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Seminario
El pensamiento de Donald D. Winnicott
http://wwww.edupsi.com/winnicott
winnicott@edupsi.com

Organizado por : PsicoMundo

Coordinado por :
Lic. Andrés Nelken


Clase 14:
La idea de la cura
Sonia Abadi

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Cuidar, curar, estar curado

En octubre del ’70, en una charla a médicos y enfermeras, Winnicott habla de la cura. Una de sus tantas conferencias, pero a la vez, quizá un punto culminante de su integración como terapeuta. Con ya 50 años de práctica médica en su haber, como lo declara en esa misma conferencia, Winnicott moriría en el año siguiente.

En este texto Winnicott utiliza el término cura en tres acepciones diferentes y complementarias: el cuidado, la función terapéutica y la curación como resultado.

Dirá que la cura es el encuentro entre la dependencia y la confiabilidad. El encuentro entre alguien que necesita depender y otro que le ofrece confianza, está vivo y disponible.

Recordemos la frase de John Rickman que Winnicott suscribe en Los casos de enfermedad mental: "La enfermedad mental consiste en no ser capaz de encontrar a nadie que pueda soportarnos".

Desde esta perspectiva, la formación del analista y su capacidad de interpretar, se dan por sentadas. Sin embargo, el énfasis está ubicado en la confiabilidad, en la capacidad de hacerse cargo de sostener a quien necesita depender. A partir de allí el arte del analista estará en la posibilidad de utilizar ambas funciones, de un modo complementario e inseparable, guiado por las necesidades del paciente y el momento del tratamiento.

Dirá Winnicott:

"El psicoanálisis no consiste tan sólo en interpretar el inconsciente reprimido; consiste más bien en proporcionar un marco profesional a la confianza, en el cual esa interpretación pueda llevarse a cabo." 3

Quizá colocar al paciente en un estado de salud suficiente y en un sostén (holding) adecuado para poder "operar analíticamente".

Pero también, paradójicamente, ubicarlo en un lugar de reconocimiento y aceptación de la enfermedad, permitiendo así que otro se haga cargo de la cura.

"…el concepto de enfermedad y de estar enfermo proporciona un alivio inmediato porque legitima la dependencia… El hecho de decirle a una persona "usted está enfermo" me pone en la posición de responder a una necesidad, es decir, de adaptarme, preocuparme y ser confiable, de curar en el sentido de cuidar". 4

Sin embargo el reconocimiento de la enfermedad moviliza también las capacidades del individuo para encontrar su propio y original modo de curarse.

En "Ida y vuelta", texto referido a la cura en Winnicott, J.B.Pontalis afirma:"…la única diferencia entre el análisis y las demás terapias radica en esto: el proceso que ha desencadenado sigue operando. Se conserva – a veces se adquiere – el derecho de estar enfermo, pero también se obtiene la posibilidad de curarse uno mismo". 5

Y aquí aparece un nuevo concepto: el "healing" (para Winnicott, cicatrización, ayudar a la cicatrización o capacidad de autocuración). Afirma:

"La psicosis tiene estrechas relaciones con la salud, en la cual innumerables situaciones de quiebra se hallan congeladas, pero son alcanzadas y descongeladas por los distintos fenómenos "cicatrizantes" de la vida ordinaria: amistades, cuidados durante enfermedades físicas, poesía, etc." 6

Pero, también, en "El concepto de individuo sano" , Winnicott introduce una expresión que describe los riesgos de la autocuración defensiva hecha de integraciones patológicas y con pérdida de la funcionalidad del self: la huida hacia la cordura (sanity).

Haciendo jugar los conceptos de cuidar, curar, estar curado, autocuración y ser cuerdo, desarrollaré mi exposición.

Para ello deberé detenerme en la idea de enfermedad psíquica según Winnicott, a partir de la pregunta, ¿curar de qué?

Los diferentes tipos de pacientes

A partir del concepto de transicionalidad, Winnicott sostiene la idea de que ésta puede constituirse adecuadamente o no, y que el fracaso de los procesos intermedios entre el mundo interno y el mundo externo dará lugar a determinadas patologías: la patología de los bordes, con una inadecuada diferenciación adentro-afuera, las patologías esquizoides, con un replegamiento sobre el mundo interno y poco contacto con la exterioridad, las patologías falso self y las patologías de acción, con una concretización intensa de los vínculos con la realidad y una pérdida de comunicación con el mundo interno.

En esos casos, una de las funciones del análisis será la de disponer las condiciones adecuadas para restablecer el área de ilusión y los fenómenos transicionales cuando fallaron en la etapa de su constitución.

