Seminario
Nociones de la Psiquiatría
Francesa
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Dictado por : Eduardo T. Mahieu
Clase 6.c
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6. Psicosis y ensueño en la psiquiatría francesa (3° parte)
En esta tercera parte abordaremos la forma que tomó el debate psicosis y ensueño en Lacan y sus alumnos. Dicho debate va a centrarse sobre los fenómenos elementales, los momentos fecundos, los desencadenamientos, los cuales llevan la impronta de la querella ensueño y psicosis. El psicoanálisis alejó a Lacan de la cuestión. Sin embargo veremos que, en cuanto una clínica psicoanalítica tiende puentes con la clínica psiquiátrica, como es el caso de los trabajos de J. Cl. Maleval, tomar posición sobre la cuestión se torna inevitable.
UN POCO DE HISTORIA
Al modo de las célebres guías turísticas verdes Michelin, empecemos con un punto de historia. Evidentemente, encontramos, cada vez que se asoma este punto, entrelazados el pensamiento de Ey y Lacan. Lo cual permitió además algunos intercambios bastante ilustrativos de los lazos de amistad que los unían.
Lacan subvertirá la posición de Ey, que además es aquella de toda la tradición humanista europea, de las relaciones entre Conciencia e Inconciente. Es lo que le dice en Bonneval, en 1946 a propósito de la conciencia: "Realmente, toda esa "actividad psíquica" se me aparece entonces como un sueño, ¿y es acaso el sueño de un médico que mil y diez mil veces ha podido oír desenrollarse en su oído esa cadena bastarda de destino e inercia, de golpes de dados y estupor, de falsos éxitos y encuentros desconocidos, que constituye el texto corriente de una vida humana?" (6, p. 29). Para Lacan es la conciencia misma quién es un sueño.
Tanto Ey como Lacan, apreciaban la pintura de Goya, y una vez más, el mismo cuadro célebre, el Capricho N° 33 de 1799, les sirve para marcar sus diferencias. Para Ey, el mensaje del cuadro es explícito: "El sueño de la razón produce monstruos". Lacan le dará otra lectura: el sujeto del cuadro está bien despierto, pero el sueño de su razón hace de él un ser alienado en su desconocimiento (7, p. 46).
Y luego, en 1970, Lacan insiste en marcar una vez más sus diferencias, citándose a sí mismo: "El discurso de la conciencia, se ha retomado, se retoma todos los días indefinidamente en la psiquiatría, por estar, además , muy cerca del yo (moi). Uno de mis mejores amigos le ha devuelto su mejor toque: el discurso de la síntesis, el discurso de la conciencia que domina. A él respondía yo en alguna charlas que dí hace mucho tiempo sobre la causalidad psíquica que traigo a colación para testimoniar que antes de ocuparme del discurso analítico, yo ya tenia alguna orientación, cuando le decía más o menos esto: como puede hacerse para aprehender toda esta actividad psíquica, como puede hacerse para aprehender toda esta actividad psíquica de otra forma que como un sueño, cuando se escucha miles de veces, en el curso de los días, esta cadena espuria de destino y de inercia, de casualidad y de estupor, de falso sucesos y de encuentros desconocidos que hacen el texto corriente de una vida humana. No esperen pues nada más subversivo en mi discurso que el no pretender a la solución" (12).
De hecho, partiendo de un tal desacuerdo de las concepciones antropológicas anteriores a toda clínica, subrayemos ese hecho, es evidente que la dialéctica psicosis/ensueño no podía ser vista del mismo ángulo. Y sin embargo, cuando veamos más en detalle el origen psiquiátrico de los fenómenos elementales, del desencadenamiento o del momento fecundo de la psicosis, veremos que en su origen Lacan se sirvió de dicha analogía. Aprovechemos entonces, antes de abordar los puntos más clínicos, para mostrar hasta qué punto el pensamiento de Ey y de Lacan están asociados a través de esta pequeña anéctdota concerniente a los "momentos fecundos".
Los momentos fecundos: entre Jacques Lacan y Henri Ey
Si nos fiamos a lo que nos permite la técnica moderna, con sus CD ROM (3), la primera ocurrencia de la expresión "punto fecundo" aparece en la Tesis: "Esa tesis pretende estar fundada en el examen atento de la evolución clínica de la psicosis. Lejos de mostrarles a sus autores un desarrollo psicológico regular, lo que este examen les revela es que los momentos de la evolución en que se crea el delirio, los puntos fecundos de la psicosis, cabría decir, se manifiestan con trastornos clínicamente idénticos a los de las psicosis orgánicas, si bien es verdad que son más deleznables y más pasajeros", (5, p. 107). Del vamos, vemos que esta expresión de Lacan está ligada al desencadenamiento de la psicosis clínica. Estamos en 1932. El término reaparece con la misma significación en Les complexes familiaux, y luego en 1946 en el Coloquio de Bonneval, cuando Lacan viene a discutir en el feudo de su amigo Ey, dice: "Estos fenómenos aparecieron en una serie de poussées que designamos del término, que algunos han aceptado retener, de momentos fecundos del delirio". Lacan no especifica a quién designa detrás del impersonal "algunos". Un poco más lejos, en el mismo texto, Lacan no da lugar a ninguna ambiguedad: "He dado la prueba por mi estudio de los fenómenos característicos de lo que he llamado los momentos fecundos del delirio" (6). El primero en retener la expresión es sin dudas Ey, quién en el libro que comentáramos en la segunda parte de este trabajo, se la atribuye a Lacan, pero para ponerlo al servicio de su concepción organodinámica: "Toda la historia clínica del carácter "secundario" de esas construcciones delirantes, a partir de crisis matrices, de "momentos fecundos" (Lacan) de excitación o de ansiedad (infiltradas como lo hemos visto, de fantasmas oníricos) constituye una base empírica sólida para nuestra teoría" (1, p. 57).
