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Seminario
Análisis parcial del concepto de pulsión
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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Alfredo Eidelzstein


Clase 5

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Clase Nro. 5 - Fecha: 18 de junio de 1999

El tema de la reunión de hoy, tal como les había dicho, es el apuntalamiento, Anhlenung en alemán; y el de la próxima vez, que va a ser la última en que vamos a trabajar nociones y textos de Freud, va a ser la pulsión tal como se desarrolla en los trabajos de metapsicología en torno a 1914, 1915 llegando hasta «Más allá...». Luego de esa reunión, todas las subsiguientes girarán en torno a la noción de «pulsión» de Lacan. Seguramente, comenzaremos con el automatismo de repetición del Seminario 2; luego, la fórmula S barrado rombo D entre el Seminario VI y «Subversión del sujeto», para recién entonces pasar al Seminario 11 y la nueva concepción de pulsión que allí aparece. Y, si nos dan los tiempos, intentaremos también con los seminarios XIV, XV y XVI, fundamentalmente con relación al problema del goce, la concepción de la energía y la noción de economía política.

La pregunta con la que nos habíamos quedado, que podría llegar a ser casi la pregunta para todo este conjunto de reuniones, era: ¿cómo entender de dónde proviene el Drang del Zwang? Hoy les propongo transformar el título de Freud de «El problema económico del masoquismo», que me da la impresión de que remite exactamente al mismo problema, porque efectivamente el problema económico del masoquismo es lo que funda la clínica psicoanalítica. La clínica psicoanalítica se especifica cuando uno está en la causa de su mal. Y creo que la noción de «pulsión» surge, precisamente, dentro de esa lógica: si hay un mal y uno no está en la causa de ese mal, prácticamente todas las propiedades específicas de la clínica psicoanalítica no le son aplicables. Es por eso por lo que, si se lo olvida, se generalizan los conceptos del psicoanálisis a todo el mundo, y así ocurre que termina siendo que pulsión es mucho más específica y pertinente a la clínica no psicoanalítica —algo que, por lo demás, en general se verifica —. La mala forma de entender «pulsión» es prácticamente lo que reina en la clínica no psicoanalítica. En la clínica psicoanalítica, esa mala concepción de «pulsión» no se la ve operando jamás.

Además de esta especificación que les propongo, «El problema económico del masoquismo» es también de donde vamos a derivar no una teoría de la energía sino una teoría de la economía: la economía política. Y, por otra parte, también les hago la propuesta de mirar desde cierta perspectiva la existencia de las teorías psicoanalíticas: la teoría freudiana, la teoría kleiniana, la teoría Anna-freudiana y la teoría lacaniana. La cuestión es la de cómo puede ser que siendo teorías tan diversas, todas ellas sean "psicoanálisis". Es un problema grave porque, si uno se pone con cierta dedicación a estudiar la teoría de Melanie Klein en relación con la de Anna Freud y en relación con la de Lacan, verificará que prácticamente no tienen nada que ver, que no hay una sola noción que sea definida igual, y que ni una sola intervención práctica del analista es pensada de la misma manera. Con lo cual no es un pequeño problema. Habría que estudiar bien qué relación guardan todas estas teorías entre sí, porque si uno no responde a esa relación, no puede seguir sosteniendo que sean todas psicoanalíticas. Solamente en cierta relación que guardan entre sí es donde se supone que son todas psicoanalíticas. Si uno no estudia esta relación y no la conoce, es una petición de principio sostener que son todas psicoanalíticas, ya que, después de todo, ¿por qué tendrían que serlo?

Además, por el efecto que he encontrado no solamente aquí sino discutiendo nociones de psicoanálisis con colegas, hay otro problema que para Lacan es estructural, a saber: siempre que se producen nociones radicalmente nuevas sobre el sujeto humano, (no sobre la estructura atómica de la materia, en donde no existe este problema), cada vez que el autor que propone una noción nueva debe comunicarla, transmitirla o enseñarla, se encuentra con el hecho de que hay un retorno desde quien o a quien se propone la transmisión, un volver al statu quo ante. Este es un problema de dos dimensiones: la primera es que toda noción referida al sujeto humano (y, más aún, todas aquellas nociones que no estén definidas algebraicamente) está sometida a la ley estructural de que una significación necesariamente remite a otra significación. No sé si ustedes entienden lo que esa fórmula significa. Si definimos «significante» como el conjunto de los fonemas, y «significado» como la idea que ese conjunto de fonemas tiende a cristalizar en una lengua, la relación entre ellos la definimos como «significación». Y bien, lo que Lacan propone es que cualquier significación —esto es, cualquier relación significante-significado— depende de las otras relaciones significante-significado. A la flechita interpuesta la llamamos «significación». Y, efectivamente, se verifica que no hay una relación natural sino arbitraria entre significante y significado. Pero, además, que esa arbitrariedad en la relación no es autónoma sino que depende de las otras significaciones. De manera que cada vez que un autor —especialmente si utiliza un significante de la lengua— quiera proponer un significado nuevo, encontrará una resistencia. Esta resistencia estará primeramente justificada en que si uno va a aceptar esa noción nueva sobre el sujeto, va a tener que estar dispuesto a cambiar, porque esa relación sobre el sujeto incide sobre uno mismo; o sea, si uno acepta que existe el inconsciente, encima tiene uno que aceptar que hay inconsciente en uno. La primera resistencia es que uno debe estar dispuesto a cambiar. Y uno no tiene por qué estar dispuesto a cambiar porque a un tipo encerrado en un consultorio se le haya ocurrido esta idea nueva. El tipo que llegó a esa idea, llegó a ella por un recorrido personal; pero ocurre que cuando va a dar una conferencia al respecto, los demás no tienen ese recorrido personal, y dado que se trata de nociones que inciden sobre la subjetividad, habrá pues una resistencia a recibir esa noción nueva.

Pero, para colmo, habrá otra resistencia: la del conjunto, la del sistema de significaciones. Por ejemplo, si ustedes están dispuestos a concebir de una manera novedosa el término «Trieb» como «pulsión», si ustedes aceptan que hay aquí una novedad absoluta, tendrán que estar preparados a recibir una novedad absoluta en todos los términos concatenados con ese; y, como habitualmente no estamos dispuestos a ello, ni siquiera lo tenemos presente, y creemos que estamos asimilando lo nuevo que nos proponen cuando, en realidad, estamos convirtiendo eso nuevo que nos proponen a lo parecido que tenían las significaciones anteriores. Eso es un problema estructural con el que se encontraron Freud, Melanie Klein, Lacan y todo aquel que quiera proponer una noción nueva sobre la subjetividad humana.