En relación a la técnica D. W. Winnicott clasifica a los pacientes en tres grupos, que requerirán del terapeuta diferentes modalidades de abordaje.

Los neuróticos, que sufren de conflictos intrapsíquicos desplegados en las relaciones interpersonales. Aquí se trabaja con la técnica clásica basada en la interpretación.

Los depresivos, quienes padecen de las consecuencias de la separación en la relación madre-bebé, en una etapa en que el yo ya está estructurado como unidad. En estos casos también está indicada la técnica clásica, aunque se deberá tomar en cuenta un aspecto técnico fundamental: la supervivencia del analista a los ataques agresivos del paciente.

Finalmente, los trastornos de origen más temprano por fallos en la fase de sostenimiento. Estos requieren de un holding especial dado por ciertos rasgos del encuadre y ciertas actitudes del analista.

Dentro de estas últimas patologías, Winnicott describirá tres estructuras psicopatológicas que pueden encontrarse en distintos cuadros clínicos y en combinación con otros modos de funcionamiento: la disociación esquizoide, el falso self y la tendencia antisocial. Dirá que estas tres estructuras derivan de diferentes tipos de fallo ambiental temprano y se caracterizan por deformaciones defensivas del self como reacción a esos fallos.

El origen de estos cuadros deberá buscarse en los fallos del holding. Si el holding fracasa, el ambiente hace intrusión en el psiquismo infantil, generando la aparición de las agonías primitivas y la vivencia de derrumbe. La continuidad existencial se interrumpe y se ponen en movimiento mecanismos de defensa de alto poder pero también de alto costo. Mecanismos primitivos que tienen un efecto de mutilación para el psiquismo.

En estos casos será función del análisis ofrecer la oportunidad para regresar a estados de no integración en busca de los traumas tempranos que deformaron al self y con la posibilidad de nuevas integraciones.

Estas tres estructuras no son accesibles ni modificables sólo con las interpretaciones, ya que precisan de un soporte para el self, que deberá ser provisto por el entorno actual, para así poder dejar en suspenso las defensas que lo han deformado, abriendo la posibilidad a nuevas formas de integración.

En estos pacientes, las condiciones de confianza y estabilidad brindadas por el encuadre son inéditas. El paciente no ha tenido experiencias tempranas en ese sentido, que pueda revivir en la transferencia. Es por eso que el mantenimiento del encuadre es esencial, en tanto favorece la instauración de una experiencia primaria faltante.

Es cierto que a veces se hacen necesarios el sostenimiento corporal o la utilización de otros recursos ajenos a la palabra, sin embargo el objetivo del tratamiento es la comprensión y comunicación verbal de las vivencias que el paciente transmite.

Sólo cuando estén garantizadas las adaptaciones necesarias para contener, acompañar y elaborar estas condiciones, se podrá utilizar la técnica clásica.

En algunos casos el individuo es capaz construir el holding que precisa. En otros, cuando el cuadro es muy severo, por pérdida de varios referentes vitales simultáneos o por una fragilidad característica del self, tendrá que ser nuevamente el entorno, como en la primera infancia, el que se haga cargo de proveer la vivencia de continuidad, favoreciendo así la elaboración transicional e impidiendo tanto el riesgo de derrumbe como las autocuraciones de emergencia, tan mutilantes como ineficaces.

La cura como tratamiento

Winnicott postula que la regresión no se realiza a los puntos de fijación, sino a etapas de mayor dependencia. A partir de allí, en la teoría de la técnica se redimensionan el significado y uso terapéutico del encuadre y sus variables, ya que éste representará al holding primitivo fallido.

El encuadre cumplirá las funciones de holding, espacio transicional y garante de la continuidad existencial, permitiendo la regresión a la dependencia y la vivencia de no integración.

El mantenimiento del encuadre dará entonces al individuo la oportunidad para dejar en suspenso las deformaciones defensivas del yo, volver a estados de menor integración, a partir de allí entrar en contacto con los traumas primitivos, y lograr una nueva calidad de integración psíquica. En ese sentido Winnicott afirma que el encuadre es "prácticamente una invitación al colapso mental". El alivio surge de una provisión ambiental especializada en concordancia con el grado y tipo de regresión del paciente.

Esta es particularmente importante y significativa en las patologías graves. Winnicott afirma que en esos casos el mantenimiento del encuadre es más importante que las interpretaciones.

La idea de encuadre se toma en sentido amplio incluyendo el espacio real del consultorio, los objetos que en él se encuentran, la presencia del analista, el espacio - tiempo de la sesión, y hasta los espacios y tiempos que rodean el ámbito de la sesión.