Sin embargo, el 23 de nobiembre de 1956, en el Seminario sobre las psicosis, Lacan es menos tajante: "Me parece, pero no estoy del todo seguro, que fui yo quien introdujo la noción de momento fecundo. Ese momento fecundo siempre es sensible al inicio de una paranoia. Siempre hay una ruptura en lo que Kraepelin llama más adelante la evolución continua del delirio dependiente de causas internas". Retengamos que Lacan puntúa el momento de ruptura por su término momento fecundo. Pero, lo que nos interesa en esta parte del trabajo es la duda que deja planear sobre su autoría, puesto que toda la tradición psiquiátrica francesa posterior retendrá la expresión, hasta olvidar completamente su proveniencia.
Esta duda retorna con fuerza cuando Ey, en 1973 en su Traité des Hallucinations, en un momento en que en Francia el pensamiento lacaniano es dominante, y la influencia del Príncipe de la psiquiatría, como lo tildara Lacan, disminuye notablemente, en ese texto escrito en su biblioteca de Bonneval durante sus años de jubilación, dice en nota de pié de página comentando justamente los "momentos fecundos" de la producción delirante: "Esta expresión atribuída a J. Lacan, soy incapaz de asegurarme que no nos haya sido común" (2).
Pero dejemos el terreno divertido de la anécdota y abordemos el de la clínica.
FENOMENOS ELEMENTALES, MOMENTOS FECUNDOS Y ESTADOS ONIROIDES
En diversas partes de su obra de juventud, Lacan va a reunir los estados oniroides, los momentos fecundos y el desencadenamiento de la psicosis, como puntos de ruptura en la historicidad de la personalidad. Todo ello coincide con esos momentos que en la obra de Moreau de Tours se llama el hecho primordial, expresión que recoje Ey y que luego traduciría en un lenguaje más jacksoniano por desestructuración de la conciencia. Es el punto en que todas estas cuestiones se anudan.
Continuidad vs discontinuidad
Veamos qué dice Lacan en un texto casi contemporáneo de su Tesis: "Para el delirio de interpretación, ¿a qué causas desencadenantes atribuir su aparición sobre un terreno predispuesto? Algunas veces, lo hemos dicho, podemos notar un episodio tóxico endógeno o exógeno, un proceso ansioso, una afección infecciosa, un trauma emotional. Es hacia el estudio del onirismo y de los estados oniroides, así como en los restos post-oníricos de las intoxicaciones agudas, que deberíamos, me parece, buscar las bases de un mecanismo coherente de las eclosiones delirantes" (4).
Ocurre que guiado por esa noción de fenómeno elemental, que la psiquiatría alemana particularmente había desarrollado de modo disperso, encuentra allí el punto de encuentro con lo que Jaspers elaboraba de diferencia entre el desarrollo y el proceso, entre la continuidad y la discontinuidad, entre lo homogéneo y lo heterogéneo. Dicho punto de vista no cambiará con la introducción de la lógica significante: el momento del desencadenamiento de la psicosis es el encuentro del sujeto en lo real con la significación de su castración que no fué integrada en la trama simbólica de su existencia. Es cierto, como veremos, que el contexto en el cual la ruptura de la forclusión se inscribe, ya no será más el de una fraseología de las funciones psíquicas, sino la de la relación del sujeto con el significante, y más tarde con el goce. Sin embargo estamos delante del mismo hecho clínico.
Los estados oniroides
Sigamos avanzando. Lacan señala en su Tesis: "Kraepelin describe dos órdenes de fenómenos en la psicosis: los trastornos elementales y el delirio". Entre estos dos elementos se teje la complicada trama de las relaciones entre las psicosis agudas y las psicosis crónicas. "Entre los primeros, está de acuerdo con Sérieux en señalar la ausencia o el carácter completamente episódico de las alucinaciones pero insiste en la frecuencia de las "experiencias visionarias" bajo forma onírica o durante la vigilia, y las describe en unos términos que las hacen responder a los sentimientos de influencia, a las "autorrepresentaciones aperceptivas", a las "inspiraciones", a las intuiciones delirantes que hemos aprendido a distinguir" (5, p. 27). Los fenómenos oniroides ocupan entonces un lugar importante. Una forma más de plantear esta cuestión de psicosis y ensueño.
