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Seminario
La sexualidad en la obra de Freud

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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Lic. Yako Adissi


Clase Nro. 5

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Freud relata que un niño encerrado en una habitación le pedía a su tía que le hablase porque la oscuridad lo asustaba, ella le respondió que aun cuando accediese a su solicitud no se haría la luz, acotando el niño que al hablar todo se iluminaba. Interesante ejemplo de cómo las palabras son luces que iluminan nuestro camino, y más ejemplificador aún por provenir de la niñez, etapa de la vida humana que antes del descubrimiento de la sexualidad infantil no era considerada. Las concepciones psicoanalíticas nos enseñaron que el niño es el padre del hombre y que de la observación y comprensión de los procesos que se gestan en la niñez depende, en gran medida, la evolución de aquél.

Les decía que las palabras son luceros, pero ustedes saben que la confluencia de luces puede producir oscuridad, al igual que la convergencia de vocablos puede ser utilizada al servicio del desconocimiento. La hermenéutica psicoanalítica permitió tomar contacto con lo que las palabras dicen y también con lo que ellas ocultan, y de la confluencia entre lo que naturalmente dicen y lo que naturalmente ocultan emerge una realidad nueva que nos dice de un espacio psíquico, un topos, que antes de la consciencia de dicha reunión era un lugar virtual, es decir, posible, pero también tácito, implícito, porque dicha virtualidad hacia lo posible es lo que singulariza a todo ser viviente.

Los biólogos dicen que una de las propiedades fundamentales que caracterizan sin excepción a todos los seres vivos, que se distinguen de todas las demás estructuras de todos los sistemas presentes en el universo, es la de ser objetos dotados de un proyecto que a la vez representan en sus estructuras y cumplen en sus performances. Esta propiedad es designada con el nombre de teleonomía 1. Teleonomía es un vocablo compuesto por dos términos: tele cuyo significado es lejos, de allí telégrafo, teléfono, televisión, telescopio, etc.; y nomos, cuyo sentido es norma.

¿Cuál es el proyecto que, desde el punto de vista psíquico, los hombres representan en sus estructuras y cumplen en sus performances? Nuestra respuesta es que el proyecto que hace a la humanidad es el desarrollo de las funciones simbólicas que se representan en las estructuras psíquicas, que son en realidad topos virtuales, y que se cumplen en las performances de las conductas de los hombres de las cuales el habla es su originalidad. Este proceso nos anoticia de la singularidad orgánica que hace a la humanidad, pero ella es sólo el soporte de procesos cualitativos que se expresan en la creación de la cultura y fundamentalmente en la adquisición de la conciencia de sí que precede a la posibilidad que tiene el hombre de cuestionarse a sí mismo, proceso que condujo a Freud a crear el psicoanálisis.

¿Por qué esta digresión antes de comenzar con el tema que les había propuesto la clase anterior, tema que nos acercará a la comprensión de la sexualidad? Porque pensamos que ningún proceso de desarrollo en el hombre escapa a su teleonomía, y la sexualidad -cuya teorización es resultante de hechos que le antecedieron- se desenvuelve singularmente en cada persona en función de la cultura en la que está inserto expresada por acciones y palabras que a su vez ellas son la expresión de procesos inconscientes a los que están sujetados los individuos.

Cuando los padres cuando sexualizan a sus hijos les trasmiten las vicisitudes de su sujeción a lo inconsciente. Aquellos y luego los educadores no pueden, entonces, escapar a su problemática edípica; la sexualidad no sólo debe ser entendida como un proceso orgánico que existe en el sujeto biológico, como acontece en los animales inferiores, sino también como una dinámica que se organiza en el seno de una estructura edípica. Es decir no se trata de una sexualidad biológicamente organizada y determinada sino el producto de algo que hacen los padres que provoca reacción en los hijos. Y las conductas de los padres, en tanto sujetos de lo inconsciente, proviene de su Complejo de Edipo, por lo tanto cuando desarrollemos este complejo fundamental veremos que la sexualidad es algo que le ocurre a los niños en las situaciones en las que están inmersos.