Si se trata de alguna novedad en, por ejemplo, la estructura atómica; si se ha descubierto una partícula aún más pequeña, uno puede interesarse más o menos, pero, seguramente, uno se conmueve más con el resultado del partido de anoche de la selección argentina de Voley... ¿Por qué? Porque no nos produce sorpresa, ni siquiera resistencia ya que no nos atañe a nosotros directamente. En cambio, cuando se trata de una novedad en el plano de la concepción de la subjetividad, tiene uno que aprenderlo de nuevo, totalmente, desde cero, y todas las ideas que uno le apliques para entenderlo van a ser necesariamente una resistencia al concepto. De suerte que el proceso de ir adquiriendo estas nociones se hace con un gran esfuerzo personal y una particular disposición de verse uno alterado por el acto de incorporar esa noción. Si uno solamente quiere entender, no entenderá lo nuevo, sino que sólo reconectará el campo semántico vinculado a ese término, las asociaciones que ya tenía en el sistema anterior. Así pues, mi impresión es que la lectura más típica que hoy se hace de Lacan es esa: leemos lo nuevo, sin reconocer lo nuevo; leemos lo nuevo e inmediatamente lo asociamos con algo ya conocido (como, por ejemplo, este término actualmente tan de moda que es el "goce"). Es un proceso necesario por la estructura misma del lenguaje.

Entonces, lo que les propongo —para retomar desde el comienzo— es que la pulsión no es un efecto de la energía corporal, que la pulsión no es el estímulo endógeno corporal, ni siquiera la exigencia de trabajo que impone lo somático a lo psíquico. En este sentido, además, tenemos otro grave problema que es el siguiente: hay una tendencia general en Occidente a suponer que las manifestaciones subjetivas son consecuencia, efecto de alteraciones químicas. Esta es una tendencia general occidental. Y es por eso por lo que la sociedad occidental es hoy adicta al consumo de drogas. Siempre se consumieron drogas en toda sociedad que se conozca. Al menos hay de aquí para atrás unos cuatro mil quinientos años de conocimiento del consumo de drogas alucinógenas, en América, en Europa. No es novedad. Pero no había sociedades adictas. ¿Por qué Occidente es adictivo? O sea, no porque hay una mafia en Colombia, sino ¿por qué es que todo Occidente consume drogas compulsivamente? Les propongo que es un proceso inexorable que hoy cumple cien años, porque hoy cumple cien la aspirina, el ácido acetilsalicílico. ¿Vieron en la televisión las publicidades de aspirina? Son totalmente adictivas: "para que el día te vaya bien", "si el día se te hace largo", etc., y ya no el clásico "si te duele la cabeza". Ya no se propone más la aspirina para dolor de cabeza. Mi madre, por ejemplo, toma una aspirina todas las tardes. No lo hace por nada en particular, la toma por que sí, es una conducta adictiva. Y observen que no es una droga penalizada, con lo cual no se ve la adicción. Hay, a propósito, un libro excelente, «La cultura del dolor» 1, cuyo autor, David Morris, propone que la característica de nuestra cultura es la de ser una cultura del dolor, que Occidente se caracteriza por el dolor crónico. Hoy hay anestésicos y analgésicos tan poderosos como nunca a nadie se le hubiera ocurrido hace cincuenta años; y, a pesar de eso, el dolor ha aumentado. A pesar de que Occidente se caracteriza por tener un espectacular desarrollo de la farmacología, el dolor ha aumentado de una forma increíble a nivel del número de gente. Ahora, todo el mundo tiene un dolor, y a su vez hay un nuevo dolor típico de Occidente que es el dolor crónico. Este libro, «La cultura del dolor», propone que hay una epidemia occidental del dolor crónico. De modo que hay una reacción a la estructura de esta afirmación: todo lo que sucede como dolor es a causa del cuerpo. Hay una reacción que es que duele más, o sea, tomamos cada vez más analgésicos...

Y bien, este estado de cosas nos lleva a formarnos una cierta idea del concepto de «pulsión», porque hoy estamos —querámoslo o no— persuadidos de que, si nos sentimos mal, es que tenemos que tomar una pastilla; pero si tenemos que tomar una pastilla es porque suponemos que la causa de ese malestar es orgánico. Así que, hoy, convencer a la gente de que la pulsión no tiene que ver con lo orgánico es muchísimo más difícil, y especialmente a los lacanianos, porque ellos gustan de hablar el lacanés y creen que, por el solo hecho de hablar y de expresar ideas en lacanés, ya tienen resueltos los problemas... Y es más complicado, está más enquistado y oscurecido el problema.

Para que ustedes vean qué argumentos se toman en cuenta y cuáles se reprimen en la lectura que se hace de Freud (porque el verdadero uso de represión es eso: qué párrafos de Freud has leído y, de esos, cuáles te recordás y cuáles no), les traje algunos cuantos pasajes fatídicos de Freud que uno preferiría olvidar... Pero no necesariamente los otros reprimen como uno: bien pueden reprimir de otra manera. Así, voy a proponerles que, sobre la pulsión, si ya hablamos del «orgón» y el delirio de Wilheim Reich (que también es extraído de ciertas nociones freudianas), hoy quisiera leerles una pequeña cita de Freud sobre Abraham, una cita de 1924, para que ustedes escuchen cómo se puede leer a Freud. Dice Freud, en la nota 41 de pie de página en «Tres ensayos»:

«En el ensayo mencionado en último término, 1924 de Abraham, llama la atención sobre el hecho de que el ano proviene de la boca primordial, blastoporo, del embrión».

Es decir, el desarrollo embrionario hace deducir que la boca y el ano provienen de los mismos elementos embrionarios.

«...lo cual parece un modelo biológico del desarrollo psicosexual»

¿Ven el problema? ¿Ven cómo se hace derivar la secuencia psicosexual oral-anal por el blastoporo? El blastoporo pone en conexión lo oral y lo anal, y entonces eso justifica que... Esta es una lectura posible. Más aún, Freud no la critica sino que la toma como una muy digna y novedosa investigación. La embriología se estaba desarrollando en la época de Freud. Saben que en el 2005 va a salir el mapa genético humano, el famoso genoma humano donde va a estar absolutamente toda la estructura genética del ser humano, lo cual es una cantidad de información insospechadamente grande. Pero en la época de Freud todo eso recién comenzaba a desarrollarse, y fíjense en cómo una lectura posible es hacer derivar lo oral y lo anal de lo embriológico. Voy a proponer, en cambio, una lectura que es la que creo que más sigue a las propuestas de Lacan en términos de resolver contradicciones freudianas. Pero será una lectura del todo contraria, es decir, la pulsión será lo que designe para nosotros algo que no tiene nada, absolutamente nada que ver con blastoporo (y si tuviese alguna relación con blastoporo, no se trataría de eso).

Bueno, ni hablemos de la preponderancia de Tánatos en el momento del nacimiento de todo ser humano, que es la posición kleiniana —imposible de distinguir del instinto—. Tánatos en preponderancia sobre Eros desde el nacimiento para todo ser humano, eso es instinto, inexorablemente es instinto. Con lo cual fíjense en cómo en psicoanálisis hay teorías que se sostienen proponiendo que lo esencial de la operatoria psicoanalítica es la operancia sobre el instinto.

