexión, y su reflexión hace aparecer en esta noción importantes asimetrías, en particular con la oposición entre una muerte inmanente, que no es lo contrario de la vida sino lo que la encuadra y le da sentido, una muerte dialectisable, el reconocimiento de una mortalidad que da el primer conocimiento del provenir; y por otro lado una muerte transitiva que rompe nuestro impulso hacia el porvenir.
Libro II, La psicopatología.
En el comienzo de esta parte específicamente psicopatológica y bastente paradójicamente, en apariencias, Minkowski le rinde un vibrante homenaje a De Clérambault y su concepción de automatismo mental. Señala claramente el hecho de que no se satisface de sus concepciones organogenéticas, pero el hecho de haber valorado un síndrome fundamental le parece de un gran valor.
Minkowski retoma su noción del trastorno generador para marcar sus diferencias con la psicología, "esta psicología de las facultades del alma, para siempre escolástica", objeto de las acerba críticas de Lacan, quién a pesar des sus diferencias se solidariza completamente con Minkowski en este punto (13).
De lo que distingue como el doble aspecto de los trastornos mentales, forma y contenido, Minkowski va a ocuparse de lo que le parece lo más fundamental: la forma. Si compara la teoría de Bleuler con una teoría anatomo-médica, en el sentido en el cual el alma es disecada en funciones aisladas, en tanto y en cuanto toda la situación es abordada del punto de vista de "estar enfermo", es para oponerle su actitud, que concibe las manifestaciones psíquicas como una unidad. Su objeto no es un psiquismo disociado (en el sentido habitual del término), sino una vida psíquica sui generis. Minkowski enfrenta "estar enfermo" a "ser diferente", y dice "para hablar con Gruhle, ponemos ahora en lugar de un "menos" un "diferentemente""10 (24, p. 233). Es lo que él define como la actitud fenomeno-psicopatológica. Esencial dialéctica de lo cuantitativo y lo cualitativo, de lo cual hablaremos un poco mas tarde.
Minkowski se abandona entonces a magníficos estudios clínicos sobre los estados depresivos, demostrando clínicamente, entre otras cosas, que entre depresión reactiva y melancolía no es cuestión de cantidad, sino de calidad.
La fenomenología del tiempo va a encontrar su terreno ideal en los estados depresivos. La oposición entre tiempo vivido, el tiempo dinámico, y la mecanización del tiempo de los estados melancólicos; la ausencia de orientación de nuestra vida hacia el porvenir que le dá un sentido, la ausencia de proyecto y la omnipresencia de la muerte transitiva, constituyan los hallazgos de su método. Numerosas observaciones clínicas de gran riqueza ilustran sus propósitos.
En lo que respecta a los estados maníacos, Minkowski mete bien el acento que lo esencial no es que la actividad psíquica característica sea más rápida que la normal, lo que en nuestros días constituiría una clara ventaja, sino únicamente un contacto instantáneo, sin penetración. El excitado maníaco vive sólo en el ahora, no hay un presente, como de modo general no hay en absoluto un despliegue de la vivencia en el tiempo. Recuerda entonces los consejos de un colega, quien notaba que algunas veces se lograba calmar un tiempo a los maníacos fijando su atención en el pasado, puesto que haciendo intervenir el pasado, liberamos al maníaco del poder del ahora en el cual se encuentra y del cual es incapaz de hacer un presente. El análisis estructural de la excitación maníaca, al igual que la depresión melancólica, se deja definir como una subducción mental11 en el tiempo.
El último capítulo del libro, marca la distancia tomada con respecto al binomio bergsoniano espacio/tiempo, para introducir un espacio vivdo, a(matemático y a geométrico. Señala que el espacio vivido forma un todo indivisible12 en el cual la distancia tiene una significación completamente diferente que la simple juxtaposición de puntos en el espacio. Posee un carácter puramente cualitativo. El análisis fenomenológico del espacio difiere de su concepción geométrica. Los conceptos de imprevisto, de azar, de coincidencia, de contingencia poseen una mayor afinidad (notemos que todas estas nociones hacen referencia al encuentro, tuché ). La ausencia de la noción de azar lleva así, como ya lo había notado Freud, a una concepción delirante persecutiva. Las alucinaciones constituyen neoproducciones, forman parte de un mundo desocialzado. Minkowski define entonces al automatismo mental como una subducción mental en el espacio.
