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Seminario
La sexualidad en la obra de Freud

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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Lic. Yako Adissi


Clase Nro. 6

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En la clase anterior intentamos estudiar la sexualidad desde el historial clínico de Elizabeth von R. Destacamos el efecto aparentemente inocuo de ciertos acontecimientos sexuales sobre la naturaleza humana cuando ellos no podían ser comprendidos en su real significación. Les recuerdo en este sentido el historial de Emma, modelo paradigmático de esta aserción, porque leemos allí que Emma niña fue "incitada o agredida" sexualmente por un hombre adulto, con la particularidad de que dicha acción no despertó en ella ninguna respuesta afectiva en el momento en que aconteció, pero cuyo recuerdo estimulado por un acontecimiento ocurrido después de la pubertad significó a la primera incitación como inabordable, promoviendo su represión, es decir su desalojo y sustitución por un síntoma histérico que adquirió la característica de un símbolo mnémico de la experiencia que posteriormente, en otro tiempo, como efecto de la represión, se instauró como traumática (y por ello fue reprimida). La represión como proceso dinámico ratifica definitivamente la significación traumática de los acontecimientos rechazados.

Escuchemos a Freud: "El yo ha conseguido quedar exento de contradicción, pero, a cambio, ha echado sobre sí el lastre de un símbolo mnémico que habita la conciencia al modo de un parásito, sea como una inervación motriz irresoluble o como una sensación alucinatoria que de continuo retorna,....." 1 (el destacado es nuestro). Freud solía, también, comparar los síntomas histéricos con los monumentos construidos para conmemorar acontecimientos importantes del pasado.

Ese otro tiempo que mencionamos es para privilegiar los procesos de desarrollo que manifestándose en la pubertad le posibilitaron a la ya no niña Emma recordar con su verdadera significación, a raíz de un acontecimiento aparentemente superficial, la acción sexual que en su niñez sufrió pasivamente. Pasividad que no sólo alude a la no respuesta activa sino que evidencia un organismo no preparado fisiológica y psíquicamente para entender la acción de la que era objeto y poder responder a ella.

La intención de desbrozar el camino en relación a la comprensión de la sexualidad humana lo pone a Freud frente a una realidad que sólo se manifiesta cuando los acontecimientos se suman. Ingenuamente podríamos decir que cuando la adición de acontecimientos sexuales presiona, en función de su volumen, la sexualidad se hace presente. Pero no es esta la temporalidad a la que Freud se refiere, porque no obedece a la suma de acontecimientos, a la unión de un antes y un después, sino que se trata de una temporalidad nueva que escapa a dicha concepción lineal, una temporalidad que retroactúa, una temporalidad que produce un cambio en la concepción que de su realidad somatopsíquica tiene el sujeto, es una temporalidad medida por acontecimientos que constantemente se adelantan y retroceden en función de la dinámica de los procesos de maduración orgánicos e intelectivo-afectivos y cuya resultante es que ciertos sucesos ocurridos en un tiempo anterior adquieren con posterioridad no sólo una significación que nunca tuvieron, sino que podemos afirmar que sólo a partir de la adquisición de dicha significación pueden ser historizados. La historia no sólo se escribe en el futuro sino que el futuro modifica constantemente la comprensión de los acontecimientos pasados, de manera que aun cuando los acontecimientos sean los mismos la significación puede variar radicalmente. Esta es la ruptura epistemológica que el creador del psicoanálisis produjo en la comprensión de la naturaleza humana.

Para comprender y aprehender esta concepción de la temporalidad (nachträglichkeit, apres-coup, el a-posteriori) que nos ubica en una nueva concepción de la historia, o quizás en la verdadera concepción que de la historia debemos tener los seres humanos es menester recordar la famosa carta 52 del 6 de diciembre de 1896, que ya hemos mencionado, de la que retranscribiré un párrafo para movilizarlos a su completa relectura y análisis. Dice Freud: "...trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retrascripción. Lo esencialmente nuevo en mi teoría es, entonces, la tesis de que la memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple, está registrada en diversas variedades de signos". "Yo no sé cuántas de estas trascripciones existen. Por lo menos tres, probablemente más"(el destacado es del autor).