Mi impresión es que el «retorno a Freud» preconizado por Lacan hoy día está sumamente complicado porque se estima que el retorno de Lacan a Freud es retornar a lo que Freud dijo; más bien me parece que el retorno de Lacan a Freud hay que especificarlo, y, a mi entender, no es a lo que dijo, sino a lo absolutamente nuevo que propuso, que se confunde porque como Lacan propone «pulsión», entonces uno cree inmediatamente que Lacan trabaja con la pulsión de Freud.

Apenas dos citas de Freud para que ustedes vean los bordes de la enunciación freudiana. No son de cualquier lugar. No tomo cualquier lugar, sino el último párrafo de «Lo inconsciente», y «Esquema del psicoanálisis», ni más ni menos. La cita del último párrafo de "Lo inconsciente":

«Es atinado también hacer una advertencia en este lugar: no ha de generalizarse apresuradamente lo que aquí hemos traído a la luz sobre la distribución de las operaciones anímicas en los dos sistemas. Estamos describiendo la situación tal como se presenta en el adulto, en quien el sistema Icc, en sentido estricto, funciona sólo como etapa previa de la organización más alta. El contenido y los vínculos de este sistema durante el desarrollo individual, y el significado que posee en el animal, no deben derivarse de nuestra descripción sino investigarse por separado».

Hay ahí una cita a pie de página en que Strachey dice que es la primera vez que Freud habla de "metapsicología" en el animal.

« Además, en el caso del hombre debemos estar preparados para descubrir, por ejemplo, condiciones patológicas bajo las cuales ambos sistemas se alteren en su contenido y en sus caracteres, o aun los truequen entre sí».

En el «Esquema del psicoanálisis», lo último de Freud, en la página 145 del tomo XXIII:

«De igual modo, en el curso del desarrollo individual el superyó recoge aportes de posteriores continuadores y personas sustitutivas de los progenitores, como pedagogos, arquetipos públicos, ideales venerados en la sociedad. Se ve que ello y superyó, a pesar de su diversidad fundamental, muestran una coincidencia en cuanto representan {repräsentieren} los influjos del pasado: el ello, los del pasado heredado».

Ya hemos discutido este punto: no puede ser, no aceptamos la herencia filogenética y, si no la aceptamos, tenemos que explicar el Ello o descartarlo. Para Freud, el Ello es lo heredado remoto; el Superyó, en lo esencial, lo heredado del pasado asumido por otros, o sea los padres. El Superyó es lo heredado de los padres, y por eso es "el heredero del Complejo de Edi po".

«[...] En tanto, el yo está comandado principalmente por lo que uno mismo ha vivenciado, vale decir, lo accidental y actual»

Entonces, el Ello sería lo heredado filogenético; el Superyó, lo heredado personal; y el Yo, lo accidental.

Presten atención al párrafo que sigue:

«Este esquema general del aparato psíquico habrá de considerarse válido también para los animales superiores, semejantes al hombre en lo anímico».

De suerte que para los monos, los gorilas, los chimpancés, Freud dice que hay un aparato psíquico enteramente semejante. Y así resulta que los orangutanes tienen Superyó, Ello y Yo...

«Cabe suponer un superyó siempre que exista un período prolongado de dependencia infantil, como en el ser humano»

Si son mamíferos y están mucho tiempo con la hembra nutricia, entonces hay Superyó en los gorilas.

«Y es inevitable suponer una separación de yo y ello. La psicología animal no ha abordado todavía la interesante tarea que esto le plantea»

El perro que ustedes tienen en casa tiene Yo y tiene también Superyó, como así también un Ello. El Ello serían los instintos: para los machos, orinar con la pata levantada. Eso sería el Ello. Por otra parte, lo que le enseñó su madre en los primeros noventa días sería el Superyó; y el Yo sería todo lo que ustedes le enseñaron en casa. ¿Se dan cuenta de adónde puede uno ir a parar si no hace precisas diferenciaciones? No es que yo esté en contra, pero me da la impresión de que, así, Ello, Yo y Superyó se convierte en absolutamente inútiles para especificar al sujeto humano. Pero, es cierto, está en Freud, y hasta en el «Esquema del psicoanálisis». Está claro que de aquí a que haya un psicólogo canino de escuela freudiana no hay más que un pasito... Sería incluso totalmente ajustable, salvo que a ninguno se le ocurrió todavía. Debe ser que este párrafo de Freud nos produce tanto horror que lo hemos reprimido... Hay ya psicólogos de perros, entonces ¿por qué no podría inaugurarse un Círculo Freudiano de Psicología Canina, que trabajaría con las nociones de Yo, Ello y Superyó..? Ustedes se ríen, pero me da la impresión de que hay que trabajar en pos de conseguir la especificidad, porque en Freud, a veces, la cosa se descuajeringa y se pierde la diferencia.

No solamente se pierde esa diferencia, sino que también en «Lo inconsciente», página 183, se confunden «pulsión» y «deseo», tal como yo les había avisado la vez pasa. Les leo el párrafo para que ustedes verifiquen que, efectivamente, si al sistema no se le agregan precisiones, se pierden las diferencias. En el comienzo del capítulo 5 de «Lo inconsciente», Freud dice:

«Un nuevo significado cobra el distingo entre los dos sistemas psíquicos si atendemos a que los procesos de uno de ellos, el Icc, exhiben propiedades que no se reencuentran en el contiguo más alto. El núcleo del Icc consiste en agencias representantes de pulsión...».

Esto es de 1915, y está junto a «Pulsiones y destinos de pulsión». La noción de «pulsión» en «Lo inconsciente» es la de «Pulsiones y destinos...». El núcleo del inconsciente consiste en agencias representantes de pulsión, y ya está aquí el germen del Ello, porque si el núcleo del inconsciente son agencias representantes de pulsión y ellas no pueden ser reprimidas salvo originariamente, entonces el inconsciente pasa a ser la sede fundamentalmente de esto y se llamará "Ello".

«... que quieren descargar su investidura; por tanto, en mociones de deseo».

He aquí la confusión. Hay que revisar este pasaje en la traducción de Echeverri, porque en la de Ballesteros, nada, no dice nada. Entonces, "emociones de deseo" son agencias representantes de pulsión que quieren descargar su investidura. Ahora bien, todas las agencias representantes de pulsión quieren descargar su investidura, con lo cual se confunden «pulsión» y «deseo». En la traducción de López Ballesteros no se puede leer porque dice:

«El nódulo del sistema inconsciente está constituido por representaciones de instintos, que aspiran a derivar su carga, o sea por impulsos optativos».

Se fue todo a los caños porque no pone «deseo» sino "optativo", y no pone «pulsión» sino "instinto"... Igualmente, uno localiza los términos, no es que Echeverry tradujera mal. Con lo cual vean que el sistema freudiano no hace un buen distingo con respecto a los animales, y, por otra parte, para colmo, se confunden «pulsión» y «deseo». No por nada el texto más preciso para discutir esto es, en Lacan, «Posición del inconsciente» , escrito que viene justo inmediatamente antes del escrito «Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista», que es una precisión que Lacan necesita hacer (esto es, hay que agregar «deseo del psicoanalista» —que no es una noción freudiana— para especificar el Trieb porque si no, Trieb no se especifica).