Veremos en el historial de Elizabeth von R. la función que cumple la palabra, ustedes se apercibieron de ello en el caso Anna O. cuyos síntomas remitieron luego de relatar las vivencias traumáticas a las que había quedado fijada. Les recuerdo que dicha paciente decía que el método utilizado por Breuer era una cura hablada, es decir, proceso curativo cuyo instrumento es la palabra.

Podremos comprobar, al tomar contacto con la labor semiológica realizada por Freud con Elizabeth, que la sexualidad humana no puede ser conceptualizada como instintual, con la significación que dicho concepto tenía para los etólogos, por la incidencia que la cultura tiene en la organización de los procesos sexuales y en su posterior manifestación. Estos conceptos no tienen validez si son sólo explicitados por mí, es necesario que ustedes acudan al texto y lo lean una y otra vez. No es mi intención resumirlo, sino actuar como un motivador que alimente la necesidad que ya los habita de conocer cómo Freud fue elaborando su teoría de la sexualidad, por ello en nuestro relato habrá muchos baches, no siguiendo una concatenación lógica que les posibilite quedarse con nuestra voz sustituyendo la de quien lo escribió.

En el texto Freud nos dice que Elizabeth von. R. era una joven de 24 años afectada de una incapacidad para mantenerse de pie y caminar, cuya denominación médica es astasia-abasia. Sus dolores en las piernas eran intensos, de naturaleza imprecisa y partían de la cara anterior del muslo derecho, lo que la obligaba a caminar mal. Como sus padecimientos eran vividos con espíritu alegre, Freud pensaba que los sobrellevaba con la "belle indifférence" de los histéricos.

El método terapéutico empleado por Freud podríamos llamarlo "coerción asociativa" porque incitaba a la paciente a expresar las ideas que le surgían cuando él ponía la mano en su frente. Era un método sugestivo, porque había fracasado en sus intentos de hipnotizar a Elizabeth; ya había empleado este método en su paciente Lucy R.

Elizabeth era una persona de fuertes dotes intelectuales, con autonomía de carácter, de quien su padre decía que la ductilidad en el diálogo que con ella mantenía le hacía sentir que su hija era en realidad "su mejor amigo", pero reconociendo que poseía características que le harían muy dificultoso poder acceder al matrimonio, que por otra parte ella rechazaba en tanto dicho estado podría inhibirle el desarrollo de sus cualidades; el matrimonio era vivido como una institución que la conduciría a sacrificar su autonomía funcional.

Cuando el creador del psicoanálisis examinaba a su paciente le llamaba la atención las expresiones que adquiría su fisonomía; su rostro no manifestaba la inconfundible expresión de dolor o desasosiego y la tendencia de sustraerse al examen como sería de esperar en los pacientes dolientes, sino que cobraba una peculiar expresión de placer, "lanzaba unos chillidos –yo no podía menos que pensar: como a raíz de una voluptuosas cosquillas-, su rostro enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se arqueaba hacia atrás". La lectura de estas líneas les permite observar la similitud que existe en dicha conducta con la que se produce en la situación orgásmica. Freud menciona indirectamente esto cuando dice: "a raíz de unas voluptuosas cosquillas" y concluye acotando que la conducta de su paciente sólo era compatible con la concepción de que dicha dolencia era una histeria.

¿Recuerdan ustedes cuando dijimos que el proceso represivo se consumaba por una separación del afecto de la representación? Decíamos que la representación se desalojaba de la conciencia y el afecto se desplazaba hacia otra representación aceptada por el yo. Aquí podemos pensar que el dolor despertado por la palpación de las zonas álgicas con la consecuente manifestación corporal voluptuosa era un sustituto del afecto que acompaña a las manifestaciones orgásmicas, y las piernas, a su vez, sustituto de la idea rechazada.

