Seminario
Análisis parcial del
concepto de pulsión
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Organizado por : PsicoMundo
Dictado por : Alfredo Eidelzstein
Clase 11
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Clase Nro. 11 - Fecha 10 de septiembre de 1999
Esta es nuestra undécima reunión. La próxima sería la última que tenemos pactada. No obstante, les había dicho de agregar alguna más para concluir con un programa mínimo. Yo ando con un problema de salud que me pasa ya hace muchos años desde que enseño, que es una enfermedad típica de maestras, un problema con las cuerdas vocales porque modulo mal al hablar y, de vuelta, ahora me agarró muy fuerte. La semana pasada tuve que suspender todos los grupos de estudio y demás porque ya no podía hablar en voz alta, y no sé si voy a poder dar esas clases que tengo previstas con ustedes. Voy a ver cómo evoluciono, pero me parece que no voy a poder porque este año estoy peor que otros años, hasta me cambió la voz. Unos años probé con micrófono, pero no es un problema de volumen sino de cómo modulo. Así que no sé si voy a poder dar esas dos clases que yo había previsto. Se lo diré la próxima.
Habiendo llegado al punto al que arribamos la vez pasada, estamos en condiciones de afirmar una diferencia muy neta entre Freud y Lacan en la concepción de la pulsión. Hoy voy a dar los tres puntos que fueron la conclusión a la que llegamos en nuestra última reunión acerca de las propiedades de la pulsión para Lacan. El primero de ellos es la localización del sujeto del inconsciente en una ubicación orgánica, es decir, el sujeto del inconsciente en el inconsciente se localiza por una ubicación orgánica. Esa es una de las tres propiedades de la pulsión que trabajamos la vez pasada. Si uno es estricto en esto, creo yo que se podría escribir que, para Lacan, la pulsión implica un movimiento del sujeto hacia el cuerpo ya que es la localización del sujeto del inconsciente en el inconsciente. Más subjetivo que eso, para el psicoanálisis, no hay: en el cuerpo.
Este "en el cuerpo" nos connota al cuerpo como una de las chances de localización del sujeto. De la oferta de lo real que todo sujeto al nacer recibe, una de las chances para localizarse es el cuerpo. También puede ser la cadena significante a partir de un término, por ejemplo el nombre propio, que es una localización del sujeto en la cadena significante. Otra localización posible es un significante que uno hereda como representante de su ser, que es el Ideal. Otra localización posible es ser objeto para otro. Son todas localizaciones posibles del sujeto.
Y bien, esta es otra. Y esta chance de "en el cuerpo" puede resolverse por la vía del cuerpo, a través del cuerpo. Es una dimensión que tiene que estar muy presentes en los análisis de mujeres jóvenes, en edad de ser mamás, porque muchas respuestas a maniobras analíticas suelen ser embarazos, o sea, una respuesta mediante el cuerpo. De modo que este "en el cuerpo" es una posibilidad para cualquiera porque es una oferta de lo real.
Ahora bien, en Freud, quien observó por primera vez estos fenómenos, la concepción es inversa: es una exigencia que parte del cuerpo hacia lo psíquico. Y yo les propongo que podríamos articular lo psíquico al sujeto, con lo cual vean que estos dos autores, Freud y Lacan, tramitan a la pulsión en su teoría de una manera absolutamente inversa. Esta es la primera.
Lo que en el cuerpo opera como causa de trabajo a lo psíquico, si lo hay, es lo que Lacan llama «jouissance», «goce». En Lacan, el goce es lo que del cuerpo cumple una función de exigencia de trabajo a lo psíquico. Lo que Lacan especifica como goce es el cuerpo que ya ha atravesado el efecto de la presencia del significante. Ustedes saben que la articulación entre significantes produce la falta en ser. Así, el efecto de la articulación entre significantes sobre el cuerpo es falta en ser. Ahora bien, podemos sumar a esta legalidad la lógica lacaniana del no-todo. La lógica del no-todo que es introducida por el significante hay que aplicarla al efecto significante. El resto, lo que no es modificado por el significante en el cuerpo, eso se llama «goce». ¿Se entiende la castración entonces? La castración viene del cuerpo pero es al revés: no por lo que falta sino por lo que falta en el faltar del cuerpo. Siempre hace falta un cacho de carne. ¿Quién mejor que yo podría decirlo hoy? Que para hablar del significante no se materializa sin alguna dimensión inevitable de la presencia de la carne. Aprovechando el genio de la lengua francesa, Lacan no lo trabaja con lo que es emisión de las cuerdas vocales necesaria para la palabra, sino por la vía de la audición, y entonces articula goce como jouissance en su homofonía con "jouïs sens", literalmente "yo oí sentido ". Y, como ustedes saben, el colmo del sentido es el sinsentido, y es precisamente ahí donde entra más fuertemente la falta a nivel del significante. No se desprende nunca de manera total de la carne: hace falta oír la cadena significante, y la oigo con la carne. Eso que queda sí es efectivamente algo que del cuerpo va a lo psíquico: la jouissance, el goce, pero no la pulsión. En ese sentido, si ustedes quieren, «goce» y «pulsión» tienen sentidos contrarios en la enseñanza de Lacan.
No estoy trabajando con la variable de tiempo. No estoy, como a tantos lacanianos les gusta, tomando a Lacan distinguiéndolo según diversas fases o épocas de su enseñanza; yo no hablo del Lacan del 53, del Lacan del 57, del Lacan del 64, o del 73, cosa que es muy común entre los lacanianos, y aún más entre los más doctos. Es algo que me llama la atención desde la misma perspectiva lacaniana, ya que Lacan nunca hizo eso con Freud. Lacan siempre tomó un concepto de Freud en un texto, y lo tomó ahí en su sincronía para ver qué lógica tenía en su sincronía. No hay ningún lugar, entre sus clases de seminario o entre sus escritos, en que Lacan rastree en la obra de Freud un concepto. No van a encontrarlo. No está el rastreo del concepto de «sueño», ni del concepto de «inconsciente», ni del concepto de «síntoma». Él toma un concepto, lo toma de cierto lugar y lo trabaja sin decir que eso viene de tal parte y que se desarrolla de tal modo para terminar designando tal cosa. La perspectiva diacrónica para responder a la lógica de una obra es una perspectiva, pero no es la verdad. Otra es la lógica sincrónica que tienen los términos entre sí, y estos son sincrónicos. Así son definidos el goce y la pulsión en «Subversión del sujeto». Así que no crean que estoy trabajando con distintas fases o épocas lacanianas. Se trata del sistema sincrónico de oposiciones.