Lacan continúa su análisis de los momentos iniciales de la psicosis. "Esto equivale a postular para las psicosis unos estados iniciales completamente distintos de los estados de consciencia aparentemente normales que observamos en el momento en que las secuelas delirantes vienen a nuestro examen. Adelante veremos que la observación parece en efecto mostrar estados iniciales de esa índole, que, con Kretschmer, podríamos llamar estados hipnoides (5, p. 122). Lacan hace referencia también al célebre texto de Mayer Gross, Die oniroïde Erlebnisform, texto sobre el cual se apoyara Ey para elaborar su noción de boufée delirante. "Los alemanes, por otra parte, se han dedicado a definir los estados de onirismo, separándolos de los estados confusionales, con los cuales se tiende demasiado habitualmente a confundirlos, según se vio en 1920 en el informe de Delmas sobre las psicosis postoníricas y en la discusión que a él siguió. Entre estos estados llamados oniroides, se ofrece al análisis toda una gama de formas fenomenológicas de la vida mental cuyo estudio parece indispensable para la comprensión de los trastornos psicospatológicos (5, p. 123). Es de toda esa "gama de formas fenomenológicas" de la vida mental, que Lacan entiende acercarse estudiando el momento primordial del delirio.
Proceso y desarrollo
Cuando Lacan se ataca al concepto de Erlebniss paranoica, concepto sumamente cercano al de momento fecundo, lo hace invocando a Jaspers y después de haber abordado la noción de automatismo mental, en particular de De Clérambault. Lo que le interesa es la intrusión de un elemento heterogéneo, un punto de ruptura. "El concepto central es el de proceso psíquico. El concepto de proceso psíquico se opone directamente al de desarrollo de la personalidad, que puede ser expresado siempre en relaciones de comprensión. Introduce en la personalidad un elemento nuevo y heterogéneo. A partir de la introducción de este elemento se forma una síntesis mental nueva, una personalidad nueva, sometida de nuevo a las relaciones de comprensión. El proceso psíquico se opone así, por otra parte, al curso de los procesos orgánicos cuya base es una lesión cerebral: éstos, en efecto, van acompañados siempre de desintegración mental" (5, p. 142). Vemos bien que Lacan se sirve de las elaboraciones de Jaspers para ajustar su semiología psiquiátrica. Pero podemos ir un poco más lejos. Recordemos simplemente, que la oposición de Jaspers se construye entre relaciones de comprehensión y relaciones causales. Lacan guardará siempre el interés por el elemento heterogéneo, por la discontinuidad en tanto que causalidad. Recurramos brevemente al Seminario XI para sostener nuestras afirmaciones: " cada vez que hablamos de causa, siempre hay algo anticonceptual, indefinido. Las fases de la luna son la causa de las mareas; eso es algo vivo, sabemos en ese momento que la palabra causa esta bien empleada. O aún mas, las miasmas son la causa de la fiebre; eso tampoco quiere decir nada, hay un agujero, y algo que oscila en el intervalo. En resumen, no hay más causa que de lo que cojea" (11, 22 de enero de 1964).
Retornemos entonces a nuestros fenómenos elementales. Lacan continúa :"Para penetrar en el mecanismo de la psicosis, analizaremos en primer lugar cierto numero de fenómenos llamados primitivos o elementales. Bajo este nombre, en efecto, según un esquema frecuentemente recibido en psicopatologia (lo hemos visto en el cap. 4 de la parte I), se designan síntomas en los cuales, según la teoria, se expresan primitivamente los factores determinantes de la psicosis y a partir de los cuales el delirio se construye de acuerdo con reacciones afectivas secundarias y con deducciones en si mismas racionales. Confundida actualmente en Francia con las hipótesis neurológicas de una doctrina particular, esta concepción ha encontrado en Alemania una expresión de valor puramente clínico y analítico en la noción de proceso psíquico (véase la parte I, cap. 4, parágrafo quinto). Esta noción se funda en el dato clinico de un elemento nuevo, heterogéneo, introducido en la personalidad por la X mórbida. Sobre ese dato nos guiaremos para discernir el valor primitivo de los fenómenos que vamos a estudiar ahora". (5, p. 207). El valor discriminativo que Lacan le otorga a los fenómenos elementales, es en función de la ruptura que introducen.
Interpretación y percepción
Evidentemente postular la cuestión de los estados oníricos, lo lleva a aproximarse cada vez más de la cuestión de la percepción. Y es una de las novedades que Lacan introduce en su tesis, que la de abordar la cuestión de la interpretación no como un problema de error de juicio, sino como un trastorno de la percepción: "Ciertas interpretaciones dependen de mecanismos fisiológicos emparentados con los de los sueños. Según es sabido, en los sueños el juego de las imágenes parece puesto en movimiento cuando menos en parte, por un contacto con el ambiente. reducido a un mínimo de sensación pura. Aquí, por el contrario, hay percepción del mundo exterior, pero esta percepción presenta una doble alteración que la asimila a la estructura de los sueños: se nos muestra como refutada en un estado psíquico intermedio entre los sueños y el estado de vigilia; además, el umbral de la creencia, cuyo papel es esencial - en la percepción, está aquí por debajo de lo normal. En vista de ello proponemos, provisionalmente y a falta de algo mejor, para esos estados especiales de la consciencia, el término de estado oniroide del objeto por ella trasformado, dejan inexplicados ciertos .otros rasgos característicos de las interpretaciones típicas" (5, pp 209-210). Vemos bien que la cuestión no satisface completamente a Lacan. Tampoco podemos dejar de ver hasta qué punto en sus primeras aproximaciones del fenómeno de desencadenamiento de la psicosis, la cuestión de la analogía ensueño/psicosis está en el primer plano.