Escuchemos lo que dice Freud: "El gesto no armonizaba con el dolor que supuestamente era excitado por el pellizco de los músculos y la piel; probablemente concordaba mejor con el contenido de los pensamientos escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en la enferma mediante la estimulación de las partes del cuerpo asociadas con ellos".

Freud decía que la zona afectada era una zona histerógena, concepto acuñado por Charcot que definía las partes del cuerpo que estimuladas provocaban un comienzo o una crisis histérica, pero para aquel la zona histerógena era también una zona erógena indicándonos así que lo que se desencadena no es sólo una crisis histérica sino también algo que se asemeja a una excitación erótica. Freud decía que las zonas histerógenas y las zonas erógenas tienen los mismos caracteres, porque cualquier zona del cuerpo podía convertirse en una zona erógena por desplazamiento a partir de las zonas predispuestas para generar placer sexual.

Recordarán ustedes que las zonas erógenas típicas son tres: oral, anal y genital. La diferencia entre Charcot y Freud es que éste no admite la topografía fija que intentó establecer Charcot para las zonas histerógenas porque, como dijimos, cualquier parte del cuerpo puede, por desplazamiento, transformarse en zona histerógena.

En el historial se hace un relato circunstanciado de los momentos traumáticos que dieron lugar a los padecimientos de Elizabeth y se los discierne como la manifestación corporal de sufrimientos anímicos. Dicho traslado al área corporal se denominó conversión 1, mecanismo característico de la afección histérica. Asimismo veremos divido en tres períodos la tarea terapéutica. En la lectura del historial ustedes podrán vivenciar como la trama de los acontecimientos surgidos de la relación con su entorno familiar va tomando cuerpo en su cuerpo como monumentos conmemorativos de vivencias cargadas de afecto que por no haber sido aceptadas por su yo se constituyeron como representaciones intolerables y esta incompatibilidad, al inhibir su elaboración psíquica, dificultó la peculiar cualidad que a las representaciones les asigna la egosintonía (cuando no se trata de un síntoma egosintónico): su dominio y la adquisición de una consciencia significativa que no debemos confundir con la conciencia perceptual.

La consciencia significativa es la que se adquiere cuando el yo puede dominar la carga afectiva que acompaña a cada representación, confluyendo en una mayor capacidad e integración yoica que se manifiesta en una aceptación de las expresiones pulsionales para satisfacerlas en tiempo y forma, dicho en buen romance: mayor capacidad para aceptar el placer, mayor disposición para el amor, y mayor efectividad para el trabajo, con la consecuencia de una incrementación de la creatividad. Recuerden que Pascal decía: "Quien pretende convertirse en un ángel termina por embrutecerse". Lo que es lo mismo que afirmar que quien reprime su pulsionalidad es porque no ha podido dominarla con su capacidad intelectivo-afectiva, lo que coarta el desarrollo de dicha aptitud y con ello su condición para la reciprocidad. La insatisfacción genera siempre dolor, enfermedad, limitación intelectual, incapacidad ética y acerca al hombre a la muerte.

La conciencia perceptual es la que sólo se hace eco de los aspectos superficiales sin conocer los íntimos procesos que han producido el fenómeno. Haré una acotación para que tengan una idea más clara, no es lo mismo contenido manifiesto que hacer consciente lo inconsciente. Cuando percibimos nuestros sueños relatamos el contenido manifiesto pero ello no significa que seamos conscientes de los procesos que produjeron dicho contenido manifiesto. Así la consciencia significativa 1 es la consecuencia del proceso de adquisición de sentido que acompaña al trabajo de análisis, en tanto que la conciencia perceptual es la que sólo puede relatar el contenido manifiesto tal como ha sido percibido.