En psicoanálisis, solemos definir, argumentar y entender mediante sistemas de oposiciones. Así, por ejemplo, en el sistema de oposiciones del grafo del deseo, Lacan escribe la pulsión aquí arriba a la derecha, el significante del Otro barrado arriba a la izquierda; castración viene aquí, y jouissance de este otro lado:
De suerte tal que Lacan escribe efectivamente goce y pulsión en el mismo nivel. Pero nunca se olviden de que están emplazados en lados contrarios. Así, si uno dijera que el goce es la satisfacción de la pulsión, estaría perdiendo una diferencia. Y a mí me parece que cada vez que perdemos una diferencia perdemos al menos entender un caso.
Entonces, la pulsión es, primeramente, la localización del sujeto del inconsciente en el inconsciente; en segundo lugar, se hace en una ubicación orgánica enseguida vamos a desplegar bien cada una de estas tres propiedades; y, en tercer lugar, debe satisfacer la exigencia de estar tanto más lejos del hablar cuanto más habla, o sea, eso tiene que decir algo pero la posición del sujeto debe desconocer radicalmente no sólo lo que eso dice, sino que eso diga. Si no, no es pulsión. Si no tienen alguno de estos elementos, no se trata de pulsión: a) localización del sujeto del inconsciente en el inconsciente, b) en una ubicación orgánica, y c) estar tanto más lejos del hablar cuanto más habla.
Volvamos a nuestro comentario de las páginas 796 y 797 de «Subversión del sujeto». Empiezo en el párrafo siguiente al que termina con lo que acabo de decir:
«Pero si nuestro grafo completo nos permite situar a la pulsión como tesoro de los significantes, su notación como (S barrado rombo D) mantiene su estructura ligándola a la diacronía».
Así que vamos a trabajar ahora con todas estas propiedades. Primero: "tesoro de los significantes". No sé si ustedes recuerdan ya hace verdaderamente mucho cuando comenzamos este curso y discutíamos las relaciones entre pulsión, instinto y drive. No nos privamos aunque ahora estemos pagando el precio de discutir durante bastante tiempo el problema de la herencia, de lo heredado. Entonces, si la pulsión se trata del "tesoro de los significantes", la pregunta que nos debemos hacer es si este tesoro es heredado, si uno lo recibe sí o no desde el Otro. Para eso, hay que tener en mente la estructura completa del grafo, porque Lacan define también como "tesoro del significante" a la "A" mayúscula, o sea, el otro punto de entrecruzamiento del mismo lado pero del piso inferior. De manera que equipara razonablemente, ya que quedan del mismo lado una propiedad de cada una de estas dos funciones, es decir, la de ser tesoro del significante. Ya hemos trabajado con esto pero, en fin, volvamos a ello.
¿Qué significa ser "tesoro del significante"? En primer término, "tesoro" es de donde proviene el valor. En segundo término, el tesoro indica la cosa valiosa, pero también el lugar donde ella se conserva: en los bancos, el tesoro no es el dinero sino también la caja fuerte, ya que al lugar donde se guarda el dinero se lo llama "tesoro" del banco. Y en último término, lo que siempre deben tener en cuenta en la opción lógica entre "tesoro" y "batería" es que el tesoro es incompleto. Piensen en el tesoro como el lugar en que se concentra el valor. El tesoro es necesariamente incompleto, esto es, nunca podría haber un lugar que contuviese la totalidad de una cosa valiosa. Obviamente, el argumento se sostiene en que si existiese tal concentración total de la cosa valiosa, esa concentración total le haría perder todo su valor, que es valor de cambio, no valor de uso. El tesoro está caracterizado por ser de objetos de intercambio. Y si uno los concentra todos, pierde el valor de cambio. En el instante en que un hombre tiene todo el oro del mundo, todo completo, ya no hay precio alguno que alguno pueda tener, o sea, el precio del oro es cero. Lo mismo con el precio de las perlas o de cualquier otro elemento, el plutonio o el titanio, cualquier cosa que uno pueda concebir.
Si es tesoro de los significantes implica valor, es muy importante que no pierdan de vista que es de ahí que proviene el valor, el valor de las cosas para alguien, y no un ideal. No estoy hablando de los ideales, me refiero a que el valor de las cosas proviene de su lugar en A mayúscula o de su lugar en S barrado rombo D. Es una indicación clínica espectacular. Cada vez que ustedes se encuentran con que alguien está peleado de cabeza contra algo, que no lo deja caer a pesar de lo mal que le haga, por lo valioso que eso es para él, directamente dirijan la pregunta de para quién eso era valioso, porque el tesoro viene del Otro. De donde proviene lo valioso es del Otro.
Y la pulsión como tesoro del significante, así definida, es claramente distinta de la pulsión en Freud para quien, estrictamente hablando, es el conjunto de los estímulos del cuerpo que afectan el aparato psíquico. La teoría de uno no tiene nada que ver con la teoría del otro. La teoría freudiana jamás podría tener un ápice que ver con tesoro de los significantes. Para Lacan, se trata del tesoro de significantes. Ahora, esta otra fuente de valor, muy interesante para pensar el objeto de la pulsión, el valor, que viene de ahí, no es el valor en sí del objeto, no hay objetos con valores en sí, sino en función de donde provienen, de cómo están connotados. Es porque provienen de allí.