¿En qué consiste entonce el interés que debemos prestarles a los fenómenos elementales? Lacan nos dice que "Los fenómenos llamados primitivos podrán ser primarios en el tiempo, e incluso aceptamos que puedan servir de desencadenadores del delirio, pero no por eso explican la fijación ni la organización de éste. ¿Diremos incluso que han aportado para su construcción toda la materia, o sea ese elemento nuevo, heterogéneo a la personalidad, que permitiría definir nuestra psicosis como un proceso? (5, p. 217). Elemento de ruptura y de desencadenamiento, el interés de Lacan no dismuirá nunca sobre esta cuestión. Como dice Leguil: "Veinte años antes de su famoso "no retroceder delante de la psicosis", Jacques Lacan emplea el mismo término a propósito de este punto clínico (El Seminario libro III: "Con seguridad, menos que en otras partes no conviene retroceder ante esta investigación cuando se trata del momento de entrada en la psicosis""1 (13, p. 75).
De la experiencia a la estructura
Lacan había visto bien qué problema se planteaba entre estos fenómenos elementales, fruto de una experiencia delirante, erlebniss y el delirio que puede sucederle y que encierra el problema de las relaciones entre las psicosis agudas y los delirios crónicos: "En efecto, si los trastornos orgánicos y los acontecimientos de la historia no nos muestran más que el estallido del proceso mórbido, la fijación y la estructura de la psicosis sólo son explicables en función de una anomalía psíquica anterior a esas instancias. Nosotros hemos tratado de precisar esta anomalía sin partir de ninguna idea preconcebida. Y adonde nos ha llevado nuestra investigación es -insistamos en ello- a un trastorno que no tiene sentido sino en función de la personalidad o, si se prefiere, psicógeno" (5, p. 254)2. Dicha anomalía no es otra que los complejos inconcientes del sujeto. Lacan toma partido aquí a partir de un binomio psicogénesis/organogénesis mecanicista. Pero desconfía un tanto de un concepto de psicogénesis que más adelante va a abandonar en beneficio de una causalidad estructural.
Posteriormente, su abordaje de las relaciones entre el fenómeno elemental y la estructura cambiará bajo los efectos de una óptica decididamente estructuralista, lo que dará un nuevo toque a sus consejos semiológicos: "Como todo discurso, un delirio debe ser juzgado antes que nada como un campo de significación habiendo organizado un cierto significante, de modo tal que las primeras reglas de un buen interrogatorio y de una buena investigación de las psicosis, podría ser de dejar hablar lo más posible. Después uno se hace una idea. No digo que en la observación sea siempre como yo lo digo, y en su conjunto, los clínicos han abrodado las cosas bastante bien. Pero la noción de fenómeno elemental, las distinciones de las alucinaciones, de los trastornos de la atención, de la percepción, de los diversos niveles en el orden de las facultades, han ciertamente contribuído a obscurecer nuestra relación con los delirantes" (10, 1° de febrero de 1956). El fenómeno elemental no debe ser más entendido en función de una psicología de las facultades: : "Hay algo que me parece ser exactamente el quid del problema. Si leen por ejemplo el trabajo que hice sobre la psicosis paranoica, verán que enfatizo allá lo que llamo, tomando el termino de mi maestro Clérambault, los fenómenos elementales, y que intento demostrar el carácter radicalmente diferente de esos fenómenos respecto a cualquier cosa que pueda concluirse de lo que el llama la deducción ideica, vale decir de lo que es comprensible para todo el mundo. Ya desde esa época, subrayo con firmeza que los fenómenos elementales no son más elementales que lo que subyace al conjunto de la construcción del delirio. Son tan elementales como lo es, en relación a una planta, la hoja en la que se verán ciertos detalles del modo en que se imbrican e insertan las nervaduras: hay algo común a toda la planta que se reproduce en ciertas formas que componen su totalidad. Asimismo, encontramos estructuras análogas a nivel de la composición, de la motivación, de la tematización del delirio, y a nivel del fenómeno elemental. Dicho de otro modo, siempre la misma fuerza estructurante, si me permiten la expresión, esta en obra en el delirio, ya lo consideremos en una de sus partes o en su totalidad" (10, 23 de noviembre de 1955). El fenómeno estructural es el delirio.