Desde el punto de vista metodológico, la solución que les propongo es que en Freud opera el prejuicio paralelista, es decir que opera el paralelismo psicofísico. El paralelismo psicofísico es un concepto, también diagnosticado por Lacan. Y, además, voy a proponerles que cuando en la pulsión nosotros vemos efectivamente operando un órgano, o conjunto de órganos, o una alteración de órgano o conjunto de órganos, eso va a ser una pseudo-pulsión. O sea, como los sujetos humanos hablantes estamos afectados por el funcionamiento de la pulsión, sabemos que existe la pulsión, y homologamos ciertos funcionamientos corporales a la pulsión porque son muy equiparables, pero son pseudo-pulsiones. Estoy diciendo que cuando se piensa que la pulsión es la energía somática que exige un trabajo —por ejemplo, el hambre— se trata de una pseudo-pulsión. Quiero decir con esto que, para los propios sujetos humanos hablantes, se nos confunde con la pulsión porque opera de la misma manera. Opera de la misma manera la pulsión que cuando tenemos hambre. Como Freud fue afectado justamente por esto mismo, supuso —y voy a explicar por qué—, porque en él opera el prejuicio paralelista, que esa era la fuente de la pulsión. Pero, en rigor, no es nada más que una equivalencia analógica entre la pulsión y ciertos funcionamientos del cuerpo. ¿Se entiende? De manera que la pulsión no tiene nada que ver con la sed ni con el hambre, pero la sed y el hambre analógicamente operan como ciertas cuestiones pulsionales que operan en nosotros.

Hay una equivalencia analógica de formas, apariencias relacionables, pero lo que vamos a tratar de establecer es lo específico de la pulsión, y vamos a tratar de distinguirla de cualquier concepción paralelista.

El paralelismo psicofísico lo van a encontrar criticado por Freud también en el capítulo 1 de «Lo inconsciente», página 164:

«Atendiendo a todos nuestros recuerdos latentes, sería inconcebible que se pusiese en entredicho lo inconsciente. Pero ahora nos sale al paso una objeción: estos recuerdos latentes ya no deberían calificarse más de psíquicos, sino que corresponderían a los restos de procesos somáticos de los cuales lo psíquico puede brotar de nuevo».

¿Lo entendieron? O sea, Freud está justificando el concepto de «inconsciente». Debe criticar que psíquico es igual a consciente; tiene que agregar que también hay lo psíquico inconsciente. Entonces, él dice:

«La existencia de recuerdos latentes...».

¿Qué es un "recuerdo latente"? Un recuerdo que yo recuerdo que no me acuerdo. Eso es.

Intervención: ¿"Latente" quiere decir que es posible de recordar?

A.E.: No necesariamente. ¿Te referís al recordar en el sentido de hacer consciente? No necesariamente: hay recuerdos que yo recuerdo, que nunca voy a poder hacer conscientes. A eso responde la necesidad clínica de las construcciones en psicoanálisis.

Intervención: Pero, entonces, eso no es "latente".

A.E.: ¿Por qué no? ¿Qué quiere decir "latente"? Lo contrario de "manifiesto". "Latente" es un adjetivo para expresar lo contrario de "manifiesto".

Intervención: Me parece que ella se refiere a lo latente como preconciente, ¿no? Lo latente como lo pasible de conciencia.

A.E.: Pero acá estamos justificando lo inconsciente. Preconciente es la tabla de multiplicar: me la sé de memoria, no la tengo en este momento en la conciencia pero puedo evocarla sin ninguna dificultad en cualquier momento. Eso es preconciente, pero no justifica el concepto de inconsciente.

Ahora bien, Freud dice que uno podría considerar que eso inconsciente no sea psíquico, sino somático, porque uno podría hacer equivaler "psíquico" a "consciente".

« Es fácil replicar que, al contrario, el recuerdo latente es indudablemente el saldo de un estado psíquico. Pero más importante es dejar en claro que esa objeción descansa en la igualación no explícita, pero establecida de antemano, entre lo conciente y lo anímico. Tal igualación es, o bien una petitio principii que no deja lugar a inquirir si es verdad que todo lo psíquico tiene que ser conciente, o bien un asunto de convención, de nomenclatura. En este último carácter, como convención, es desde luego irrefutable. Sólo queda preguntarse si es a tal punto adecuada que sería forzoso adherir a ella. Hay derecho a responder que la igualación convencional de lo psíquico con lo conciente es enteramente inadecuada. Desgarra las continuidades psíquicas, nos precipita en las insolubles dificultades del paralelismo psicofísico ».

Freud critica al paralelismo psicofísico. Sin embargo, Strachey destaca de modo espectacular que Freud mismo parece haberse inclinado en algún momento a aceptar esta teoría del paralelismo psicofísico.

¿Qué sostiene, entonces, el paralelismo psicofísico? El paralelismo psicofísico sostiene que a todo lo psíquico le corresponde algo somático, y a lo somático algo psíquico. En general, es la teoría de lo "psicosomático" que reina hoy en Occidente. Lo que se conoce hoy como teoría psicosomática —por ejemplo, Luis Chiozza, y el Centro de Investigaciones en Medicina Psicosomática—, cuyos partidarios creen que sostienen una teoría derivada de Freud —que es que a lo psíquico le corresponde algo somático—, ¿de dónde lo obtienen, de qué noción psicoanalítica la desprenden? De la pulsión. ¿Qué noción pone en íntima conexión un proceso somático y su expresión en algo psíquico? Cuando, en realidad, no es la articulación entre lo psíquico y lo somático de Freud, sino el antiquísimo prejuicio de sostener que a todo lo psíquico le corresponde algo somático y a este lo psíquico.

Acerca del "paralelismo", el Diccionario de Ferrater Mora dice:

«La mecanización del universo es el fundamento del paralelismo psicofísico».

Es decir que concebir al universo como un mecanismo, como una máquina, es el fundamento del paralelismo psicofísico. ¿A qué voy? A que la entrada, la permanencia y la imposibilidad de quitar el paralelismo psicofísico en psicoanálisis se debe a la utilización por parte de Freud de la noción de «aparato psíquico». Siempre que nosotros tengamos una noción mecánica del sujeto humano, necesariamente tendremos un paralelismo psicofísico. Y " aparato psíquico" implica paralelismo.

Intervención: Es la física y la hidráulica de ese momento.

A.E.: De acuerdo, pero además es el prejuicio. Leibniz ya criticaba ese prejuicio. No todo el mundo explicaba los fenómenos humanos mediante una relación con lo somático. Lo que estoy diciendo es que, si se concibe un "aparato", se suscitará inmediatamente la pregunta de qué es lo que mueve a ese aparato. Y bien, lo mueve una "energía". Frankenstein: un conjunto de partes de cuerpo cosidas, elegidas entre las mejores, puestas sobre una mesa y animadas violentamente por la una energía de un rayo. Hay que alimentar al "aparato" con "energía" porque si no, el aparato obviamente no se mueve.