Ahora bien, este valor ¿es heredado del Otro? Uno hereda del Otro el conjunto de los significantes. Y a ese Otro de quien uno hereda los significantes, a ese Otro lo pueden llamar «Madre». Y puede llamárselo «Madre» porque es lengua materna, pero nunca se olviden que es del Otro. Si es del Otro, es una reunión sincrónica ya allí al momento del advenimiento del sujeto. A mayúscula no evoluciona. Al momento en que ustedes dicen que hay sujeto, es muy difícil decir desde cuándo hay sujeto. Pero supongan que ustedes tienen las coordenadas para decir que hay sujeto que, para Lacan, hay que encontrar en una estructura como la "el perro hace miau". Cuando alguien dice eso, no lo corrijan; obsérvenlo porque hay ahí un sujeto humano hablante de pleno derecho.
Entonces, ya en el advenimiento del sujeto, el conjunto de los significantes está dado todo él ahí. Lacan lo dice mejor: "el perro hacer miau", indicando que está hablando de niños de media lengua. Ya a los dos años de edad los chicos son capaces de decir frases increíbles. El otro día, una amiga psicoanalista que tiene una hija de dos años y medio, me contó que estaba charlando de no sé qué y que, repentinamente, la nena le dice: "¡Ah! Sí, como el shofar". Todavía se está preguntado de dónde lo habrá escuchado Es inconcebible que esa niña conozca ese significante, y menos que menos que lo haya visto, porque jamás fue a un templo. En fin, sea como fuere, ya allí a los dos años el Otro está completo. Aún si es un varoncito, ya está la forma en que se inscribe la mujer. Es obvio que no está operando, que más bien lo que encontraremos en su clínica será la madre. Pero no es que evoluciona, sino que ya en ese conjunto está inscripta, aunque todavía no operante.
Ahora bien, ¿la pulsión opera igualmente? Bueno, Lacan nos advierte de que no cuando dice:
«...como tesoro de los significantes, su notación como (S barrado rombo D) mantiene su estructura ligándola a la diacronía».
Esa es la diferencia. En A mayúscula, el tesoro de los significantes tiene una estructura sincrónica. Pero sincrónico no es simultáneo. Simultáneo es que dos eventos suceden en el mismo instante de la flecha del tiempo, instante que podría recibir un número (siempre es una ficción ponerle a algo un número, porque ustedes saben que como la flecha del tiempo es un continuo siempre se podría cortar más y más chico; es muy difícil poder afirmar que dos sucesos efectivamente se producen en el mismo instante).
Intervención: [inaudible].
A.E.: A mayúscula es un agrupamiento lógico que se establece en sincronía, esto es, por fuera de la variable tiempo; no es simultáneo, sino un agrupamiento sincrónico, mientras que el de arriba es diacrónico. "Diacronía" es una palabra que tuvo que inventar Saussure, una palabra que no existía antes, para dar cuenta de la lógica de la cadena significante. Observen cuán próximos son estos términos, porque la necesidad del término "diacronía" vino con la cadena significante, con los problemas de la cadena significante. En Saussure, "diacronía" es la evolución de la lengua, por ejemplo, el castellano en el año 1600, el castellano en el año 2000, etc. En Lacan, "diacronía" Lacan es S1S2, diacronía.
Entonces, abajo el tesoro del significante es sincronía, y es del Otro. Ahora bien, con respecto a lo de arriba, les pregunto: ¿es del Otro? La pista que yo creo que tenemos para contestar es la diacronía, esto es, que ya implica articulaciones y la necesidad de la gramática. O sea, A mayúscula podría ser representado como un conjunto designado como A, pero a este agrupamiento ¿cómo se lo designa en el tiempo? Como "sincrónico". La estructura temporal de un conjunto es una pregunta absurda, es por fuera del tiempo. Pero de (S barrado rombo D) Lacan dice que es diacrónico, con lo cual es necesariamente así. Y si es así, esto indica lo efectivamente pronunciado, lo efectivamente enfrentado por el sujeto. De manera que ya allí no tenemos que es necesariamente del Otro, porque implica la elección del sujeto. Observen que, en sentido estricto, la pulsión no es del Otro. Lo que, por lo demás, es clínicamente evidente. Clínicamente ustedes sí se preocupan por el deseo del Otro, pero de la pulsión del Otro no. Ven que no es del Otro en sentido estricto, porque implica la elección por parte del sujeto.
Fíjense en cómo sigue el mismo párrafo. Estamos haciendo un comentario de texto, casi palabra por palabra, de una página muy condensada y muy importante.
«Es lo que adviene de la demanda cuando el sujeto se desvanece en ella».
Desde luego, el sujeto del inconsciente en la cadena inconsciente. Para ser "sujeto del inconsciente" tiene que estar necesariamente ausente, porque si dijese "Yo " ¿de qué inconsciente hablamos?
«Que la demanda desaparece también, es cosa que se sobreentiende...»
De modo tal que aquí D, deberíamos también concebirla como si estuviese tachada porque es el sujeto del inconsciente en el inconsciente, no es el sujeto del inconsciente en la escena fantasmática.
Les leo cómo sigue, solamente para poder justificar lo que voy a decir:
«...con la salvedad de que queda el corte»
Que podríamos llegar a localizar tal como Lacan lo hace en el Seminario 11, que va a ser el tema de la próxima reunión, en el rombo, el corte. Definido así el sujeto del inconsciente en el inconsciente como el sujeto desvanecido y la demanda desvanecida también, se ha producido entonces una noción de inconsciente absolutamente vaciado. En este inconsciente ya no quedó nada, no tienen obviamente significados como trabajan otras corrientes psicoanalíticas. Tampoco hay símbolos, como trabajan otras corrientes psicoanalíticas como es por ejemplo Jung, quien supone que hay un simbolismo en el inconsciente. No hay pues significados ni símbolos en el inconsciente; no hay afectos, ni tampoco hay significantes. No hay significantes en el inconsciente. Observen que esto es así: nos queda el intervalo entre dos significantes que no operan en cuanto tales en la pulsión. Hay desvanecimiento del sujeto. ¿Quién, qué sujeto? El que diría "Yo ". De suerte tal que, en el inconsciente, no hay nadie que diga "Yo " tal cosa.