Herbert Wachsberger periodiza bien esa evolución del punto de vista de Lacan con respecto a los fenómenos elementales. "La nueva semiología del fenómeno elemental [que Lacan introduce en su Tesis] desmiembra la interpretación delirante clásica y la dispersa en dos campos: el campo de las estructuras perceptivas, ocupado por la interpretación no razonante del fenómeno elemental y cuyo caracter intuitivo es algunas veces subrayado; el campo de las estructuras conceptuales que recibe la interpretación razonante típica". Pero a partir de los Propos sur la causalité psychique "antes de que se imponga el orden simbólico, el campo perceptivo (cuya alteración responde a una organicidad causal) ha cedido el lugar a la "estructura genérica del desconocimiento" propia al estadio del espejo. Este núcleo del imaginario es responsable de los momentos fecundos del delirio, que da cuenta que los fenómenos elementales sean insituables en un tiempo y un espacio objetivos". A partir del Seminario sobre las Psicosis, "la relación del sujeto al significante bajo su aspecto más formal, el significante puro, es dado como el fenómeno primero. Lo elemental en un fenómeno elemental, es lo que lo liga a la estructura de la psicosis misma". (16, pp. 24-26).
Antes de terminar con esta cuestión de los momentos fecundos y los estados oniroides, recordemos un instante que esta terminología no es privativa de la psicosis. Con otra denominación constituyó (y constituye aún como veremos más tarde) una problemática de la histeria. Como dice Lacan a propósito de Freud, comentando un artículo sobre las neuropsicosis de defensa de 1895: "Cuando [Freud] habla de la Abwehrhysterie, la distingue de otras dos especies de histerias, en un primer intento de nosografías propiamente psicoanalítica. Remitarse al artículo al que aludo. A la moda bleuleriana3, las histerias deben ser concebidas como una producción secundaria de los estados hipnoides, dependiente de determinado momento fecundo, que corresponde a un trastorno de la conciencia en estado hipnoide. Freud no niega los estados hipnoides, dice simplemente: No nos interesan, eso no es lo que tomamos como carácter diferencial en nuestra nosología.Hay que comprender muy bien que cuando se clasifica, comienzan contando el número de lo que aparentemente se presenta como los órganos coloreados de una flor, y que se llaman pétalos. Siempre es igual, una flor presenta cierto numero de unidades que se pueden contar, es una botánica muy primitiva. Profundizándola, se percatarán de que a veces esos pétalos del ignorante no son tales, son sépalos, y no tienen la misma función. De igual modo, en lo que nos concierne, distintos registros, anatómico, genético, embriológico, fisiológico, funcional, pueden estar involucrados y superponerse. Para que la clasificación sea significativa es necesario que sea natural. ¿Como buscaremos esa naturalidad? Freud no repudió pues los estados hipnoides, dijo que no los tomaría en cuenta, porque, en el momento de ese primer desenmarañamiento, lo que le importa en el registro de la experiencia analítica es otra cosa, el recuerdo del trauma. En esto consiste la noción de Abwehrhysterie" (10, 25 de enero de 1956).
Psicosis y ensueño: ¿Identidad o analogía?
No mantengamos más una cierta ambiguedad que haría pensar que los puntos de vista de Lacan y de Ey coinciden en esta cuestión de las relaciones entre psicosis y ensueño. Ey se encuentra del lado de Moreau de Tours y Lacan del lado de Lasègue. ¿Identidad o analogía? Dejemos a Lacan mismo el cuidado de responder explícitamente a la pregunta: "He releído en La interpretación de los sueños una nota referida a los procesos y mecanismos de la psicología onírica, en la que Freud cita a Jackson: Encuentren la naturaleza del sueño y habrán encontrado todo lo que puede saberse sobre la demencia y la locura. Pues bien: es falso. No tiene nada que ver, métanse esto en la cabeza. Ambos manejan sin duda los mismos elementos, los mismos símbolos, y es posible hallar analogías. Pero esta perspectiva no es la nuestra. Todo está aquí: ¿por qué un sueño no es una locura? Inversamente, lo que hay que definir en la locura es aquello por lo cual su mecanismo determinante nada tiene que ver con lo que ocurre cada noche en el sueño. No creamos que esto pertenece enteramente al activo de Freud. La edición francesa es incompleta, y no indica que hay aquí una especie de aprobación dada a Ernest Jones, quien estimó oportuno hacer el paralelo, que sin duda consideraba apto para incorporar el análisis a lo que ya estaba bien visto en Inglaterra. Demos a Jones lo que es de Jones y a Freud lo que es de Freud. Partan ustedes de la idea de que el problema del sueño deja enteramente abiertos todos los problemas económicos de la psicosis. Hoy no puedo decir más sobre el tema. Es un anticipo lanzado hacia el porvenir" (9, 2 de febrero de 1955).
La problemática psicosis/ensueño no fué abordada más por la psiquiatría francesa después del cambio de perspectiva que introduce Lacan. Y sin embargo no fué evacuada. Es desde el lado de la histeria, de las "psicosis histéricas" que la cuestión fué relanzada con fuerza por los trabajos de Jean-Claude Maleval.
LOCURAS HISTERICAS Y PSICOSIS DISOCIATIVAS
Delirio histérico y delirio disociado
La problemática de las relaciones entre el ensueño y las psicosis retomó un nuevo impulso a través de los trabajos de Jean-Claude Maleval sobre la locura histérica. Maleval va a intentar una nueva teorización de los fenómenos que la tradición clínica llamaba psicosis histérica o simplemente gran histeria o histeria grave, en sujetos que concurrían esencialmente a los hospitales psiquiátricos, y que bajo el impulso de una clínica no muy rigurosa se veían englobados cada vez más en las esquizofrenias. Su propósito es entonces encontrar los puntos de referencia clínicos permitiendo de distinguir claramente estos cuadros de los momentos fecundos propiamente psicóticos.