El historial de Elizabeth nos enseña el fundamento desde donde surgió el método psicoanalítico y además, a nuestro criterio, a hacernos eco del proceso que comenzando en la conciencia perceptual adquiere las características de conciencia significativa, y es esa consciencia del significado simbólico que adquiere la sexualidad la que observaremos tomando cuerpo -en el doble sentido que la expresión tiene- en los padecimientos corporales de Elizabeth. Ellos se organizaron apoyándose en dolencias orgánicas esporádicas que habían surgido al abrigo del cuidado de su padre -quien padecía una afección cardiaca que finalmente lo condujo a la muerte- y que contribuyeron a que Elizabeth no se ocupara de sus necesidades y tampoco considerase los esfuerzos corporales y anímicos que la atención de su padre le exigían.

Elizabeth había dedicado el año y medio que duró la enfermedad de su padre a un obsesivo cuidado de él no dejándolo sólo ni por un instante. En una oportunidad fue convencida por aquel para que asistiese a una reunión social, pudo así dejar de lado por unas horas los minuciosos cuidados que le prodigaba accediendo a momentos de distracción. Dicha reunión tenía como atractivo esencial la concurrencia de un joven a quien ella le había dedicado sus predilecciones afectivas. Cuando al llegar a su casa encuentra a su padre empeorado se critica duramente el haberlo abandonado privilegiando su deseo de encontrarse con el joven que alimentaba su fantasía amorosa.

Después del período de duelo, luego del fallecimiento del padre, y del restablecimiento de una dolenci a ocular de su madre quien fue sometida a una intervención quirúrgica, la familia esperaba un restablecimiento de Elizabeth quien había pasado a ser la enferma de la familia.

Transcurrido el año de duelo las hermanas se casaron y el matrimonio de una de ellas, por las características de su cuñado, la reconciliaron con la institución matrimonial, deseando para sí misma un hombre de similares condiciones. Se había propuesto, además, devolver a su familia la integridad y cohesión que la enfermedad del padre había turbado, especialmente a su madre quien había padecido a raíz de su intervención ocular.

Luego de tanto dolor las tres familias se encuentran en un lugar veraniego, siendo allí donde al finalizar un paseo con su dilecto cuñado sus dolores se afianzan definitivamente. Poco tiempo después su hermana, a quien su esposo había hecho tan feliz, sucumbe a una afección cardiaca agravada por su segundo embarazo.

Freud estaba convencido que los síntomas de su paciente, si bien tenían un fundamento orgánico: una infiltración reumática de sus músculos, eran en realidad un síntoma histérico, es decir, una manifestación sintomática orgánica resultante de una conversión, un desplazamiento hacia el área corporal de un afecto utilizado para "elevar o reanimar un dolor corporal presente de manera simultánea (o poco anterior). Era pues el mecanismo de una conversión con el fin de la defensa, tal como lo he tratado con detalle en otro lugar" (el destacado es del autor). Este proceso era el resultado del rechazo de una representación erótica que fue esforzada al desalojo, es decir, que fue reprimida por conversión porque en la organización psíquica de la padeciente existía proclividad para ello. Es condición de la neurosis que aquello que debería proporcionar placer genere dolor psíquico, y es precisamente para evitar el dolor anímico que la excitación se traslada al cuerpo. Por ello Freud se pregunta: " ¿Qué se muda aquí en dolor corporal? La cauta respuesta rezará: algo desde lo cual habría podido y debido devenir dolor anímico". Se evitaba el dolor anímico pero su consecuencia, acotaba Freud, era la disociación de la conciencia.

Freud descubre que la paciente "en su vida mnémica empleaba la sensación corporal como símbolo de la anímica", es decir que existía un vínculo ín timo entre la historia de los padecimientos y los síntomas patológicos; en este sentido la paciente le relató que sabía porque los dolores partían de un determinado lugar del muslo derecho y eran ahí más violentos. Era el sitio en el que el padre apoyaba todas las mañanas su pierna hinchada mientras su hija le renovaba las vendas. En la sesiones el terapeuta comprobaba que la evocación de recuerdos avivaba el dolor que sólo desaparecía cuando era removido por la palabra. Freud llamó a este proceso abreacción 1 de la excitación y estaba convencido que al remover todos los motivos de dolor la paciente sanaría.