Esta concepción de la temporalidad nos permite abordar la teoría de la seducción, teoría que se observa en los escritos clínicos de Freud hasta que en septiembre de 1897 le comunica en una carta a su amigo Fliess que ya no cree que las neurosis histéricas sean generadas por la conducta seductora de una persona que con su accionar le impone activamente su sexualidad a un receptor que es pasivo porque es un niño, es decir una persona en la que todavía no se han producido ciertos procesos de maduración orgánica y psíquica. En estas escenas el seductor era generalmente un adulto o un niño mayor que el seducido.

La seducción es una teoría que atribuye un papel determinante en la etiología de las psiconeurosis al recuerdo de escenas reales de seducción. Ella no sólo dio lugar a la original concepción de la temporalidad en la que se desarrollan los procesos psíquicos que relacionados con las pulsiones sexuales dan razón de la interacción de estás con aquellas que se le oponen y que sujetándolas a la vez a la comprensión inteligente han contribuido a producir lo que consideramos que es la singular creación del hombre: la cultura, dio también lugar al asignar preponderancia etiológica a las escenas sexuales, a la comprensión del origen del proceso de la represión como mecanismo defensivo.

La teoría de la seducción propone que el trauma se produce en dos tiempos; en el primero Freud define a la seducción como un acontecimiento sexual-presexual, porque es producido desde el exterior y recibido por un sujeto que carece de los dispositivos fisiológicos y anímicos para poder responder a esa incitación y por consiguiente no puede ser adosado a la experiencia. La escena de seducción no puede ser reprimida porque no ha podido ser comprendida, es decir, como dijimos en la clase 4 no ha podido ser simbolizada o, lo que es lo mismo, psicologizada. El segundo tiempo está dado por un acontecimiento que no necesariamente tiene que ser sexual pero que asociativamente despierta el recuerdo del primero. Lo que se reprime es el recuerdo del acontecimiento por el aflujo de excitación endógena que desencadena.

Es importante destacar que la seducción produce una reacción de susto, que es la respuesta a las estimulaciones para las cuales el individuo no se halla preparado y que al generar sorpresa producen terror. Freud destaca que la no preparación del sujeto es esencial tanto en la escena de seducción ocurrida antes de la pubertad como en la evocación de dicha escena en un segundo tiempo cuando el sujeto si está preparado para comprender lo que está ocurriendo, destacando así la importancia del factor sorpresa.

Aun cuando en un momento posterior puede asignarle significación sexual a ese primer acontecimiento, él adquiere características traumáticas que inducen a la represión -símil interno de la huida en el mundo externo- porque su yo no está preparado para actuar frente a los recuerdos como si lo está para actuar ante las percepciones. Es decir que en realidad se reprime el recuerdo del primer acontecimiento que había quedado suspendido en el psiquismo y al que a posteriori se le asigna su real significado adquiriendo así dimensión traumática, y por ello psíquica, y como correlato de este proceso temporal en el que se produce la adquisición de sentido de un acontecimiento ocurrido en un tiempo pasado, aquél adquiere también dimensión histórica.

Atendiendo a lo expresado podrán ustedes vivenciar como el a-posteriori está relacionado con la represión. Pero aprehender y comprender estos procesos no es sencillo, no porque ofrezcan dificultad a una inteligencia común, sino porque para poder internalizar dichos conocimientos es necesario vencer la barrera de la represión que está asociada a la aceptación y elaboración de la sexualidad infantil. El estudio del psicoanálisis adquiere así características que lo distinguen de la adquisición de otros conocimientos en tanto ellos no tienen como materia prima la aceptación de procesos inconscientes que son reificados por la existencia del mundo pulsional sexual.