En su primer libro, Folies hystériques et Psychoses dissociatives (14), a partir de análisis clínicos de sujetos que fueron tratados alternativamente por él mismo en cura analítica y en los hospitales psiquiátricos, llega a las conclusiones siguientes: "Todos estos elementos incitan a hacer del delirio histérico un caso particular de los delirios oníricos, tales aquellos suscitados por el aclohol o las drogas alucinógenas. Al igual que en estos últimos, el sujeto experimenta sensaciones narcisísticas extremas, algunas veces interrumpidas o precedidas por terrores como pesadillas. Era "como un sueño", me dice Maria" (14, p. 28).
Maleval se emplea entonces a comparar el caso de Maria, que acaba de describir en detalle, al caso que Victor Tausk presentara en su célebre artículo De la génesis del aparato a influenciar, y discute la naturaleza psicótica de sus trastornos para considerarla como una histérica, al igual que su paciente. Entonces se detiene un poco sobre las precisiones que hacía Freud sobre la proyección en el texto sobre el presidente Schreber: "Me parece que tenemos en esas líneas un esbozo de una distinción entre dos modalidades de la proyección: no se ignora que sea precisamente a propósito de tales indicaciones relativas "a lo que está abolido al interior" y "proyectado al exterior" que Lacan haya despejado el concepto de forclusión, los elementos forcluídos retornando en lo real para constituir el delirio psicótico; la proyección histérica me parece más del orden de esta "sensación reprimida al interior" y "proyectada al exterior" que Freud reconoce algunas veces a la obra en el sueño" (14, p. 35).
Y entonces Maleval se torna hacia los autores clásicos de la psiquiatría para sostener sus consideraciones: "El delirio histérico presenta todas las caractrísticas de lo que la psiquiatría, particularmente francesa, ha despejado bajo el término de "delirio onírico"" (14, p. 36). Y no nos sorprende ver entonces convocados a Lasègue y Régis, entre otros, después de haber mentado a Moreau de Tours. "En la proyección del delirio histérico, reconocemos los mecanismos propios al sueño, a saber el desplazamiento (metonimia) y la condensación (metáfora). Por supuesto, el primero está lejos de ausentarse del delirio disociado; en cambio, el segundo implica que el significado delirante pueda revelarse en lazo con significantes latentes, lo que es fácil de mostrar que la máquina a influenciar de Natalia y la polución de María nos brindan ejemplos manifestos, mientras que intentaríamos en vano de buscar algo de este orden en el delirio psicótico" (14, p. 37).
A partir de los mecanismos de los sueños Maleval busca el punto de ruptura con los delirios psicóticos, pero también de definir la especificidad del delirio histérico: "El delirio histérico estando constituído por la proyección en la realidad de elementos reprimidos - y no forcluídos - parece idéntico hablar a este propósito de retorno de lo reprimido en la mundanidad del sujeto. Sin embargo la proyección del deliro histérico es un mecanismo específico; por un lado, ciertamente, ella suscita la emergencia de significantes reprimidos, pero, por otro lado ellla mantiene a distancia de la conciencia, de un modo particular el hecho traumático. [ ] En el delirio histérico, como en el desdoblamiento de la personalidad, lo reprimido tiene tendencia a focalizarse sobre una imagen especular" (14). Ya tuvimos la ocasión de abordar estos problemas cuando tratamos de la despersonalización. Numerosas fueron las críticas que recibieron estas consideraciones de Maleval, inclusive provinientes de su propio campo. Veamos que mantiene de estos propósitos quince años después, en su texto sobre la Logique du délire.
El delirio psicótico no es delirium neurótico
Maleval comienza recordando lo que ya es un gran clásico de la psiquiatría francesa: que la referencia a la pérdida de la realidad para definir el delirio agrupa hechos clínicos muy disparates y que necesitan de una definición más precisa. Dicho problema se ve agravado en las lenguas latinas, francés y español entre otras, debido al hacho que la palabra "delirio" designa dos órdenes de fenómenos bien diferentes: uno es una experiencia de la conciencia perturbada, vivida bajo un modo pasivo como en el sueño y del cual las confusiones mentales sean quizás el mejor ejemplo, "delirous states" en inglés, deliriose Zustand" en alemán; el otro fenómeno es un conjunto de ideas a menudo extranjeras a la realidad del observador, que se insertan activamente en las relaciones que el sujeto mantiene con su entorno, "delusion" según los ingleses, "Wahn" para los alemanes. Maleval se remite a la proposición que hiciera Ey en su Manuel, de escribir Delirio, con mayúscula, para las ideas sistematizadas y delirium para designar las experiencias de un imaginario desenfrenado. Como dice Ey en Le fond du problème, 1968, citado por Maleval, ejercer una distinción entre "una experiencia del imaginario inconciente análoga al sueño" y "una ideación que emerge de un trabajo discursivo inconciente". (15, capítulo 4).