En su tarea terapéutica con Elizabeth Freud descubrió: a) que la zona dolorosa crecía por aposición en función de la existencia de motivos de eficacia patógena; b) que existía un enlace de las diversas funciones de las piernas con las sensaciones de dolor y c) que la paciente producía una transformación simbólica de las siguientes vivencias: sentirse dolida por su soledad y desvalida con la sensación de no poder avanzar un solo paso, es decir, impotente. Recuerden ustedes que su deseo -cuando mencionamos deseo debemos pensar, cuando de la patología se trata, en exigencia- era restablecer en su familia la felicidad perdida como consecuencia del fallecimiento de su padre y su hermana.

Freud parece llegar a una conclusión cuando dice "...me vi llevado a suponer que ella directamente buscaba una expresión simbólica para sus pensamientos de tinte dolido, y lo había hallado en el refuerzo de su padecer" (el destacado es del autor), y acota: " En la señorita Elizabeth von R. el mecanismo psíquico de la simbolización no se situaba en primera línea, él no había creado la abasia, pero todo indicaba que la abasia preexistente había experimentado un refuerzo sustancial por este camino. De acuerdo con ello, esta abasia, en el estadio de desarrollo en que yo la encontré, no era equiparable sólo a una parálisis funcional asociativa psíquica, [recuerden que el historial nos dice que las ocasiones de excitación se asociaron a malestares orgánicos preexistentes] sino también a una parálisis funcional simbólica".

Pero debemos agregar un nexo que nos permita comprender el concepto de parálisis funcional simbólica, para lo cual debo recordarles a ustedes que las representaciones eficaces para generar un síntoma psiconeurótico, y la histeria es una psiconeurosis, debían ser de características eróticas. ¿Cuál fue, entonces, la representación que tuvo que ser reprimida por conversión? Para que la respuesta se nos vaya haciendo evidente debemos recordar la absoluta dedicación que Elizabeth desplegaba en la atención de su padre aun a costa de su propia integridad -destaca Freud que dicha actitud produjo una histeria de retención 1, sintomatología que caracterizaría a las "enfermeras" que deben disimular y desoír sus afectos frente al enfermo- y complementando la conducta de Elizabeth, la preferencia de aquél por esta hija a quien consideraba como un amigo con quien podría intercambiar ideas, es decir, como el sustituto de un hijo varón. Solía decir que a veces era un poco impertinente y contestataria y que por ello le resultaría difícil hallar marido. Por cierto que ella estaba descontenta con su condición de mujer porque pensaba que en el matrimonio debería sacrificar sus ambiciones e intereses intelectuales.

Ustedes saben por experiencia vivencial que los padres hacen a sus hijos como los hijos a sus padres, pero estos albergan deseos y fantasías que necesitan que sus hijos cumplan porque en el cumplimiento de dichos deseos se juega la solución de sus frustraciones. De manera que el concepto que el señor von R. tenía de su hija era de alguna manera la cristalización de su fantasía de tener un hijo varón que evidentemente era deseado por él, habida cuenta que precedían al advenimiento de Elizabeth otras dos hijas mujeres.

En ese deseo habita el rechazo del género sexual, desestimación que de alguna manera ha intervenido en la configuración psíquica de su hija motivándola a negar su sexualidad femenina, lo cual reforzaba en su psiquismo la ideología victoriana -reinante en esa época- respecto de la sexualidad.

Aun podemos agregar que el rechazo del matrimonio es la explicitación de su deseo de construir una pareja con su padre, no olvidemos que no era su madre quien se ocupaba de él, sino Elizabeth quien con celo incrementado dormía en la habitación de su padre.

Reconstruyamos ahora el proceso dinámico que dio lugar a la sintomatología histérica de la paciente de Freud, para lo cual debemos aceptar que sólo las representaciones de características eróticas pueden ser reprimidas, pero para ello antes vamos a recordar por qué sólo ellas pueden serlo:

La sexualidad humana no está ligada a épocas de celo como la sexualidad animal, existe una perversión de dicha manifestación que se aleja del concepto de instinto.