En sentido estricto, este inconsciente, el que está planteado en el piso superior del grafo, es un inconsciente vacío también de demanda, o sea, de la demanda si uno le quita quien lo dice, ¿qué queda? La gramática. Lo que resta es la gramática. ¿En dónde se manifiesta? En los vínculos entres los elementos. Y, ¿entienden por qué se lo localiza como corte? Porque es lo que está entre un término y el otro, en la articulación. Y la articulación se modifica en el corte, entre los elementos. Salvo que a veces hay palabras únicas que son varios significantes: "comía", por ejemplo, que es una palabra no es un significante, en que está el significante del verbo, está el significante de la persona, y está el significante del tiempo; hay marcas que indican qué persona de la conjugación del verbo, qué verbo y en qué tiempo. En ese sentido, cada letra es un significante.
Intervención: [inaudible].
A.E.: No, como gramática de la lengua. Mi impresión es que, en ese caso, lo que podríamos considerar de la función de la pregunta entraría también dentro de la gramática de la lengua. Lo que pasa es que me parece que le estás aplicando a la pregunta una propiedad más general que la de la pregunta, que es la propiedad de la demanda, y es que toda demanda implica su vuelta invertida. No es una función de la pregunta, sino una función de la demanda. Enseguida trabajaremos con eso. Para eso les había pedido yo que para hoy revisaran el Seminario VIII: que se invierta la pregunta no es una propiedad de la pregunta sino de toda demanda dirigida al Otro. Cualquier demanda dirigida al Otro implica necesariamente su vuelta invertida. Si A le dice algo a B, obviamente A recibirá de B una respuesta, y la respuesta será en la dirección de A. Si le pregunto puede ser una respuesta afirmativa u otra pregunta, no necesariamente tiene que ser la inversión una respuesta. Pero la inversión es una propiedad de la demanda, siempre y cuando la pienses en el circuito sujeto-Otro. En la estructura de palabra del circuito sujeto-Otro, la demanda siempre implica su retorno invertido.
A este nivel, no importa quién dice ni importa tampoco el contenido de ese decir. Se trata de la estructura gramatical, del resto, una vez que quitamos el quién dice y el qué dice. La voz, qué tipo de voz se usa, como decíamos hace dos reuniones.
«...con la salvedad de que queda el corte, pues éste permanece presente en lo que distingue a la pulsión de la función orgánica que habita».
Entonces, la pulsión habita una función orgánica y, a mi entender, la parásita, pero nunca se confunde con ella. Elijan una función orgánica cualquiera, comer, beber, defecar, orinar, oír, mirar, respirar; cualquiera, una función de un conjunto de órganos. En esa función se puede ir a localizar una pulsión. En ese caso, la pulsión habita una función orgánica, lo que para nada indica como decía Freud que se trata de lo que esa función orgánica implica como trabajo. Yo no digo que no haya esta exigencia de trabajo, lo que estoy diciendo es algo mucho más sencillo, a saber, que no es a eso a lo que conviene designar como «pulsión» para Lacan. (Sin duda, Mario Bunge estaría ahora arrancándose los pelos que por lo demás ya no tiene , escandalizado, diciéndose que este muchacho, psicólogo argentino, supone que la gente no tiene exigencia de defecar o de comer ). Estoy diciendo que eso no tiene nada que ver con la pulsión, y que si a uno le vienen ganas de defecar no tiene más que ir a buscarse un excusado para hacerlo y algo con qué limpiarse, etc. Eso es ciertamente un trabajo, pero no tiene nada que ver con la pulsión.
Intervención: [inaudible].
A.E.: Si la habita en el sentido de parasitaria, uno solamente podría encontrarla por algún tipo de anomalía que llamase la atención; y tiene que estar esta anomalía que llame la atención porque si no, no hablaría. Tiene que estar tanto más lejos de hablar cuanto más habla, o sea, tiene que ser algún fenómeno que para cualquier observador despierto implique el fenómeno de un esto-quiere-decir-algo. ¿Se dan cuenta del decir?
Intervención: [inaudible].
A.E.: Claro, la distingue porque no es que la aleja, va a estar allí porque debe hablar. De modo que no se trata del defecar sino de que eso se convierta en mensaje.
Intervención: [inaudible].
A.E.: Así es. Ahora bien, yo creo que en la clínica habría que exigir algo más, yo no diría he ahí la pulsión por un obstáculo, exigiría todas las otras propiedades. Hoy tendríamos la localización del sujeto del inconsciente en el inconsciente, o sea que el sujeto tiene que estar en cierta posición que es la que tipificamos por la de "inconsciente". Por ejemplo, un sujeto totalmente advertido y conociendo todos los pormenores, a mí me haría obstáculo para definirlo como «pulsión». Cuando trabajemos con el Seminario 11, van a ver que van a hacer falta aún propiedades que hoy nos resultan difíciles de establecer, como la de que para que esa función orgánica nos testimonie de que está habitada por la pulsión tiene que estar puesta cabalmente en funcionamiento la transferencia, cosa que hoy no nos dan los papeles para decirlo pero ya en aquel seminario Lacan lo establecía. Yo sé que no entienden lo que significa porque si no, no estarían acá, pero sí entienden que eso significa una restricción total de la experiencia analítica.
No hay pulsión sin la transferencia. Primero transferencia, luego pulsión; es decir, cualquier cosa que sea habituar una función orgánica aún produciendo todo ese ruido en la línea, para Lacan aún eso no es pulsión, sino que tiene que haber transferencia, esto es, un analista. Si hay un analista, entonces se convierte en pulsión. Nadie se puede estar defecando encima toda la vida, y, aunque cualquiera pueda darse cuenta de que eso quiere decir algo, no va a ser «pulsión» hasta que no entre dentro del dispositivo, cuando ya esté operando la función «analista»; si no, no. Observen que Lacan lo restringe cada vez más. Sea como fuere, más allá de la restricción, el sentido es muy distinto de cómo lo concibió Freud.