Atendiendo a este sentido es que creo necesario transcribir algunos párrafos del historial clínico de la señorita Catalina que Freud relata en "Estudios sobre la histeria". En ellos se podrá apreciar la relación existente entre el a-posteriori, la sexualidad y la represión permitiéndoles recordar el reiterado comentario de nuestras clases en relación a que sólo el recuerdo de determinadas experiencias era significado posteriormente como traumático y por ello reprimido.

Leamos, entonces, a Freud quien en la epicrisis del historial de Catalina dice así: "... parece natural comparar las dos series de vivencias eróticas con unos momentos traumáticos, y la escena del descubrimiento de la pareja, con un momento auxiliar. La semejanza reside en que en las primeras se creó un contenido de conciencia que, excluido de la actividad pensante del yo, permaneció guardado, mientras que en la última escena una nueva impresión fuerza la reunión asociativa de esos grupos, que se encontraban apartados, con el yo". "La causa del aislamiento.....(es) la ignorancia del yo, que aún no sabe qué hacer con unas experiencia sexuales. En este aspecto el caso de Catalina es típico; en el análisis de cualquier histeria que tenga por fundamento traumas sexuales, uno halla impresiones de la época presexual que, no habiendo producido efectos sobre la niña, más tarde cobran, como recuerdos una violencia traumática al abrirse para la joven virgen o la esposa el entendimiento de la vida sexual. La escisión de grupos psíquicos es, por así decir, un proceso normal en el desarrollo de los adolescentes, y bien se comprende que su posterior recepción dentro del yo proporcione una ocasión, aprovechada con harta frecuencia, de perturbación psíquica"(el destacado es nuestro).

Dijimos que la teoría de la seducción dio lugar a la comprensión del origen del mecanismo de la represión, en realidad una conducta defensiva patológica que sustituye a una respuesta adecuada a la estimulación displacentera y que Freud llamó defensa normal.

¿Cuáles son las defensas normales? ¿Por qué esa denominación? ¿Cuál es la diferencia entre defensa normal y defensa patológica? Responderemos a estas preguntas.

Defensas normales son aquellas que tienen como fundamento lo que podríamos llamar maduración yoica y que se definen porque responden a las estimulaciones displacenteras o traumáticas con la acción del yo que trabaja para inhibir la carga afectiva displacentera. Las defensas normales son: la función de la atención que permite dirigir la carga afectiva; la repetición de la experiencia penosa hasta desgastarla y finalmente el establecimiento de conexiones asociativas con otras situaciones similares para relativizar la experiencia, todo ello es producto de lo que llamamos proceso secundario. Cuando las respuestas no obedecen a dicho proceso el sujeto psíquico distorsiona la realidad, "el símbolo ha sustituido por completo a la cosa del mundo" como acota Freud, lo que constituye un proceso primario porque toda la carga afectiva se desplaza de un extremo a otro de la cadena asociativa, es lo mismo que ocurre en el proceso onírico. Escuchemos al Freud del capítulo 2 del Proyecto...: "El proceso patológico es el de un desplazamiento (descentramiento), tal como el que hemos conocido en el sueño; por tanto, un proceso primario".