EL TRATADO DE PSICOPATOLOGIA
Tatossian (32) distingue dos líneas de psiquiatras fenomenólogos: Minkowski, quién accesoriamente acudía a los filósofos sin insistir al extremo sobre la especificidad fenomenológica, y Binswanger quien consacra una gran parte de su informe sobre la fenomenología a las nociones de eïdos e intencionalidad de Husserl. Esta diferencia se mantendrá hasta que, a partir de 1930, Sein und Zeit se volverá la referencia filosófica principal de Binswanger. La diferencia se acentúa por el hecho que Minkowski decía explícitamente que no apreciaba Heidegger, de lo que Lacan se lamentaba (13).
Encontramos al interior de esta última gran obra de Minkowski muchas cuestiones abordadas precedentemente. La dialéctica forma/contenido es una de ellas: "Entre la psiquiatría clínica y el psicoanálisis, encuentra su lugar el análisis estructural. No se ocupa del contenido, sino de la forma. No concibe la forma como algo inmóbil sino que busca a aprehenderlo en su mobilidad, en su dinamismo viviente " (25, p. 589). En la pluma de Minkowski, se trata de una forma dialéctica. Ya vimos que, tanto Lacan como Ey, reconocen a Minkowski como el introductor de la noción de estructura, noción que no posee un sentido unívoco13. Las relaciones de Minkowski con el psicoanálisis son difíciles. Lacan hubiera deseado en este pensador "un desconocimiento (méconnaissance) menos sistemático", sopesando bien el término desconocimiento. En efecto, Minkowski identifica el pensamiento de Freud a una phyisikalistiche theorie. Por otro lado, es notable la ausencia casi total de toda referencia directa en sus obras a los textos de Freud. En su lugar aparecen Paul Schift, M. Boss y sobretodo Jung. Lo que él llama la psicopatología afectiva, que identifica al "contenido", es mucho más cercano a la psicología junguiana, que lo había marcado a la ocasión de su pasantía en el Burghölzli "Me siento más cercano de él que de Freud" (25, p. 411). Pero esta oposición de principio, producto de una reducción de la obra de Freud a algunas de sus referencias epistemológicas, oculta bien varios puntos de concordancia, como veremos.
Lo antropológico, lo social.
Su método, que le gustaba llamar simplemente psicopatología, la definía como una psicología del pathos humano14. El pathos humano entendido como una reflexión sobre el sufrimiento de las bases de la persona humana en donde la angustia, la afectividad, la expresión, la espontaneidad, la autenticidad, encuentran su lugar. No se refiere a psicologías llamadas "científicas" "cuidadosamente expurgadas de todo lo que hay de auténticamente humano en nuestra existencia" (25, p. 65). Se pretende una psicología del ser humano. Y es sobre el término humano que el acento debe ser puesto ya que implica una concepción antropológica determinada.
"Lejos de mí la tendencia a suspender lo psíquico en el vacío. Creo solamente que lo "psíquico" encuentra su fundamento no exclusivamente en las relaciones órgano-psíquicas, sino en las primitivas y findamentales relaciones interhumanas" (25, p. 29). De entrada, es lo social lo que marca su concepción antropológica. "Pertenecemos a un grupo, a una colectividad, a una profesión, una corporación, y los lazos que unen los diversos miembros de un grupo, serán más o menos extrísecos (lugares, tiempo, historia, filiación, "soy un miembro"). Pertenecer a parece ir hasta la fuente misma de la vida. Depasando lo que se sitúa en el tiempo y el espacio, lo que no es más que condiciones y circunstancias, toca al lazo que, de una manera primitiva e intríseca esta vez, une los seres humanos constituyendo aquello a lo que todos se miden" (25, p. 78). "Es lo humanamente común que prima, y de lejos, sobre los individuos aislados" (25, p. 123). Esto es lo que constituye la realidad humana, el ambiente, para Minkowski.