Les leo de vuelta los tres renglones últimos para entender lo que sigue:
«Que la demanda desaparece también, es cosa que se sobreentiende, con la salvedad de que queda el corte pues éste permanece presente en lo que distingue a la pulsión de la función orgánica que habita: a saber su artificio gramatical...»
¿Qué distingue la pulsión de la función orgánica? Que ustedes tienen que encontrar el artificio gramatical. Eso está muy bueno porque ya no es cualquier cosa. Si fuera cualquier cosa, podrían ustedes confundirse tomando por síntoma algo que por ejemplo estuviera en realidad causado por un virus o una bacteria o una enfermedad de malformación congénita. Así es que la restricción a veces sirve mucho en la clínica porque tal como lo planteó Freud no queda claro cuál es el límite que a eso del cuerpo se le puede aplicar.
Aquí ustedes tienen que escuchar el "artificio gramatical". Uno puede decir: está bien, pero ¿qué debo escuchar? Lacan lo aclara.
«..., tan manifiesto en las reversiones de su articulación con la fuente tanto como con el objeto (Freud en este punto es inagotable)».
En este punto. En todo lo demás, a este respecto, Lacan no tomó a Freud. ¿Cuál punto? El de las reversiones de su articulación con la fuente como con el objeto. ¿Cómo se pesquisa el "artificio gramatical"? Como la reversión. Hay que reparar en el hecho de que "réversión" en francés tiene una acepción retórica muy fuerte, que es una figura retórica análoga a la regresión. Me llevaría mucho tiempo detenerme a explicarles ahora esta figura retórica, no obstante, en el libro de Lausberg sobre retórica que les recomendé, van a encontrar lo que es la "reversión". En biología es muy interesante, porque es un retorno. Un retorno de lo perdido que vuelve a aparecer de un torno común. Vean, pues, que la palabra que utilizó Lacan, elegida por él, está finamente calculada no son palabras de una inspiración fortuita y entonces no pierdan de vista que tiene tanto una pata en la biología como una en la retórica, que es el problema que estamos tratando. Creemos que se trata de un fenómeno de una función orgánica, biológica, y en realidad se trata de la retórica.
Lacan dice que la presencia del "artificio gramatical" es la "reversión" tanto en la fuente como en el objeto. Así que ustedes vean si en la fuente se produce la reversión o en el objeto. Entienden que constituyen un polo, serían como los dos extremos materiales del conjunto del montaje pulsional: la fuente sería cierta parte del cuerpo, el objeto sería cierto objeto tridimensional material. Lacan dice que es muy evidente que a Freud nunca se le escapó que había reversión tanto en la fuente como en el objeto; y a estas reversiones jamás se las podría deducir de un principio orgánico. En comer/ser comido están la fuente y el objeto. Lo mismo en mirar/ser mirado: el ojo que mira que se convierte en el objeto por excelencia a ser mirado por el Otro. El ojo es el órgano destinado a mirar, pero en la naturaleza no hay nada más mirable que la mancha pigmentaria. y el ojo es una mancha pigmentaria. Es decir, la función del ocelo, del ojito en la cola de ciertos pececitos, o del dibujo que hacen las plumas en la cola del pavo real, o de tantos otros fenómenos de ocelos, de esos falsos ojos, muy comúnmente presentes en muchas especies animales. Para eso pueden leer «Mimetismo y psicastenia originaria» de Roger Callois, que es un hermoso texto sobre este problema.
Entonces, el ojo es el objeto que más captura la mirada. Pero, cuidado, no captura la imagen. Esta función de mirar/ser mirado implica increíblemente reversión fuente-objeto: la fuente de la mirada es el ojo, y ¿el objeto a ser mirado? ¿Qué es lo que más llama la atención? Mi impresión avalada por estudios antropológicos es que el atractivo que las senos tienen para el hombre en mucho deriva del hecho de que los pezones funcionan como ocelos, que para colmo son dos y bilaterales. La Gestalt es mucho más pregnante cuando son dos en esa posición bilateral. Se ha verificado que si ustedes son niños de siete días de edad y les ponen una máscara por delante, se sonríen. Ahora bien, esa máscara tiene que tener dos manchas, porque si no tiene dos, no se produce la reacción. Es muy fuerte la captura de la mirada que produce el ojo, y en esto tenemos una clínica muy fuerte en psicoanálisis. En fin, ven ahí la reversión propia de fuente y objeto.
Lacan dice que eso deriva totalmente de propiedades gramaticales, y para nada de propiedades orgánicas. Cualquier psicólogo evolucionista moderno diría que el ojo se desarrolló por mejor adaptación, etc. ¿Cómo se explica la reversión mirar/ser mirado del ojo? ¿Cuál es la función orgánica? La visión. ¿Y la reversión pulsional? Mirar ser mirado, mirar mirarse. De lo que se trata en la pulsión es que habita una función orgánica. Lo que ustedes deben encontrar en esa función orgánica es el artificio gramatical, aquello en lo que radica el artificio gramatical en la reversión. De manera que ustedes tienen que ver que, si eso es una pulsión, debe verificar que en el caso haya de fuente a objeto, reversión, o sea que la fuente se convierta en objeto y que el objeto se convierta en fuente. Si lo tienen, están pues en la pista de la pulsión.
Intervención: [inaudible].
A.E.: No, porque podría ser el hacerse o el que sea hecho por otro. No necesariamente tiene que ser reflexivo, puede ser hecho por el otro. Obviamente, uno puede hacerse, y por tanto ahí también hay un problema. Si uno se masturba, ¿qué es ahí fuente orgánica, y qué objeto? ¿Se trata acaso de la mano? ¿Están seguros que gozan con esa parte? En la masturbación, ¿qué es fuente y qué es objeto? ¿No hay una reversión? No hay una reversión casi permanente que permite poner en tela de juicio qué es la fuente y qué es el objeto. ¿Entienden lo que digo? La pulsión implica esencialmente el artificio gramatical, salvo que ese artificio gramatical merece ser llamado «pulsión» si habita una función orgánica; si no, no.