Les aconsejo leer el capítulo mencionado del Proyecto... dedicado a la psicopatología de la histeria. Con el objetivo de explicar el proceso patológico, es decir, la manifestación de lo que llama compulsión histérica, Freud designa al síntoma con la letra A y con la letra B a la escena reprimida, indicando que la representación del síntoma (A) tiene características hiperintensas por efecto del desplazamiento sobre ella de la energía de la escena reprimida (B). Los dejo con esa lectura que es sabrosa porque permite ver con claridad cómo se genera la teoría de la defensa y la represión. Pero antes quiero recordarles que en el capítulo dedicado a la psicopatología del Proyecto...Freud destaca que al no ser las percepciones del mundo externo desde donde se desprende displacer, posibilita que el yo no pueda hacerse cargo de ellas. Asimismo al no estar preparado para elaborar las vivencias relacionadas con la sexualidad que llegan desde el recuerdo se las excluye del proceso del pensar permaneciendo guardadas, suspendidas en un espacio virtual, hasta que el proceso de maduración psicosomático, al asignarles relevancia significativa, desencadena una excitación de origen endógeno que provoca displacer. Este displacer no puede ser abordado con las defensas normales del yo porque éste fue tomado por sorpresa he invadido por el proceso primario debiendo recurrir a la represión, es decir, una defensa patológica. Frente a estimulaciones displacenteras del mundo externo el individuo huye, pero ante estimulaciones endógenas displacenteras se las aleja reprimiéndolas. Freud percibe que le ocurre al yo lo que es característico de los procesos de deseo y dice: "Nos hace falta una explicación para esto, a saber, que unas consecuencias como aquellas a las que nos tienen acostumbrados sólo los procesos primarios advengan a raíz de un proceso yoico".

El objetivo de volver hacia atrás es meramente didáctico porque su finalidad es hacerlos reflexionar sobre la tácita pregunta freudiana en tanto sabemos que los procesos primarios, aquellos que como dijimos tienen como objeto el desplazamiento total de la energía de una representación hacia su vicariante, son propios de los procesos de deseo no de los defensivos que provienen del yo y que por definición debieran pertenecer al proceso secundario tal como lo destaca Laplanche 2. Freud responde que la defensa adquiere esa característica porque es una conducta defensiva contra el recuerdo de unas representaciones sexuales y su afecto.

El mencionado autor francés cuya característica es hacer trabajar las concepciones freudianas para desprenderlas de su literalidad y generar así concepciones que por ser esclarecedoras permitan profundizar y aclarar la teoría freudiana nos ha enseñado que: "Debe haber ante todo (y estoy introduciendo términos personales) algo así como el depósito de una primera escena, que antes de la pubertad ocuparía una posición completamente ambigua, es decir, que no sería consciente. No está reprimida; simplemente está depositada, como aislada en la conciencia, pero no obstante es accesible. Y es ambigua porque no es consciente ni inconsciente, porque es la vez sexual y no sexual". Recordemos que Freud llamaba a las experiencias que tuvo la niña Emma con el pastelero acontecimientos sexuales-presexuales. Es decir que eran sexuales porque el pastelero había pellizcado los genitales de la niña pero eran a la vez presexuales porque dicha experiencia no pudo ser valorizada en el momento del acontecimiento en su real significación que posteriormente adquirió como consecuencia de su desarrollo evolutivo.

Pareciera que en nuestra exposición no podemos seguir una dirección lineal, constantemente tomamos por caminos colaterales que luego vuelven a confluir en un único cauce. Es una modalidad similar al proceso de desarrollo psíquico: se avanza en una dirección y luego se transita por otra lateral o paralela pero llegado a un punto se comprueba que los derroteros confluyen en un solo camino.

Volvemos ahora a la teoría de la seducción que abandonada por Freud en 1897 persistió de otra manera a lo largo de su obra. Dijimos que la seducción era no sólo una teoría sino también una escena en la que un adulto (o niño mayor) le propone su sexualidad a un niño menor cuyo organismo psicofísico no está preparado para metabolizarla. La seducción se viabiliza por gestos, palabras, exhibiciones que producen horror. En las mujeres virginales cuando el mundo de la sexualidad se les manifiesta por primera vez la consecuencia es el ataque de angustia.