La sexualidad humana se organiza en dos tiempos mediados por el período de latencia, lo que difiere de la sexualidad animal que sí es instintiva porque se desarrolla en un solo movimiento, no puede ser diferida en el tiempo ni ser sublimada. La posibilidad de sublimación interviene en la organización de la sexualidad intermediada por la educación. La cultura tiene, entonces, un lugar relevante en la estructuración de la sexualidad y por ello se produce una ruptura con el concepto de instinto que proviene del conocimiento de los procesos sexuales de los animales inferiores (recuerden la definición de instinto).

La sexualidad humana está directamente relacionada con el Complejo de Edipo, en realidad es un producto de la estructura edípica en la que están insertos padres e hijos y que se inscribe como herencia cultural en la organización superyoica.

La represión de las representaciones sexuales en tanto expresiones vicariantes de las primeras inclinaciones amorosas acontecidas en el tiempo de la manifestación de la sexualidad infantil, se producen porque la sexualidad infantil es la puesta en escena de la elección de uno de los progenitores como objeto de satisfacción, lo que para la realidad psíquica del niño significa automáticamente la desaparición del otro.

Vamos a establecer distintas ideas que a nuestro entender están concatenadas para reconstruir el proceso d inámico que dio lugar a la sintomatología histérica:

Elizabeth von R. era una personalidad cuya riqueza se expresaba en sus ambiciosos planes, quería estudiar y no soportaba tener que renunciar a sus aspiraciones ni a su libertad de juicio por la institución del matrimonio. De hecho estaba muy estimulada intelectual y afectivamente por su padre quien reconocía en ella un sano criterio para el diálogo, considerándola similar a buen amigo con quien se podía platicar. Dicha actitud del padre incrementó no sólo su desarrollo intelectual, sino también su inclinación originaria hacia él, es decir, reactivó su organización edípica infantil, la inclinación erótico-afectiva unilateral que caracterizó a la estructura edípica de Elizabeth. Expresado en buen romance: Elizabeth estaba enamorada de su papá, sólo tenía ojos para él, su padre era su vida y su propio Yo, puesto que dejó de lado cualquier otra actividad que no fuese cuidarlo.

Sólo por estimulación paterna accedió a asistir a una reunión social donde se encontraría con un joven hacia quien se hallaba inclinada eróticamente, joven que, habiendo perdido a su padre, había tomado como referente al señor von R. de quien seguía sus consejos. Aun cuando reconocía su inclinación afectiva hacia el joven quiso Elizabeth volver al lado de su padre y sólo cuando él le dijo que la acompañaría a su domicilio accedió a quedarse un tiempo más en dicha reunión social. Esta compañía hizo renacer en ella, por las características del joven, la necesidad de unión con un hombre estando dispuesta a esperar a que su amigo -quien sólo era unos pocos años mayor que ella- se desarrollase en su profesión para poder unirse a él. Pero al llegar a su casa y encontrar a su padre totalmente desmejorado se criticó severamente el haberlo abandonado generándose en ella un conflicto, un caso de inconciliabilidad de representaciones, y la representación fantaseada que la hacía unida en un futuro a este sensible joven, representación erótica al fin, fue suprimida, como si hubiese sido desactivada y dejada a un lado (fíjense ustedes que no digo reprimida sino suprimida, veremos enseguida por qué. Pero antes que lo reiteremos ustedes convoquen a su memoria, porque ya hemos mencionado cuándo una representación puede ser reprimida).