Automatismo mental y onirismo
Maleval va a oponer el automatismo mental de Clérambault, como propio de las psicosis a los fenómenos de onirismo. Maleval cita a Clérambault para quién el síndrome S "no aparece más que cuando los trastornos oníricos hayan desaparecido. [...] De un extremo al otro de la patología mental, hay antagonismo y a menudo balanceo entre de un lado el automatismo mental sutil y por otro lado las alucinaciones banales (temáticas y objetivadas). Los períodos oníricos no presentan eco4. Asimismo, el eco está ausente en el sueño, tanto patológico como normal, en el hipnagogismo, en los casos tóxicos que sobrepasan lo subagudo, en las confusiones, las catatonías, las formas netamente demenciales. No hay coexistencia de los dos síndromes antagónicos más que en las vesanías en el período de estado y en estados transitorios con fondo orgánico (ictus, parálisis general, etc.)", (Clérambault (G.), citado por Maleval, 15, capítulo 4). Así, desde la clínica psiquiátrica, la oposición estaba bien marcada entre los trastornos del sistema del lenguaje del sujeto y las desestructuraciones del campo perceptivo de la conciencia.
Estructura del delirium
Sirviéndose de textos clásicos de la psiquiatría de Pierre Janet, y los Estudios sobre la histeria de Breuer y Freud, Maleval intenta definir clínicamente la estructura del delirium. Para Maleval, las metáforas del delirium encierran un punto de sinsentido, pero pueden ser liberadas. Aunque en la histeria crepuscular se instaure una relación dual que tiende a desposeer de la relación al gran Otro, la desposesión no es nunca totalmente realizada. El delirum permanece presencia al Otro y llamado a él; nada está forcluído. El sujeto se ve marcado por la cadena significante. En cambio el psicótico habla con su Yo (moi), enunciado y enunciación coinciden. La holofrasis de S1-S2, la masificación de la cadena significante no se producen en el delirium: hay substitución metafórica. El delirium consiste en una vacilación del fantasma suscitada por un retorno de lo reprimido originario, y se ve centrado en una presentificación imaginaria del objeto (a) la cual hace surgir en el espanto una imagen del doble refractado en juegos de espejo. Una problemática de la castración imaginaria no falta en los deliriums: cuando el fantasma no contiene más el goce del Otro aparece una verdad que, para el neurótico es de estructura y soporta sus síntomas, a saber que el Otro quiere su castración. El delirium es análogo a una pesadilla en el sentido en que el goce ha franqueado una barrera - la del fantasma que disfunciona.
Formas agudas de delirium
Para Maleval, tanto la bouffée délirante como la confusión mental no mantienen una relación unívoca con la estructura psicótica: cualquier serhablante puede experimentar tales estados. Recuerda entonces la locura histérica y los trabajos de Richer, de Janet, los estados crepusculares, los dreamy states, los estados segundos, etc., las relaciones entre histeria, epilepsia y psicosis. La originalidad que presentan estos estados cuando sobrevienen en sujetos de estructura psicótica, según Maleval, reside en el hecho en que tales sujetos son inaptos a constituir un modo de protección con respecto al delirio. Mientras que la mayoría de las estabilizaciones neuróticas y perversas de la psicosis son posibles, el delirium en cambio hace vacilar la realidad y traza el surco del delirio. Esta articulación tan frecuente constituiría para Maleval una de las razones por la cual uno y otro tienden demasiado rápido a ser asociados. "En lo que respecta a la irrupción de un estado onírico en el seno de un delirio, no es ni más ni menos sorprendente que la compatibilidad de la psicosis declarada con otros síntomas neuróticos o ciertas perversiones" (15, capítulo 4).
Formas crónicas de delirium
Recurriendo a observaciones de casos clínicos de Henri Ey, de Kretschmer, de Petit, Maleval va a plantear la existencia de ciertos cuadors crónicos de delirium. Una forma paranoide, caracterizada por los fenómenos de influencia y posesión, una forma reivindicativa, conocida como histero-paranoia, los delirios de relación de los sensitivos de Kretschmer, etc. "Dos formas crónicas de delirium: una toma fácilmente los aspectos de la influencia y la posesión demoníacos, la otra se centra sobre personajes reales vueltos perseguidores". ¿Estas diferencias son escolásticas? se pregunta Maleval... "¿Quien sostendrá que el psicoanalista pueda tener el mismo modo de intervención con respecto a un síntoma que es una tentativa de curación, que trata de construir una neorrealidad estable, que se esfuerza de remediar un engima, que testimonia de una certitud casi imperturbable; o con respecto a otro trastorno del cual el sujeto busca desprenderse, del cual la inestabilidad es la regla, que no posee finalidad interna y que permanece parcialmente analizable? [...] En breve, cuando se observa el olvido en el cual quedó la proposición de Ey, Bernard y Brisset, cuando se nota el alineamineto a este respecto de los psicoanalistas sobre el discurso psiquiátrico, hay que constatar que el problema no solamente no ha progresado desde hace décadas, sino que hemos vuelto a una posición anterior a la posición freudiana qui distinguía netamente la Amencia de la esquizofrenia" (15, capítulo 4).