La vez pasada trabajé la doble acepción que podía tener el «caput mortuum» del significante. Les había dicho entonces que podía ser que el hecho de que la cadena significante solamente prosiguiese con el fin de entornar, esto es, acotar el objeto a, o sea, el caput mortuum del significante. Eso permitía pensar que esto pudiera ser alojado en cualquier estructura topológicamente equivalente a esto, y entonces un agujero del cuerpo perfectamente podría cumplir esta función. Quiere decir que esto, así planteado, no sabemos si se está refiriendo al deseo o la pulsión. Con lo cual si ustedes quieren distinguir, nunca pierdan de vista que no se trata de entornar al objeto a, de ese resto. No se trata de entornar el resto, sino que fundamentalmente para distinguir entre deseo y pulsión se trata de saber si habita o no una función orgánica. Si habita una función orgánica, se trata de la pulsión.
Propongo interrumpir por un ratito la lectura y el análisis de esta página de «Subversión del sujeto» para pasar a esas cinco o seis páginas de el Seminario VIII de las clases 14 y 15 que les había recomendado la vez pasada. En la versión francesa editada por Editorial Seuil, la clase 14 lleva por título «Demanda y deseo en los estadios oral y anal»; y la clase 15, «Oral, anal y genital». Les propongo trabajar sólo un pequeño esquema que yo preparé sobre esas dos clases, fundamentalmente de las páginas 238, 240 y 257 de la versión francesa, 238 para la oral, 240 para la anal y 257 para la genital. A mi entender, es una articulación desarrollada por Lacan a tomar muy entre pinzas porque la versión que Lacan da de «demanda» y «deseo» en los estadios oral y anal es sumamente insuficiente. Lacan deja casi íntimamente asociado el deseo a decir que no, y es una desgracia que el deseo quede íntima y esencialmente asociado a decir que no, porque prefigura al deseo como rebeldía, y ustedes saben a qué mal puerto lleva la posición de rebeldía. En general hay lugares en que la lengua dice las cosas mejor que uno. Así, a los rebeldes suele connotárselos como "sin causa". Y bien, ese es todo el problema. ¿Cuál? Que no se puede aproximar la causa con la posición de rebeldía. Y verán que aquí los desarrollos que yo pueda presentarles esquematizando lo propuesto por Lacan dejan muy al deseo pegado al decir que no.
Es claro que el deseo implica un cierto decir que no a la demanda, pero no alcanza para nada, para definir al deseo, decir que no a la demanda. Y si ustedes quieren un caso clínico patético sobre esta confusión, lean la autobiografía del paciente de Lacan, Pierre Rey, que se llama «Una temporada con Lacan». Léanlo seriamente. Van a ver que Lacan lo enloqueció, hizo de su vida un padecer constante e infinito durante diez años, y luego de eso quedó más neurótico que nunca, sosteniendo cada vez más al A y al sujeto supuesto saber. Para colmo, a mi entender, el análisis lo llevó a un lugar contrario a su deseo. Si ustedes lo revisan, verán que en ese hombre había una polarización entre pintar y escribir, y que Lacan, con el objeto de hacerle producir dinero Lacan lo esquilmó, debe haberle robado miles y miles. Entre otras cosas, le robó pinturas que a Rey le costó muchísimo recuperar. No sé si se dan cuenta, estoy hablando de Jacques Lacan, eh Porque quizá ustedes creen que era otro Lacan. Si lo leen, verán que para este hombre la estructura del deseo es la rebeldía. Pongamos un ejemplo. El tipo estaba trabajando en algo cuando de repente se le ocurría tomarse un avión y, sin más, se tomaba un avión y terminaba en el otro lado del mundo, en las antípodas. Él creía que así había cumplido con su deseo Ahora bien, si son valientes, verdaderamente valientes y corajudos, atrévanse a leer «Un Padre», que es un pseudo relato biográfico de Sybille, la hija de Lacan la hija del odio, la otra hija, y no Judith que es la princesita.
Intervención: [inaudible].
A.E.: Yo no estoy plenamente de acuerdo con esta versión sobre el deseo. Igualmente, me parecía muy importante que ustedes siguieran los desarrollos de Lacan porque son otra versión posible a los estadios de Abraham, estadios que para nosotros son casi una realidad indiscutible. Y van a ver que, en efecto, se puede dar de ellos otra versión.
En primer lugar, Lacan propone en estas clases que la estructura fundamental de la demanda implica que ella retorne invertida. No pierdan de vista que esta inversión de la demanda es que si esta es la demanda del sujeto al Otro, inexorablemente esto va a producir en un segundo tiempo la vuelta invertida de la demanda sobre el sujeto. Bueno, tal como lo escribí no se ve bien la inversión: siempre es inexorablemente así También es así en el caso donde el movimiento primero sea el inverso. Si el primero es así, necesariamente, por estructura, el segundo será así, porque toda demanda implica el retorno de otra demanda en forma invertida. Si ustedes le dan todo el alcance que esto tiene que parece una obviedad de poco peso, ven que aquí ya está planteado y les advierto que esto está planteado en el Seminario 2, y no en el Seminario 20. Es la imposibilidad radical de la existencia de cualquier diálogo, porque para que haya diálogo la estructura requerida es esta, y esta estructura Lacan nunca la escribió; sí habló muchas veces de intersubjetividad. Sí, en los seminarios 1 y 2 lo llevó a cierto extremo. En el Seminario 3 empezó a sacar las cuentas de que no; en el cuatro seminario ya sabe bien que no. En el quinto la teoría está ya matematizada como que no. Pero nunca pierdan de vista que cuando Lacan, a nivel de desarrollo, habla de intersubjetividad, la estructura que nos presenta a nivel de matemas es esta, y esto implica la imposibilidad de la intersubjetividad en el diálogo. Así que no la hay en análisis, no la puede haber en ningún lado porque el sujeto superpone al otro sujeto la función de Otro.