Ahora debo referirles un hecho fundamental acontecido a raíz del fallecimiento de la hermana de Elizabeth cuyo esposo era muy querido por ella y que reactivó las representaciones inconscientes de la predilección por su padre, luego desplazadas hacia el joven valorizado por él que alimentaba las fantasías de Elizabeth y que finalmente tomaron cuerpo en el descubrimiento de un profundo amor por su cuñado hacia quien siempre se sintió inclinada. Vayamos al hecho: cuando llegó a la casa de su hermana de su estancia veraniega no la encontró ya con vida y junto al lecho de muerte el siguiente pensamiento, como una ráfaga, la embargó: "Ahora él está de nuevo libre, y yo puedo convertirme en su esposa". Analicemos superficialmente este fugaz pensamiento: "Ahora él esta de nuevo libre......" expresa que su inclinación afectiva se había instalado en el pasado, y que ya entonces ella suprimió, rechazó, dejó de lado su predisposición hacia ese hombre que se corporizaba en sus pensamientos, porque consideraba que ellos eran moralmente censurables 1, de manera que el amor a su cuñado formaba parte de un recuerdo y ya saben ustedes que sólo lo simbolizado se reprime, es un recuerdo el que genera el proceso represivo, un recuerdo que sólo a posteriori (apres-coup; nachträglich) llega a convertirse en trauma. Debemos comprender que las experiencias vividas adquirieron calidad de traumáticas en el juego que se produce entre todos los acontecimientos de los cuales el último reactiva, con otro sentido, todas las escenas depositadas en ese espacio virtual al que aludimos cuando dijimos que Elizabeth había suprimido (y no reprimido) las representaciones eróticas. Freud decía que las histéricas sufren de reminiscencias, escuchemos ahora sus palabras: "Esta muchacha había regalado a su cuñado una inclinación tierna, contra cuya admisión se revolvía dentro de su conciencia todo su ser moral. Había conseguido ahorrarse la dolorosa certidumbre de que amaba al marido de su hermana creándose a cambio unos dolores corporales, y en los momentos en que esta certidumbre pretendía imponérsele (durante el paseo con él, en aquella ensoñación matinal, en el baño, ante el lecho de la hermana) habían sido generados aquellos dolores por una lograda conversión a lo somático" ( hay en este relato acontecimientos, nexos, que no les relaté adrede –como ya les dije- para incitarlos a la lectura reiterada del texto).

En el apartado b) les hacía mención a la supresión como proceso diferente a la represión en tanto éste sólo es factible con las experiencias que han sido simbolizadas, elaboradas, es decir, cuando el sujeto admite su significación. La represión se produjo cuando Elizabeth reprodujo en sus pensamientos las impresiones pasadas que ella manifestaba verbalmente así: "haber experimentado dolorosamente su soledad"; "sentirse impotente" y "no lograr avanzar un solo paso", por ello Freud acota: "en su vida mnémica empleaba la sensación corporal como símbolo de la vida anímica". El cuerpo era utilizado para expresar su amor y el dolor que él le ocasionaba por considerarlo prohibido. Por ello debía evitar avanzar para así no dirigirse al amado cuñado y tampoco quería salir de ese lugar porque esa limitación le proporcionaba una satisfacción erótica sustitutiva a la vez que un castigo por lo que consideraba una dirección inmoral de sus afectos. Freud decía que en los síntomas el neurótico realiza su vida sexual. Quizás debiéramos acotar que cumple su vida sexual y no que la realiza. Tomando los conceptos del capítulo 7 de La interpretación de los sueños, donde Freud nos enseña que los deseos se cumplen en los sueños, lo que no quiere decir que se efectivicen en la realidad.

La represión por conversión no ha sido sólo efecto de la impresiones frescas, sino también del recuerdo de ellas. Esto quiere decir 1) que son necesarios varios acontecimientos que sumados incitan a la significación y 2) su reminiscencia provoca la conversión por represión porque no pudo Elizabeth soportar la cantidad de energía almacenada por el dolor que el significado de dichas representaciones eróticas producía en su vida anímica, lo que se produce por la no elaboración del conflicto edípico.

Nuestra clase ha llegado a su fin me despido añorando una buena "reminiscencia" en ustedes de nuestros contactos. Los saluda con estima Yako Román Adissi.


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