En Lacan, todo este problema se disuelve con la entrada de la noción de «sujeto» en lugar de la de «aparato psíquico». Con la noción de «sujeto» se disuelve el problema de qué mueve al sujeto, porque ustedes pueden contestar perfectamente qué mueve al sujeto. ¿Qué mueve al sujeto? Ganas, enojo, indignación, pasiones, frustraciones, etc. La ganancia —de la que no suele hablarse— de pasar de «aparato psíquico» a «sujeto» humano hablante es que uno se desprende del problema energético, en el sentido de la batería.

Con «sujeto» resolvemos el problema porque no requiere en absoluto de energía. "Subject" en inglés y "sujet" en francés quieren decir "tema", "asunto", "materia", etc. Con lo cual no se requiere para nada de las cuestiones de energía. No obstante, con «pulsión» seguimos creyendo que se trata de energía; seguimos suponiendo que es la energía, como requerimiento del soma, lo que hace mantener relaciones sexuales. Así pues, habría que establecer la diferencia electro-química entre hombres y mujeres para explicar, por ejemplo, el hecho de que la apetencia sexual sea más frecuente en los hombres que en las mujeres... Ven que se piensa de otra manera absolutamente distinta.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Y por eso se accede electro-químicamente: o le administrás una pastilla, o bien le aplicás un electroshock para alterar esa manifestación... Hay una práctica correspondiente que ni siquiera es ineficiente ya que muchos pacientes en efecto cambian la sintomatología a partir de una buena aplicación de electroshocks (Ciertamente, no sabemos si se curó, si no se curó, si está mejor o si está peor, pero efectivamente se verifica que cambian). No es que yo diga que no cambien, no es que yo diga que no tengamos un cuerpo. Lo que digo es que cuando nos referimos al sujeto en la clínica psicoanalítica el cuerpo entra de otra manera. Pero si uno lo concibe como «aparato psíquico», requiere necesariamente de un cable enchufado a una batería porque si no, ¿qué es lo que mueve todo aquello?

Algunas críticas de Lacan al prejuicio paralelista en Freud. Una ya clásica, de «Acerca de la causalidad psíquica»:

«¿Es dable reprochársela, cuando el prejuicio paralelista es tan fuerte que hasta Freud mismo, en contra de todo el movimiento de su investigación, siguió siendo prisionero de él y cuando, por lo demás, atentar contra él en la época de Freud habría tal vez equivalido a excluirse de la comunicabilidad científica? Se sabe, en efecto, que Freud identifica el Yo con el "sistema percepción-conciencia"».

Eso, para Lacan, es un prejuicio paralelista. Nosotros, en cambio, ni nos avivamos de eso porque como repetimos las cosas de memoria, ni siquiera nos detenemos a pensarlo. La percepción-conciencia es un prejuicio paralelista, ¿entienden por qué? Porque la conciencia es una función del aparato psíquico, mientras que la percepción corresponde a los órganos de los sentidos. Que exista el Yo como sistema percepción-conciencia es un prejuicio paralelista porque es la necesidad freudiana de asociar conciencia a los ojos, a los oídos, a la piel, etc.

Por otra parte, en «Instancia de la letra en el inconsciente» (voy a los textos más conocidos, a los párrafos que seguramente ustedes leyeron más de veinte veces), en el primer párrafo del capítulo 1, Lacan dice:

«Nuestro título [La instancia de la letra en el inconsciente] da a entender que más allá de esa palabra, es toda la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente. Poniendo alerta desde el principio al espíritu advertido sobre el hecho de que puede verse obligado a revisar, Ia idea de que el inconsciente no es sino la sede de los instintos».

Lacan está diciendo que si hay algo que sea lo inconsciente, allí está la estructura del lenguaje. Y, en todo caso, si se acepta que es así, entonces también ha de aceptarse que la pulsión es una función del lenguaje que nada puede tener que ver con lo somático, ya que se trata de la instancia de la letra.

En «Posición del inconsciente»:

«Y esto es el signo mismo de que en su rigor nuestros enun ciados están hechos primeramente para la función que sólo llenan en su lugar».

Hay que derivar el rigor textual de los enunciados de Lacan del hecho de que se trata de una escena de seminario en donde él está enseñando. Y el valor que tiene es precisamente el de esa enseñanza. El rigor que esos enunciados tienen reside solamente en el lugar, la función que cumplen en el lugar donde fueron dichos. Es muy importante para «Posición del inconsciente». Ustedes conocen la polémica de ese escrito, ¿no? Lacan no habló en ese coloquio. Hay una versión que dice que no habló porque allí estaba Paul Ricoeur, alumno del seminario de Lacan, que acababa de publicar un libro —con el que se había hecho muy famoso— sin siquiera citar a Lacan una sola vez. Más aún, se dice que Lacan publicó los «Escritos» justamente estimulado más que nada por el éxito que tuvo el libro de su alumno Paul Ricoeur. Pero en ese libro, Ricoeur no citó a Lacan ni una sola vez. Entonces, parece ser que, para recuperar la propiedad sobre su enseñanza, Lacan decidió publicar ese único libro que tenemos de él, que son sus «Escritos».

«En el tiempo propedéutico, se puede ilustrar el efecto de enunciación preguntando al alumno si imagina el inconsciente en el animal».

Por lo tanto, voy a hacerlo con ustedes: ¿imaginan el inconsciente en los animales? Freud hasta les imaginaba el Ello, el Superyó y el Yo... Lacan acepta que un perro pueda suicidarse pero, de ser así, son perros que fueron cuidados en cautiverio y que frente a la desaparición o muerte del amo se dejan morir. Pero en ese caso hubo efecto de la cultura y del lenguaje. ¿Suponen el inconsciente en el animal?

«Si consiente efectivamente en que ésta es por cierto la condición para que pueda tan sólo pensar en él, hemos verificado en él la escisión de las nociones de inconsciente y de instinto».

O sea, si un alumno acepta que no hay inconsciente en los animales, entonces inconsciente e instinto no tienen nada que ver, porque en los animales hay instinto; si no hay inconsciente en los animales, entonces... hay que aceptar que no hay inconsciente en los animales.

«Feliz auspicio inicial, puesto que si apelamos asimismo a todo analista, aun cuando haya podido ser llevado más adelante a un credo o a otro, ¿podrá decir que en el ejercicio de sus funciones (sostener el discurso del paciente, restaurar su efecto de sentido, ponerse en él en entredicho si le responde, como asimismo si se calla), ha tenido alguna vez que vérselas con algo que se parezca a un instinto?»