La psicosis y lo social
Aquí reencontramos nuestros propósitos concernientes al racionalismo mórbido. La ruptura con el ambiente es la esencia de la locura. Para Minkowski, los locos no forman comunidad. Son seres fuera del discurso. A partir de esto critica el punto de vista que establece un paralelismo esquizo-primitivo. En lugar de centrar la custión sobre una eventual regresión a estadios primitivos, mete el acento sobre el fenómeno de la creencia: "La creencia se pone siempre en perspectiva sobre lo colectivo, o mejor aún, sobre lo humanamente común: exige, aunque sea virtualmente, a ser compartida. Ello hace que en lo que respecta a los propósitos de los esquizofrénicos, la idea real "creencia" no nos venga al espíritu. [ ] Ello no significa, evidentemente que él no crea, o que busque a inducirnos, nosotros o él mismo, en error, a engañarnos. El todo se sitúa sobre el plano de existencia que "ser esquizofrénico" realiza. A través de ello volvemos a lo que decíamos desde el principio sobre la diferencia cualitativa que separa la mentalidad primitiva del modo de ser autístico del esquizofrénico" (25, p. 402). Creencia delirante sobre fondo de incredulidad colectiva... Encontramos en el bello estudio de Jeanine Chamond una excelente ilustración de este ser-en-el-mundo del esquizofrénico: "En una existencia en falta de continuidad, en la cual nada está verdaderamente entramado, el está condenado a una errancia a la vez temporal, espacial, identitaria, del lenguaje, al margen del mundo común. No legitimado en la institución simbólica, sin enlaces en el tiempo de la comunidad, sin llegar a constituir una experiencia, también se ve privado de la justificación de sí que da la experiencia natural del mundo. Su drama puede tomar el sentido de una ilegitimidad a existir" (5, p. 323).
Pero lo que podemos llamar en Minkowski, sin forzar las cosas, la excentración de la esencia humana, a imagen de otras excentraciones, no es un determinismo social, ni aún menos un determinismo biológico: "Transmitido con fatalidad, susceptible de pesar mucho sobre el destino a la ocasión, los rasgos hereditarios no agotan la persona humana. Existe siempre un margen más o menos grande, por supuesto, pero que existe siempre. La persona humana se ve llamada a moldear con sus manos lo que se le ha impuesto fuera de ella, y de darse, de afirmarse de un modo que les propio" (25, p. 264). Es el mismo término margen que encontramos en la pluma de Freud cuando trataba del caso Leonardo da Vinci.
Lo antropológico y lo psicopatológico en Minkowski, exige que tengamos en cuentalas bases sociales del individuo humano, y no como una contingencia sino como una necesidad.
La metodología
La noción de forma, de estructura, de totalidad, imponen una inversión metodológica con relación a la psicología: "Lo que importa no es tanto el "síntoma", sino el fondo mental del cual procede y que determina la significación" (25, p. 34). Minkowski critica entonces la semiología corriente, las clasificaciones "sensualistas" de la alucinaciones nacidas de las teorías de las facultades del alma" (25, p. 49).
Esta prioridad dada a la forma, lo hace ir de lo cuantitativo a lo cualitativo. Su posición metodológica comporta como consecuencia que, en lugar de partir de los trastornos leves, más o menos cercanos de lo normal, para ir después a los trastornos más graves y no ver así más que diferencias de grado, cuantitativas, "meteremos en el centro, poniendo así el acento sobre lo cualitativo, los trastornos más graves, tales como la convicción delirante o la alucinaciones, para en todo caso después buscar en sentido inverso [ ]. Antes de toda explicación, hay que fijar la mirada sobre el hecho estudiado para preparar los caracteres esenciales" (25, p. 55)15.
