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Seminario
Clínica psicoanalítica con sujetos
diagnosticados con retraso mental

wwww.edupsi.com/retraso
retraso@edupsi.com

Organizado por PsicoMundo y Fort-Da

Dictado por : Betsy Soto Pérez


Clase 1
Anexo 2:
El retraso mental en
la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de salud (CIE-10) y
la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF)


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Según la Organización Mundial de la Salud (1992), el retraso mental es un trastorno definido por la presencia de un desarrollo mental incompleto o detenido, caracterizado principalmente por el deterioro de las funciones concretas de cada época del desarrollo y que contribuyen al nivel global de la inteligencia, tales como las funciones cognoscitivas, las del lenguaje, las motrices y la socialización.

A esta definición se añade que el retraso mental puede acompañarse de cualquier otro trastorno somático o mental, pues de hecho, los afectados de un retraso mental pueden padecer todo el espectro de trastornos mentales y su prevalencia es al menos tres o cuatro veces mayor en esta población que en la población general (OMS, 1992).

En la décima revisión de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de salud (CIE-10) llevada a cabo por la Organización Mundial de la Salud (1992), se señala que para un diagnóstico definitivo deben estar presentes un deterioro del rendimiento intelectual, que da lugar a una disminución de la capacidad de adaptarse a las exigencias cotidianas del entorno social normal. A modo de una guía que no debe ser aplicada de manera rígida debido a los problemas de la validez transcultural, se mencionan los cocientes intelectuales (CI) correspondientes a cada categoría. Estas son divisiones arbitrarias de un espectro complejo y no pueden ser definidas con absoluta precisión. El CI debe determinarse mediante la aplicación individual de tests de inteligencia estandarizados y adaptados a la cultura del enfermo.

La lista de códigos que brinda el CIE-10 (OMS, 1992), establece lo siguiente respecto a la clasificación del retraso mental:

Durante la elaboración de la sección de trastornos mentales de la CIE-10, algunas categorías despertaron un considerable interés y fue necesario un debate especial antes de alcanzarse un consenso entre todos los participantes, el concepto de retraso mental fue una de estas categorías. Desde este antecedente, en el 2001, queda explicitada la concepción de discapacidad por parte de la Organización Mundial de la Salud en la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF). Quedó así entonces planteada la condición de retraso mental como una discapacidad intelectual.

La OMS (2001) en esta clasificación va a proponer la necesidad de combinar posturas médicas y psicosociales en el entendimiento de la discapacidad. Se resalta además que desde el CIE 10 quedó establecido que había una inadecuación y escasa utilidad de la clasificación del RM, aunado a esto, la emergencia de nuevos modelos y concepciones de la discapacidad favoreció que se replanteara la conceptuación del RM.

Hay que destacar que la CIF es una clasificación que identifica los constituyentes de los componentes de la salud y de los aspectos relacionados con la salud, es decir, que describe la situación de cada sujeto dentro de un dominio de la salud o relacionado con la salud, de manera que con la información que proporciona de los distintos dominios es posible elaborar un perfil del funcionamiento y la discapacidad (OMS, 2001). Desde esta postura se brinda importancia a los modelos ecológicos, comportamentales y sociales que explicitan una relación entre el entorno y la discapacidad.

Según Verdugo (2003) el objetivo de esta nueva clasificación fue proporcionar un lenguaje unificado y estandarizado, que pudiera proporcionar el marco conceptual para codificar un amplio rango de información relacionado con la salud, como una clasificación de salud y de aspectos relacionados con ella.

Esta clasificación está basada en el funcionamiento de la persona, desde donde se busca que se adopte un modelo en el que se incorporan los componentes sociales y ambientales en la discapacidad y la salud.

La OMS (2001) señala que la aplicación universal en la CIF no clasifica personas sino que las describe en el contexto de los factores ambientales y personales, la situación de cada persona dentro de un conjunto de dominios de la salud o dominios relacionados con la salud.

La CIF (OMS, 2001) está compuesta por cuatro escalas: Funciones corporales, Estructuras corporales, Actividades y participación y Factores contextuales.

En este código como marco genérico, se define desde el contexto de la salud. Es decir la salud puede presentarse de forma negativa o positiva (el individuo padece o no una enfermedad o trastorno). Dentro del contexto de salud se codifican lo siguiente (OMS, 2001):

La salud en forma positiva vendrá descrita por las funciones y estructuras corporales, la actividad y la participación. La salud en forma negativa lo será por las deficiencias, las limitaciones en la actividad y las restricciones en la participación. Los factores ambientales actuarán de forma positiva si su presencia supone un facilitador para superar la deficiencia, las limitaciones en la actividad o las restricciones en la participación y serán negativos en tanto que supongan una barrera u obstáculo que entorpezca o agrave cualquiera de los componentes anteriores.

En la CIF (OMS, 2001), la "discapacidad" engloba las deficiencias, las limitaciones en la actividad y las restricciones en la participación, y deja de emplearse como la segunda parte de las consecuencias de una enfermedad. En esta clasificación se utiliza el concepto "condición de salud" para referirse al efecto, debido a las enfermedades o trastornos, que padece un individuo y es la llave de paso entre el funcionamiento y la discapacidad.

Egea García y Sarabia Sánchez (2000) comentan que en la CIF no se diferencia de manera tajante el concepto de discapacidad del de salud, puesto que este último término es el genérico que hace referencia tanto a aspectos negativos como positivos.

En su línea de positividad, la CIF recoge la codificación del funcionamiento humano, línea base sobre la que se ha generado una terminología considerada "positiva" para describir la salud. Sin embargo, según Egea García y Sarabia Sánchez (2000) la verdadera utilidad de la CIF se encuentra en el uso de los "calificadores" que proporciona para describir los estados relacionados con la salud, o lo que, en terminología de CIDDM, antes se conocía como "consecuencias de la enfermedad".

Un calificador describe y/o modifica un ítem determinado, indicando, habitualmente, la pérdida o agravamiento del funcionamiento que recoge dicho ítem. Es decir, los calificadores son el elemento descriptivo de la discapacidad (Egea García y Sarabia Sánchez, 2000).

Al conjunto de calificadores que se aplican a cada una de las escalas (o componentes) de la CIF se les denomina constructos. Así pues, se tiene un constructo por cada una de las escalas que componen la CIF y cada uno de ellos es diferente (OMS, 2001).

El constructo de actividad y participación lo componen dos grupos de calificadores: El primer calificador es el de desempeño/realización y describe lo que una persona hace en su contexto/entorno actual (real). El segundo calificador es el de capacidad y describe la aptitud de un individuo para realizar una tarea o acción y se mide en un contexto/entorno uniforme o normalizado.

Para finalizar este anexo que plantea la propuesta de la OMS respecto al RM, se retoma lo dicho por Verdugo (2003) acerca del proceso de rehabilitación pensado desde este modelo. La atención terapéutica está planteada en base a dos modelos complementarios:


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