En este sentido, para revalorizar la teoría de la seducción que Freud nunca abandonó totalmente, debemos referirnos a lo que él llamó escena originaria y que el diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis define así: "Escena de relación sexual entre los padres, observada o supuesta basándose en ciertos indicios y fantaseada por el niño. Este la interpreta generalmente como un acto de violencia por parte del padre", porque consideramos que dicha escena tiene, para quien la percibe, las características de un acto de seducción, al igual que los cuidados alimenticios e higiénicos que la madre tiene con sus hijos.

En este sentido transcribo una nota que Freud agrega al historial de Catalina en el que relaciona el nexo existente entre el horror que produce en las mujeres vírgenes la percepción de la realidad sexual y la angustia como su consecuencia. Dice así: "Quiero mencionar el caso en que discerní por primera vez este nexo causal. Trataba a una señora joven por una complicada neurosis; tampoco ella quería admitir que había contraído su padecimiento en su vida conyugal. Objetaba que ya de muchacha había padecido ataques de angustia, que desembocaban en desmayos. Me mantuve firme. Cuando nos hubimos conocido mejor, me dijo de repente un día: ´Ahora le informaré también de dónde me venían mis ataques de angustia cuando muchacha. Dormía en esa época en una habitación contigua a la de mis padres, la puerta estaba abierta y una candela ardía sobre la mesa. Algunas veces vi, pues, cómo mi padre se llegaba a la cama de mi madre, y he escuchado algo que me causó viva emoción. Tras eso me vinieron mis ataques´ ".

El valor de la teoría de la seducción reside, entonces, no sólo en la aceptación de la factualidad de los hechos, es decir, en la existencia de escenas de seducción que al dejar vías facilitadas en el organismo psicosomático posibiliten ulteriormente el transito de afectos que tienen su correspondencia con los procesos de desarrollo desencadenados en el cuerpo, sino que al generar una teoría de la represión y genéricamente de los procesos defensivos psíquicos asigna a los recuerdos que desencadenan este proceso el valor de realidad psíquica con la misma dimensión que se le destina a la realidad material. Es decir que la operatividad no sólo está desencadena por las motivaciones de la realidad material sino por aquellas que provienen de la vida anímica, es decir, que la seducción no sólo puede estar dada por el accionar de un adulto que impone, como dijimos, su sexualidad a un "alma virginal", sino que puede ser obra de la escena originaria que ya definimos y producto también de las fantasías de las que Freud decía, en Historia de una neurosis infantil, que eran restos mnémicos de experiencias vividas en la historia de la especie humana.

Freud siempre buscó en la génesis de la fantasía un acontecimiento real que le de sustento no dejándola solamente librada a las imaginaciones del sujeto. Así debemos aceptar que la sexualidad del niño está estructurada en función de la relación que los padres tienen entre sí, de los deseos de ellos que preexisten a los deseos del sujeto y que de alguna manera los condicionan. Al ser los progenitores sujetos de sus propios procesos inconscientes, es decir, de su realidad edípica, no sólo sus acciones modelan la sexualidad de sus hijos sino que también la organización de dichas acciones, de sus palabras y de los gestos con los que se comunican son expresión de su estructura edípica inconsciente y de alguna manera refractan de manera singular y única en el psiquismo de cada uno de sus hijos. Es decir que cada padre construye a su hijo y la respuesta de cada hijo construye a su vez al padre. Es por esta peculiar interacción que dos hermanos, por ejemplo, tienen en realidad padres distintos.

Quiero finalizar esta clase con una apreciación que hace Laplanche en su Diccionario de psicoanálisis: "La seducción no sería esencialmente un hecho real, localizable en la historia del sujeto, sino un dato estructural, cuya transposición histórica sólo podría realizarse en forma de un mito".

Los dejo leyendo y me despido de ustedes hasta la próxima clase solicitándoles preguntas que incentivarán mi contacto creativo con ustedes. Afectuosamente: Yako Román Adissi.

Notas

1 Las neuropsicosis de defensa ( 1894) – Volumen III de las Obras completas – Amorrortu editores.

2 La sexualidad – Ediciones Nueva Visión (1980).


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