Patología de lo psicológico o psicología de lo patológico (cuantitativo et cualitativo)
"Llegamos así a un punto crucial. No es más "estar enfermo"lo que nos sirve en primer lugar de puerta de entrada a nuestras investigaciones, sino ser diferentemente [ ] Tenemos de entrada un ser radicalmente diferente delante nuestro, y por el vocablo "radicalmente" traducimos que se trata de otra cosa que de simples diferencias individuales, como lo constatamos a cada paso en la vida corriente, ni de esas graduaciones que, sobre el plano empírico, pueden llevar insensiblemente de lo normal a lo patológico" (25, p. 80).
Esta dialéctica de lo cuantitativo y de lo cualitativo constituye una clave del pensamiento de Minkowski. Ya que para definir lo humano debe privilegiar lo cualitativo. Y entonces vemos surgir en el Tratado la noción de reificación16, como la metáfora misma de la pérdida de contacto con la realidad, del mundo humano frente al mundo inhumano, dice Minkowski: "A primera vista, entre la reificación tornada hacia el exterior y la pérdida de contacto con la realidad del mundo exterior, con predominio excesivo de los mundos imaginarios o de los mundos abstractos, e igualmente el pensamiento irreal (dérréel) de Bleuler, hay incompatibilidad. [...] El objeto nos aparece ya no como paradigma de la realidad, sino en un cierto sentido como producto de la abstracción relevando de la la realidad descarnada". Esta noción, ya utilizada por Gabel, Lukacs y Lefebvre, proviene a su vez del texto de Marx, El carácter fetiche de la mercadería. Este texto, gira alrededor de la teoría del valor y constituye una profunda reflexión sobre la dialéctica de lo cuantitativo y de lo cualitativo, así como de la deshumanización de las relaciones humanas, por lo tanto de lo social, en el carácter fetiche de la mercadería, privilegiando lo cuantitativo sobre lo cualitativo17.
Avatares de sus nociones
A los binomios que le sirvieron en el pasado (racional/irracional, tiempo/espacio), Minkowski va a agregar un tercero: una dialéctica inspirada de Bachelard entre lo real y lo irreal. Como ya lo notó Henri Ey (7), esto lo acerca mucho del inconciente freudiano, del cual no le gustaba mucho hablar18, o del imaginario lacaniano.
Pero como nos lo dice Belzeaux (4), la introducción del lenguaje en la teorización de la simbolización, de lo social diríamos aquí, implica siempre un ternario. Y al final de su Tratado nos encontramos en presencia ya no de dos principios vitales, sino de tres poderes formales fundamentales: el poder racional, el poder afectivo y el poder sensorial.
"El primero se encuentra centrado en el objeto, la cosa; se complace en lo inmóvil; su reino es el del anonimato, de la extensión, de la universalidad, de la alteridad. El segundo tiene por objeto el ser humano en tanto que nuestro prójimo, tal como nos lo es dado en el encuentro humano, en todo movimiento de "simpatía", sus características esenciales son la proximidad, la intimidad, la profundidad [ ]; fundado en el fenómeno de la facultad de vibrar al unísono con el ambiente, está a la base de la intimidad del mundo en el cual vivimos. Pero los seres humanos y las cosas, el universo y el mundo no agotan la vida. El tercer poder se encuentra centrado sobre el Todo, sobre el comos, sobre las imágenes que tornadas hacia nostros vienen de él" (25, p. 735).
EN CONCLUSION
La noción de racionalismo mórbido se integra al corpus de la psiquiatría francesa, degradándose progresivamente a un "síntoma" cognitivo entre otros, de la esquizofrenia. Si autores como Henri Ey, que conocían evidentemente la noción de Minkowski mismo, podía aún darle una cierta relevancia, todos los manuales de psiquiatría francesa, de la década de los años setenta en adelante, como el de Lempérière por ejemplo, se limitan a sólo algunas líneas, subrayando el aspecto "pseudo-lógico", desvirtuando por lo tanto la noción originaria. La psiquiatría norteamericana no guardará nada de las concepciones de Minkowski.
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