Así pues, Lacan propone que la demanda oral comienza obviamente con la necesidad. Ahora propone que la estructura de la demanda oral implica no tanto radicalmente su comienzo por la necesidad podríamos escribirlo N mayúscula, sino por su encuentro, por el enfrentamiento de la necesidad con la función de la demanda. Al producirse el encuentro de la necesidad con la demanda, inexorablemente se van a producir dos efectos que Lacan va a llamar «más acá» y «más allá». En el grafo, si ustedes quieren y articulan varios grafos, podríamos partir del sujeto mítico de la necesidad, su encuentro con la demanda; y la demanda siempre, necesariamente, implica al Otro y el más allá de la demanda que es el campo del deseo. Ahora bien, esta es una forma de pensarlo. La otra, la más completa, es nunca olvidar que también la demanda produce no sólo su más allá que es el deseo, sino también su más acá que es el amor.
Con lo cual ustedes tendrán, dependiendo del sistema con que estén trabajando, que si partimos de la necesidad, podríamos sustituir los términos y trabajar en vez de «necesidad» podríamos trabajar con «goce», y entonces cambiar el sistema en función de los que se esté pensando. Nosotros como estamos partiendo de una lógica que parte de la necesidad de ser amamantado. Los términos en los que caemos es «necesidad» y su encuentro con la demanda. Al encontrarse con la demanda surgirán dos efectos propios para nada de la necesidad , saber: su más allá, el deseo, y su más acá, el amor. Es decir, si la demanda queda en el terreno de la demanda, tendrán amor; si se va más allá de la demanda, estarán en el nivel del deseo. Esa es una definición de deseo, deseo como más allá de toda demanda; es una definición que adviene justo simultáneamente como paso subsiguiente a la definición del deseo como metonimia. Y les advierto que no son lo mismo. Definir el deseo como metonimia trae consecuencias clínicas sumamente distintas, que definirlo como más allá de toda demanda.
Yo sé que si uno trabaja un poquito los términos se pueden asociar el deseo como metonimia y el deseo como más allá de toda demanda. Igualmente, me da la impresión de que no es lo mismo, y que trae profundos cambios en la clínica, especialmente en aquella clínica que es la clínica del deseo como metonimia, que es la clínica histérica, en donde las histéricas siempre están diciendo "No, no es eso". Para la clínica de la histeria, confundir el deseo con metonimia te deja el síntoma como cura, que es lo que sorprende a los lacanianos cuando las histéricas dicen: "No. Pero, finalmente, ¿existe el objeto del deseo? Si yo digo que no es este hombre, ni es aquel, ni este otro, pues entonces no es ningún hombre. Por tanto, ¿hay acaso objeto para el deseo?", y a los lacanianos habitualmente se le queman los papeles, y uno termina pensando que ese punto nunca lo entendió del cabalmente, y que en todo caso la histérica lo sabe muy bien y no se engaña; y que ella no se engaña como uno, pobre neurótico obsesivo El problema clínico de creer que el deseo es metonimia.......................
[Cambio de cinta]
..........................encuentra como el medio en el que se plasma su necesidad de ser amamantado, encuentra al Otro. Es imposible que el niño evite que su necesidad de ser amamantado se convierta en demanda de ser amamantado. Y es imposible porque encuentra otro. Si no encuentra otro, deja de ser imposible. Si no hay Otro la necesidad de ser amamantado, queda como necesidad de ser amamantado, y ahí suceden cosas rarísimas, tales como las estudiadas por Spitz desde el hospitalismo y el marasmo.
De modo que, para Lacan, de lo que se trata es de que la necesidad, más allá de lo que el niño quiera o no quiera hacer con su necesidad que sólo se manifiesta en el llanto, se convierte en una demanda al Otro. Si efectivamente encuentra otro, no podrá evitar encontrarse con este hecho de que haya alguien que se sienta demandado por su llanto. Eso se convierte en demanda a alguien, lo cual es una desnaturalización completa de la necesidad. En el caso de los animales, vean que entre los mamíferos que amamantan no existe esa función de demanda, nadie se siente demandado. En el mundo animal nadie se siente demandado porque el retorno de esto es la demanda de dejarse alimentar, cosa bastante evidente si uno ha visto amamantar bebés. Pero si uno no ha visto amamantar bebés, se va a guiar por lo que dicen los psicólogos. Si lo vieron, debe haberles llamado la atención cómo se manifiesta la demanda invertida. Y aun muchas veces la mamá le pregunta al bebé: "Pero, ¿cómo? ¿No querías comer?". Él no dijo nunca que quería comer, a lo sumo lloró. Pero eso se convirtió en demanda, y lo que es imposible de evitar es el movimiento segundo, esto es, que el Otro demande al niño. ¿Cuál es esta demanda en esta lógica acotadísima con que estamos trabajando? Es el «déjate alimentar».
Intervención: [inaudible].