Si se acepta esto, más allá del credo que se tenga (y, para Lacan, los analistas tienen un "credo", esto es, una posición bastante poco científica y bastante poco racional respecto de lo que afirman), entonces se ha logrado separar «inconsciente» de «instinto» y, por otra parte, más allá de cualquier credo —ya no importa, crea en lo que crea, freudiano, lacaniano, kleiniano, no importa— el asunto es si ha encontrado alguna vez algo del instinto en la clínica psicoanalítica. Pero, cuidado, no "instinto" en el sentido de "instinto en los animales", sino en el sentido en que solemos entender precisamente a la pulsión, esto es, como exigencia de trabajo que lo somático impone a lo psíquico. ¿Han verificado eso en la clínica psicoanalítica? ¿Se verifica acaso que algún paciente tenga que, por poner un ejemplo soez, frotarse el anillo anal como consecuencia de alguna clase de prurito luego de haber defecado; que algún síntoma tenga la estructura del hambre o de la sed? ¿Hay algo que tenga que ver con el defecar, entendido como pura exigencia de trabajo que de algún modo el ano impondría al aparato psíquico? No, en absoluto. Lo que sí encontramos una y otra vez son casos de esos en que al muchacho, cada vez que tiene que salir con una chica, le sobrevienen intensas ganas de evacuar. Ahora bien, les pregunto: ¿es que eso le viene del ano?, ¿o más bien, por ejemplo, eso viene de la escena sexual con una mujer? ¿Se entiende? Cuando alguien los consulta por problemas de alimentación, ¿acerca qué preguntan ustedes? Acerca de escenas subjetivas, por ejemplo, y no acerca de nada que tenga que ver con partes corporales.

Si aceptamos esto, entonces podemos ahora dar el gran salto en que seguramente pocos me seguirán porque es un salto demasiado en el vacío: se trata de las relaciones simbólico-imaginario-real.

Primero: ustedes, como lacanianos, ¿sostienen que la piedra existe desde que hay el significante "piedra"? Es un verdadero problema. ¿Es que acaso digo "piedra" y por ese mismo acto adviene la piedra? Más aún, digo "piedra" porque este planeta tiene montones de piedras desde antes del advenimiento de la sustancia viva.

Intervención: Ahí tendría realidad, no existencia, porque existencia ya tenía.

A.E.: El problema con el que nos estamos enfrentando es terminológico. La piedra existe desde que se la nombra como tal, porque "existencia" quiere decir cierto estado fuera de sí, ex-sistere, que es por fuera, que es por fuera de su condición real y su entrada en la realidad. Y, por su parte, "realidad" es la articulación de simbólico, lo imaginario y lo real.

Intervención: [inaudible].

A.E.: La realidad considerada como montaje es del Seminario XIV. Antes era distinto. Pero cuando Lacan llega a su nueva definición de «imposible», entonces la realidad va a ser el montaje de lo imaginario y lo simbólico, y el velo que oculta lo real. Eso es «realidad».

Quiere decir que la piedra, si está en la realidad de alguien, sí es, porque ha tenido que entrar en lo simbólico. Por ejemplo: el otro día, una paciente me decía que ella no veía bonitos a los hombres, sino que ella no veía belleza sino en la mujer. Todo eso es «realidad». Ni siquiera es muy rara esa realidad, porque la mamá de esta paciente se casó con el papá por el solo hecho de que ambos admiraban a una mujer hermosa, la tía de la paciente. La cosa era así: él, futuro padre de la paciente, va a un baile con su hermana. Ella, futura madre de la paciente, está en el baile y ve entrar a una mujer hermosa, y se queda fascinada. Ocurre entonces que él la saca a bailar a ella, y ella baila con él sin dejar de mirar a esa hermosa mujer. En un momento ocurre que él le dice a ella: "Vení, quiero presentarte a mi hermana". Aquella hermosa mujer era precisamente la hermana de aquel que la había sacado a bailar... Quiere decir que los unió la belleza de una mujer, de aquella mujer. Y mi analizante está totalmente determinada por eso, porque ella adviene al mundo a consecuencia de la belleza de su tía; vive como su tía, una tía solterona (ya que iba a los bailes sólo para rechazar a los hombres con desplantes). Entonces, volviendo al tema, ¿ven que, en este caso, la belleza de un hombre es algo de la realidad? Entonces, una piedra entra a la «realidad» cuando se la nombre, pero no en lo «real». La realidad implica ya un sujeto humano hablante porque implica la articulación entre simbólico e imaginario, y ambos en cierta relación con lo real.

Lo real como "lo que siempre retorna al mismo lugar" —no como lo imposible— no requiere de ser nominado para existir. Hoy podemos estar recibiendo las señales de una estrella que ha explotado hace cinco mil millones de años, pero como esa estrella está a una distancia de cinco mil millones de años luz, la luz se demoró todo ese lapso para recorrer esa enorme distancia hasta dar con nosotros; y recién ahora ocurre que nosotros nos enteramos del evento. Ahora bien, no por eso la explosión está ocurriendo ahora mismo; eso sucede no hoy ni deja de suceder por el hecho de que no tengamos un telescopio lo suficientemente poderoso como para enterarnos, porque eso sucede en lo real.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Las cosas no "existen" en lo real; en lo real, las cosas "son". La existencia ya implica una dimensión otra.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Que alguien la mire, que la nombre, que la valúe, es el pasaje a «realidad». Y cuando pasa a la realidad, es más fuerte tu connotación de realidad que de real. Es lo que dice Lacan, por ejemplo, respecto a los elefantes. Se acuerdan de que Lacan reparte figuritas de elefantes en el Seminario 1. ¿Por qué trabaja con el elefante Lacan en aquel seminario? Por el siguiente problema: él dice que cuando la gente se comía los elefantes, los elefantes no estaban en riesgo de extinción, porque nadie puede comer más de lo que le entra en la panza. Entonces, ¿cuándo es que los elefantes entraron en riesgo de extinción? Cuando el marfil empezó a tener valor de mercado. Entonces sí, ahí casi, casi no queda ningún elefante sobre la faz de la Tierra... Cuando era comida, el elefante era real, un trozo de carne. Siendo real, no hay problema. Cuando el marfil advino a la realidad como objeto valioso, ahí sí casi desaparecen en lo real.

Ahora bien, un átomo no espera ser llamado para ser átomo; no hace falta nominarlo para que tenga un núcleo de electrones y protones. Pero todas las cosas que existen sí dependen de su nominación, porque la existencia es en términos de nominación. Con lo cual la primera pregunta que deberíamos hacernos es la de si el inconsciente existe o no. La pregunta por la existencia del inconsciente es como la de por Dios. Por eso Lacan dice que «Dios es inconsciente», la famosa frase del Seminario 11, tan difícil de entender. Su justificación es que ambas son existencias, o sea que el inconsciente no es nada real, esto es, puede haberlo o no puede haberlo; más aún, depende de cómo se lo conciba y se lo nomine, porque es una existencia. Del mismo modo, Dios va a ir cambiando según vayamos designándolo. Así es que no es lo mismo el Dios de los judíos que el Dios de los cristianos (el Dios de los cristianos participa de la Santísima Trinidad, su existencia ya se ha modificado con respecto a la de los judíos; no sabemos bien cómo, pero es seguro que se ha modificado).

Todas las funciones del sujeto humano existen; y todas ellas dependerán, entonces, de su concepción para la forma que tengan en su existencia. Todas las nociones con las que trabajamos en psicoanálisis son y dependen totalmente de cómo las concibamos, porque ellas sólo existen, no tienen ninguna dimensión real como lo real que estudia la física.