CONCLUSION
Hemos podido recorrer el extraordinario parcurso de esta querella en la cual se embarcó la psiquiatría francesa sobre la dialéctica entre psicosis y ensueño. Partiendo de los autores más clásicos, pasando por Lacan y Ey, llegamos hasta nuestra actualidad en la cual estamos obligados de retornar a los primeros para mantener distinciones clínicas necesarias. Necesarias sobre el plano diagnóstico para no confundir la histeria con la confusión y la esquizofrenia, por ejemplo. Necesarias sobre el plano terapéutico tanto psiquiátrico como psicoanalítico para decidir la posición a ocupar en la transferencia. Necesarias sobre el plano científico para orientar la investigación tanto psicopatológica como neurobiológica.Como decía Lacan, "Es un anticipo lanzado hacia el porvenir" (9).
BIBLIOGRAFIA
1) Ey (H.), Psicosis y Ensueño, Lima, 1948, p. 57.
2) Ey (H.), Traité des hallucinations, Masson, 1973, Tome II, p. 825.
3) Infobase; Pas-Tout Lacan, CD-ROM, Ecole Lacanienne de Psychanalyse, 2001.
4) Lacan (J.), Structure des psychoses paranoïaques, Semaine des Hôpitaux de Paris, n° 14, juillet 1931, pp. 437-445.
5) Lacan (J.), De la psychose paranoïaque dans ses rapports avec la personnalité, Seuil, 1975, p. 27.
6) Lacan (J.), Propos sur la causalité Psychique, in Le Problème de la Psychogenèse des Névroses et des Psychoses, Desclée de Brouwer, 1950.
7) Lacan (J.), Ecrits, Editions du Seuil, 1966 p. 46.
8) Lacan (J.), Les complexes familaux, in Autres Ecrits, Seuil 2001.
9) Lacan (J.), Le Séminaire Livre II, Le moi dans la théorie de Freud, Seuil, 2 de febrero de 1955.
10) Lacan (J.), Le Séminaire Livre III, Les psychoses, Seuil, 1980, 1° de febrero de 1956.
11) Lacan (J.) Le Séminaire Livre XI, Quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, Seuil, 22 de enero de 1964.
12) Lacan (J.), Le Séminaire Livre XVII, L'envers de la psychanalyse, Seuil, 11 de febrero de 1970.
13) Leguil (F.), Le déclenchement d'une psychose, Ornicar?, Avril-juin 1987, N° 41, p. 75.
14) Maleval (J.Cl.), Le délire hystérique n'est pas un délire dissocié, Folies hystériques et Psychoses dissociatives, Payot 1981, p. 28.
15) Maleval (J.Cl.), Logique du délire, Masson 1996, capítulo 4.
16) Wachsberger (H.), Temporalité et phénomène élémentaire, L'Essai, Revue clinique annuelle, Publication du Département de psychanalyse, Université Paris VIII , N° 1, 1998, pp. 24-26.
Notas
1 Una serie de consideraciones clínicas sumamente interesantes con respecto al abordaje lacaniano de los problemas actuales que plantean los fenómenos de desencadenamiento se encuantran en la obra colectiva La psychose ordinaire, La convention d'Antibes , Agalma Editeur, Diffusion Le Seuil, 1999.
2 "Por nuestra parte, y aunque hemos intentado comprender estos síntomas a través de una psicogénesis en ningún momento hemos pensado reducir a ella el determinismo de la enfermedad. Muy por el contrario, al demostrar en la paranoia que su fase fecunda implica un estado hipnoico, confusional, onírico o crepuscular, hemos señalado la necesidad de algún resorte orgánico de la subducción mental a través de la cual el sujeto se inicia en el delirio" (8).
3 En este punto divergen las traducciones de Lacan, del seminario establecido por Miller: "breueriano", en las versiones españolas, "bleuleriano" en el texto en francés. Es difícil decidir si Lacan hace referencia a la dialéctica síntoma primario/síntoma secundario de Bleuler "a la moda" en el momento en que aborda su seminario sobre las psicosis, Bleuler quién reconocía plenamente los estados crepusculares en las histerias en un libro citado por Lacan en su Tesis (Bleuler (E.), Dementia praecox ou Groupe des schizophrénies, E.P.E.L., 1993), y que imaginamos releyó en el momento de la preparación del seminario. El contexto global podría hacer pensar en la referencia bleuleriana. Sin embargo el sentido de la frase va en favor de la referencia "breueriana". Recordemos lo que dice Freud en la nota 12 del caso Dora: "He superado esta teoría sin abandonarla. Quiero decir, que hoy en día no la declaro inexacta sino tan sólo incompleta. Lo único que he abandonado ha sido la hipótesis del estado hipnoide que había de emerger en el sujeto a consecuencia del trauma y constituir la base de todo el proceso psicológico anormal ulterior. Si es lícito delimitar en un estudio hecho en colaboración la parte correspondiente a cada uno de los colaboradores, habré de permitirme hacer constar que la teoría de los estados hipnoides, en la que muchos de nuestros críticos han creído ver el nódulo esencial de nuestro estudio, se debe exclusivamente a Breuer".
4 Clérambault hacía del eco del pensamiento "un fenómeno central del automatismo mental".