A.E.: No, mi impresión es que, para Lacan, donde adviene la sexualización es en el paso inmediatamente siguiente que es el más allá de la demanda por parte del niño, que sería el tercer movimiento. ¿Entienden que aquí éste se impone sobre éste? Con lo cual el movimiento tercero implica que el sujeto se recupere. ¿Cómo se recupera en esta dialéctica? Diciendo que no. Y la función tan importante que Lacan siempre destaca en esta dialéctica es la de la anorexia mental. Esta es la función que Lacan siempre asigna a la anorexia mental, porque el único lugar que resta al sujeto es el de decir que no. Y en este decir-que-no es donde Lacan dice que adviene lo sexual, que es un plus. Ahí está jugando con todos nosotros, con los post-freudianos, que nos encanta "el apuntalamiento como plus", "el plus de satisfacción". No hay más que asistir a cualquier curso en la Facultad de Psicología, en este mismo edificio. ¿Cómo se aplica esto? El profesor nos dice que el nene chupa la teta y le gusta, y que pasado cierto límite, eso ya es pulsión porque es libido ¿Entienden el problema del plus? Para Lacan, el plus que adviene como deseo sexual es justamente no el de una satisfacción en más, sino el que ninguna satisfacción de una necesidad puede colmar. Ahí aparece lo sexual. La vuelta que le da Lacan es espectacular. Este «no» es la entrada de la sexualidad humana, porque ya ninguna satisfacción de ninguna necesidad podrá colmarlo. Pueden decir que no a la demanda que dice: "Ven a satisfacer esa necesidad que tienes". Eso es el apuntalamiento, para Lacan, absolutamente contrario a los desarrollos que se pueden deducir de Freud en torno al apuntalamiento. Y esta es la entrada de lo sexual. Por eso te decía, Irene, que me parecía que no es aquí donde se lo puede encontrar, porque si aquí no tenemos el «no», no tendríamos esto. De manera que hace falta el «no».
Intervención: ¿Ahí es que aparece el deseo?
A.E.: Esto es deseo. Ahora bien, este más allá de la demanda que viene como retorno de mi demanda desde el Otro, la única posibilidad de este más allá que me queda a mí en esta posición, es la de decir "No es eso". Por eso, la posición en la que uno queda necesariamente es la de anorexia mental, o sea, la del rechazo del alimento. Y el problema de equiparar así al deseo es que es un deseo rebelde; y obviamente con este deseo no vas a ningún lado.
Intervención: [inaudible].
A.E.: Porque esto no causa ningún movimiento dirigido hacia nada: sólo te plantás en un «no». Si tu sexualidad queda connotada en «no» a la demanda del Otro, quedás en posición de rebelde, lo cual me parece una salida muy insuficiente. Yo creo que si no agregamos dos o tres factores, tendremos problemas. Porque se trata de un «no» a todo, de «no» a secas, un «no» con el que no se va a ningún lado. Es cierto que en muchas coordenadas el rescate de la posición subjetiva es decir que no. Por ejemplo, cuántas veces hemos dicho a nuestros analizantes que no se trataba ni de elegir A ni de elegir B, sino más bien de decirle que no a la elección misma. ¿Vieron esas elecciones chantajistas en que a veces los sujetos quedan entrampados? De modo que, a veces, hay que decir un no más radical, un "no acepto que me hagas elegir".
No obstante, lo que este planteo tiene de virtuoso es que uno se da cuenta de que todos los vaivenes de la oralidad, por ejemplo, para nada provienen de ninguna propiedad de ninguna función orgánica, de ninguna zona corporal, sino del encuentro con la estructura del mundo humano; lo que produce tanto la demanda oral como el retorno invertido como el rechazo del sujeto que habilita el deseo que es el más allá de la demanda, que en este caso para Lacan está fuertemente representado como anorexia mental. Es una muy buena indicación de la función para todos aquellos que estudian la anorexia mental, es decir, si no estará significando, por parte del sujeto, un rechazo a cierta demanda excesiva tipificada como muy marcadamente como del Otro. Pero, sea como fuere, vean que esto también es complicado, que quedarse en el «no» es muy complicado porque habitualmente no tiende a ninguna posibilidad de encuentro con el Otro en la vía del deseo.
Intervención: [inaudible].
A.E.: La sexualidad adviene porque ya aquí este «no» hace que se abra un campo que está totalmente separado de la necesidad. Con lo cual vas a estar investida por una cierta "necesidad", entre comillas, que ya no podrá satisfacer ninguna satisfacción orgánica. A partir de este movimiento, ya no habrá comida que te deje plenamente satisfecha. Es como si yo dijese: "¿Cómo andás? Bien, muy bien: estoy comiendo bien" ¿Qué está queriendo decirme con eso? Precisamente eso mismo: comer, defecar, que anda de maravillas con eso. Digo, entonces, habilita un más allá de la demanda que la connota como sexual en el punto en donde el cuerpo ya va a ser siempre un más allá de cualquier satisfacción de cualquier necesidad.
Intervención: [inaudible].
A.E.: Totalmente, que es que ese no se convierta en deseo, porque, para mí, este «no» no tiene forma del deseo. Yo no verifico que quien dice que no, esté diciéndome de su deseo, que me indique que he ahí su deseo. Para nada. Y me da la impresión de que lo que le falta a Lacan en este esquema, que es insuficiente porque no pone a trabajar la función deseo del Otro, es el resto. Este esquema no introduce el resto. Con lo que yo no estoy de acuerdo es que el resto no es equiparable a deseo. Digo, todos nuestros pacientes tienen resto y no todos tienen deseo. En los psicóticos, por ejemplo, resto siempre hay, ¿o acaso ellos tienen una estructura completa? No se puede decir porque no existe estructura completa. Hay resto pero no siempre el resto adquiere forma de deseo. ¿Qué es, pues, lo que produce que el resto tenga forma de deseo, que opere como deseo? No el resto per se. Piénsenlo, porque en la clínica van a encontrar siempre la manifestación patética del resto, pero no siempre van a encontrar que opera como deseo. Es muy interesante distinguir entre «resto» y «deseo». ¿Cuál es el catalizador que hace que el resto adquiera forma de deseo? El deseo del Otro. Y aquí, como Lacan trabaja sólo con la demanda del Otro, no tiene forma de establecer por qué el resto, el plus, ese extra, adquiere forma de deseo. Lo que le da forma de deseo es el deseo del Otro. Por eso no podremos rectificar jamás el deseo de un analizante si no ponemos a trabajar el deseo del analista, porque lo que recupera la forma de deseo de la falta es el encuentro con el deseo del Otro. Pero aquí, Lacan sólo está trabajando con la demanda del Otro.
Notas
Desgrabación: Lic. Nancy Fontana
Correcciones y establecimiento del texto: Lic. Luciano Echagüe