Ahora, una relativamente extensa serie de ejemplos freudianos para que lo piensen, para que ustedes vean este pro blema. Dos sobre el Lust en «Tres ensayos». La primera, en la página 123 del tomo VII:

«La única palabra adecuada en lengua alemana, "Lust ", es por desgracia multívoca ya que designa tanto la sensación de la necesidad como la de satisfacción».

Entonces, lo que yo les propongo es que cada vez que se le plantee al sujeto humano el problema de la satisfacción, se le va a presentar el problema de la necesidad; y el problema de la necesidad va a implicarle necesariamente al sujeto humano el problema de la satisfacción, porque eso existe mediante el "Lust", y existiría de un modo distinto si no tuviésemos este "Lust" o si tuviésemos otro término para designarlo.

La segunda, en la página 194:

«Es por demás instructivo que la lengua alemana tome en cuenta en la acepción de la palabra Lust el papel de las excitaciones sexuales preliminares mencionado en el texto que simultáneamente ofrece una cuota de satisfacción y contribuye a la satisfacción sexual. Lust tiene doble significado y designa tanto las sensación de la tensión sexual: me gustaría, siento ganas de.., como la de satisfacción»

Así que les planteo que, para los sujetos humanos germanoparlantes, la satisfacción y las "ganas de" necesariamente se mezclan porque existen. Y, más aún, no hay satisfacción o ganas reales por fuera de la realidad enunciativa.

El problema fundamental para nosotros es el del masoquismo. En el texto «El problema económico del masoquismo», de 1924, Freud dice:

«La tercera forma del masoquismo, el masoquismo moral...».

Que es todo el problema porque ¿cuál sería la zona erógena del masoquismo moral? Ese es el masoquismo específico de la clínica psicoanalítica porque el masoquismo erógeno prácticamente no genera consultas. Los sádicos o masoquistas no consultan al analista (no digo que no existan, sino que nunca consultan al analista). Entonces, retomo la cita:

«La tercera forma del masoquismo, el masoquismo moral, es notable sobre todo por haber aflojado su vínculo con lo que conocemos como sexualidad. Es que en general todo padecer masoquista tiene por condición la de partir de la persona amada y ser tolerado por orden de ella; esta restricción desaparece en el masoquismo moral».

¿Quién le pegaba y humillaba a Leopold Von Sacher-Masoch? Wanda, su esposa de toda la vida, quien de ninguna manera era sádica (el sadomasoquismo de Freud no existe, como bien propone Lacan). Wanda se aburría hasta el hartazgo, disfrazándose con pieles y fustigando a su marido. Ella lo hacía porque amaba a su marido; lo suyo era un acto de amor.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Queda más bien en la posición del partenaire del perverso, que es dividido. En el caso de ella, aburrida. No pierdan la dimensión del aburrimiento porque es una necesaria forma de la división subjetiva para el perverso, como posición del partenaire. La barra de la división puede imaginarizarse de muy diversos modos. Por ejemplo, es sádico amenazar con un fusilamiento para que los prisioneros se orinen encima, porque en ese orinarse se imaginariza la barra.

Entonces, regresemos al masoquismo moral.

«[...] esta restricción desaparece en el masoquismo moral. El padecer como tal es lo que importa; no interesa que lo inflija la persona amada o una indiferente; así sea causado por poderes o circunstancias impersonales, el verdadero masoquista ofrece su mejilla toda vez que se presenta la oportunidad de recibir una bofetada».

Se desprendió del amor. No se trata de que deba ser la persona amada. Esto es clave. Para Freud, el masoquismo moral no es, en sentido estricto, masoquismo, porque él dice que los masoquistas se hacen pegar, como forma de satisfacción sexual, por sus parejas; pero como el masoquista moral se hace maltratar por cualquiera y en cualquier lugar, Freud dice que no es una forma de satisfacción sexual, ya que no es una escena sexual y no es con la persona amada. Freud se ha desprendido de la escena sexual.

«[...] el verdadero masoquista ofrece su mejilla toda vez que se presenta la oportunidad de recibir una bofetada»

Esa no es la forma de satisfacción de alguien, es más bien como una posición en la vida. Con lo cual el masoquismo moral se deshace como una forma de satisfacción perversa.

«Para explicar esta conducta es muy tentador dejar de lado la libido y limitarse al supuesto de que aquí la pulsión de destrucción fue vuelta de nuevo hacia adentro y ahora abate su furia sobre el sí-mismo propio; no obstante, debe de tener su sentido el hecho de que el uso lingüístico no haya resignado el vínculo de esta norma de conducta en la vida con el erotismo, y llame también «masoquistas» a estos que se infieren daño a sí mismos».

¿Se dan cuenta de lo que hizo Freud? A pesar de lo cual algún valor debe tener el que se los llame "masoquistas", porque si se los llama "masoquistas" se está estableciendo que tienen un vínculo sexual, aunque uno no lo vea. ¿Se dan cuenta de cómo se comportó Freud con el uso lingüístico? Freud dice que si la gente llama "masoquistas" a aquellos que son azotados por sus mujeres, y con el mismo término a aquellos que se dejan insultar por cualquiera, el uso lingüístico ha de tener un saber que a Freud se le escapa.

«Me parece indudable que el concepto de lo bello tiene su raíz en el campo de la excitación sexual y originariamente significó lo que estimula sexualmente».

Y en una nota de 1915, en la parte 1, dice Freud:

«La palabra alemana Reiz significa tanto estímulo como encanto. Se conecta con ello el hecho de que en verdad nunca podemos hallar bellos a los genitales mismos cuya vista provoca la más poderosa excitación sexual».

De vuelta el mismo problema: ¿qué es bello, lo que gusta o lo que excita? En el uso lingüístico alemán, uno y otro se confunden. Freud lo justifica en este caso como una forma en que la lengua sorteó el gusto por los genitales. ¿Entienden a qué problema va? Para Freud, los genitales femeninos son feos, desagradables, porque son castrados. Entonces, ¿cómo es que uno tiene gusto por eso? Acá el nexo fue el uso lingüístico. Pero lo que estoy diciendo es que a partir de Reiz es imposible establecer el distingo entre estímulo y encanto.

Ahora bien, ¿el tema de hoy no era el apuntalamiento?........

 

[Cambio de cinta]

 

................. la clave es hasta dónde estoy yendo. Estamos con el masoquismo, con el hecho de que alguien pueda querer su propio mal, que a alguien le vaya mal y no haga nada para cambiarlo; más aún, que habiéndolo analizado y llegado a la cuenta de que es él mismo quien provoca su propio mal, no haga nada para cambiarlo. Esa es la clave de la clínica psicoanalítica, esa es la clave de la posición masoquista.

Entonces, en la página 123 de «Pulsiones y destinos»:

« En cuanto al par de opuestos sadismo-masoquismo, el proceso puede presentarse del siguiente modo:

a. El sadismo consiste en una acción violenta, en una afirmación de poder dirigida a otra persona como objeto.

b. Este objeto es resignado y sustituido por la persona propia. Con la vuelta hacía la persona propia se ha consumado también la mudanza de la meta pulsional activa en una pasiva.

c. Se busca de nuevo como objeto una persona ajena, que, a consecuencia de la mudanza sobrevenida en la meta, tiene que tomar sobre sí el papel de sujeto».

Echeverri, que es muy cuidadoso, cuando lee «sujeto», coloca una llamada a pie de página y dice que cuando Freud habla allí de "sujeto" se refiere a "agente". Agente es quien hace la acción, y objeto quien recibe la acción. Es la llamada a pie de página número 18. Estamos estudiando el trastorno hacia lo contrario, la vuelta contra la propia persona, la represión y la sublimación como los destinos de la pulsión, estamos en el núcleo del problema. Allí, Freud continúa diciendo:

«El caso c es el del masoquismo, como comúnmente se lo llama. La satisfacción se obtiene, también en él, por el camino del sadismo originario, en cuanto el yo pasivo se traslada en la fantasía a su puesto anterior, que ahora se deja al sujeto ajeno. Es sumamente dudoso que exista también una satisfacción masoquista más directa. No parece haber un masoquismo originario que no se engendre del sadismo de la manera descrita».

Aquí está la llamada nº 19 donde Freud dice:

«[Nota agregada en 1924] En trabajos posteriores [...] me he declarado partidario de una concepción opuesta en relación con problemas de la vida pulsional».

Freud dice que no hay masoquismo originario, después dice sí, que el masoquismo es originario. Todo depende de lo que la clínica vaya indicando y cómo podemos operar sobre ella. Ni Freud el mismísimo Freud hace tanto caso a lo que Freud dice. Por tanto, ¡tampoco lo hagan ustedes!

«El supuesto de la etapa b no es superfluo, como lo revela la conducta de la pulsión sádica en la neurosis obsesiva».

En la neurosis obsesiva, la vuelta sobre la propia persona se ha consumado también la mudanza de la meta pulsional activa en pasiva. La clave de la b es la neurosis obsesiva. Si tenemos neuróticos obsesivos, ¿cómo lo explicamos? Entonces, Freud dice que es la meta de activa a pasiva.

«Aquí hallamos la vuelta hacia la persona propia sin la pasividad hacia una nueva. La mudanza llega sólo hasta la etapa b. De la manía de martirio se engendran automartirio, autocastigo, no masoquismo».

Aquí se complica el problema de la zona erógena. Freud dice que sería la musculatura. Sea como fuere, el flagelo que el monje se inflige en la nocturna soledad de su celda es un automartirio y no masoquismo, ya que masoquista supondría a un otro flagelando.

Y a continuación vienen los dos renglones claves:

«El verbo en voz activa no se muda a la voz pasiva, sino a una voz media reflexiva».

Esta es la clave de todo el problema. Observen que, en términos pulsionales, Freud resuelve la cuestión del masoquismo y del autocastigo por la vía gramatical. Cuando hace un rato hablamos de la cuestión de la existencia, remarcamos la importancia de la designación. Y lo que quiero mostrarles es que Freud designa esta modulación pulsional, la vuelta hacia la propia persona, como un destino pulsional clave. Y Freud nos propone una inversión de voz muy peculiar que no existe ni en alemán ni en castellano: la voz media del griego antiguo. Con lo cual podríamos preguntarnos: ¿la acción de la pulsión no serán los verbos? Y, por otra parte, está también el problema de la voz en cuanto tal.

Entonces, releo:

«El verbo en voz activa no se muda a la voz pasiva, sino a una voz media reflexiva».

Infortunadamente, hoy ya no disponemos de tiempo suficiente, pero la próxima vez vamos a sumergirnos en la cuestión de la voz; no en el de la voz como objeto pulsional, sino en el sentido de las voces en la gramática. (No olvidemos que Lacan hablará de la pulsión en términos de gramática, de la "gramática de la pulsión". Es de aquí de donde Lacan toma la cuestión gramatical de la pulsión). Y con esta modulación no tenemos cómo sostener la zona erógena. En fin, la vuelta contra la propia persona es la clave de la pulsión; y lo es porque nosotros trabajamos con sujetos que "se" provocan el malestar. ¿De dónde viene el Drang del Zwang? ¿De dónde viene la causa de que yo sea el que "se" causa daño y desgracia a sí mismo? Se trata de nuestros pacientes de todos los días. En psicoanálisis, trabajamos con personas que "se" causan el mal. Si las personas les causan mal a otros, que intervenga la policía porque nosotros no tenemos nada que ver, ahí, como analistas.

La vuelta contra la propia persona es la clave del interés clínico de la pulsión: ¿cómo puede ser que yo me cause el sufrimiento? Y aún peor: ¿cómo puede ser que yo me satisfaga en el sufrimiento? Esta es la clave de nuestro interés por la pulsión. El gran problema estriba en el hecho de que uno mismo se cause su propio mal, esto es, cuando la pulsión produce la vuelta sobre la propia persona. Y la vuelta sobre la propia persona solamente se sostiene por la vía de la gramática y mediante las voces. El problema de la pulsión tiene una lógica más íntimamente vinculada con la gramática que con las partes corporales.

En definitiva: hay pulsión porque hay voz media en el verbo. Hay vuelta hacia la propia persona solamente porque hay verbos reflexivos. A causa de la existencia de la voz reflexiva es que hay vuelta contra la propia persona; si no, no lo habría. Y es por eso por lo que no la hay en los animales. En los animales no hay vuelta sobre sí mismos porque no están atrapados en la lógica que impone sobre la realidad la existencia de la gramática. Por eso, para Lacan, lo fundamental de la pulsión es la estructura gramatical.

La pulsión existe pero, para que exista, hay que desprenderla de sus pretendidas causas corporales.

Entonces, lo que yo les propongo es que no se trata del cuerpo sino del orden simbólico. Y si distinguimos entre «pulsión» y «deseo», lo que nos es necesario es ver cómo se incorpora en la realidad humana el cuerpo, porque en eso encontraremos la diferencia entre una y otro (no cómo el cuerpo incide sobre lo psíquico, sino qué estatuto tiene el cuerpo en el mundo humano). Para adelantar un poco, diré que «pulsión» será cuando el mensaje del inconsciente esté sostenido en el cuerpo. Pero para que el cuerpo pueda hablar, necesitaremos concebir de otra manera al cuerpo, sin el prejuicio paralelista de la res cogitansres extensa.

Cuando, con Lacan, queramos distinguir «deseo» y «pulsión», tendremos que dar estatuto al cuerpo humano dentro del sistema simbólico, imaginario y real, y ya sin referirnos para nada a la res extensa tridimensional.

Notas

1 D. Morris, La cultura del dolor (Andrés Bello, Santiago de Chile, 1996, ISBN: 9561310627)

Desgrabación: Lic. Nancy Fontana

Correcciones y establecimiento del texto: Lic. Luciano Echagüe


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