Sin embargo planteará al encuadre como entorno estable pero no inmutable y lo definirá como una "adaptación activa" a las necesidades del paciente en regresión. Este original concepto surge de la idea de espacio virtual entre madre y bebé. Espacio que se abre en la medida en que está siendo ocupado, transitado, por los procesos psíquicos del bebé, o en este caso del paciente. La adaptación activa se realiza en función del grado de regresión a la dependencia que experimenta en cada momento el paciente, o del despliegue de sus capacidades simbólicas que le permiten recorrer más adecuadamente el espacio analítico.

A partir de la regla de abstinencia postulada por Freud, resulta claro para cualquier analista que los deseos y fantasías, como expresión del mundo pulsional, no deben ser satisfechos. Pero aquí Winnicott utilizará el concepto de necesidades del yo, considerando que cuando surgen dramáticamente las necesidades de confianza, estabilidad y sostenimiento, sí deben ser tomadas en cuenta y requieren de una respuesta adaptativa del analista.

Dirá que para el paciente resulta no sólo penoso, sino también riesgoso exponerse a la dependencia. Tiene que enfrentar el miedo a la desintegración, al aniquilamiento y a ser dejado caer. Por eso, puede tardar mucho tiempo en llegar a ella, ya que precisa poner a prueba al analista, debido al temor originado en el fracaso de las experiencias anteriores.

Para Winnicott se produjo un fallo específico del ambiente del que el individuo se defiende a través de la "congelación de la situación de fracaso". Existe la expectativa inconsciente de que más adelante habrá una oportunidad para que ésta pueda ser descongelada y reexperimentada durante la regresión en un medio adaptado.

Lo importante es que más allá de los intentos del analista, el paciente estará expuesto a fracasos en la adaptación en muchos momentos del tratamiento. Estos fallos acotados y dosificados los que permiten al paciente revivir en la transferencia experiencias próximas al derrumbe originario que se produjo con el fallo ambiental temprano.

El paciente utiliza entonces los fracasos de adaptación del analista para revivir y elaborar sus traumas originados en el fallo ambiental.

Para Winnicott la función del análisis en estos pacientes es la provisión de un soporte para el self hasta que esté estructurado para recibir y comprender las interpretaciones.

A partir de la idea de que la regresión no se dirige a una etapa de fijación de la libido sino a un estado de mayor dependencia, la transferencia recibe el refuerzo de demandas primarias y esenciales.

Winnicott sugiere tomar en cuenta dos tipos de transferencia. La que proviene de la estructura neurótica y remite a las relaciones objetales infantiles, y la que surge de la estructura psicótica y precisa de un ambiente sostenedor.

Destaca que el analista debe comunicarse con el paciente desde el lugar en que éste lo ubica desde la neurosis o psicosis de transferencia.

Con este enfoque el concepto de transferencia se amplía para abarcar la transferencia de los pacientes psicóticos o los momentos psicóticos en el análisis de pacientes neuróticos. En el análisis de estas fases, el yo no está instaurado como unidad y la dependencia es extrema.

La transferencia neurótica se caracteriza principalmente por la ambivalencia, y las transferencias más primitivas de los pacientes neuróticos o psicóticos por mecanismos como la escisión, la introyección, la proyección, la persecución, la desintegración.

En la enfermedad neurótica, se reviven en la transferencia situaciones de confianza básica en el entorno, que ya han sido experimentadas. En tanto que en otras estructuras (casos límite, psicosis, falso self), la experiencia de confianza que propone el análisis es inédita, y el paciente deberá experimentarla por primera vez para poder hacer uso del encuadre y acceder al desarrollo del análisis propiamente dicho, con la verbalización de las interpretaciones.

Los elementos del encuadre simbolizan para los neuróticos el sostenimiento y el amor materno. Para el psicótico, en cambio, son la prueba tangible del amor del analista.

Así, los fallos de adaptación serán vivenciados dramáticamente, con una furia y dolor que permite comprender la gravedad de las carencias yoicas.

En ese sentido el análisis ofrece la oportunidad de un marco seguro para reexperimentar las angustias primitivas y las vivencias traumáticas tempranas, sin demasiado riesgo y con la esperanza de elaborarlas.

D. W. Winnicott sostiene que en cada paciente se debe realizar el análisis de ambos tipos de transferencia, la transferencia neurótica y la psicótica, en diferentes momentos del proceso.

"Constantemente me encuentro pasando de la una a la otra, según la tendencia que muestre el proceso inconsciente del paciente" 7 .

Afirma que conviene evaluar cuidadosamente en qué momentos el analista debe trabajar enfatizando la interpretación de los conflictos inconscientes, o satisfaciendo una necesidad del yo mediante una adaptación activa.

Mostrará cómo las interpretaciones transferenciales y de contenidos en los comienzos de la discriminación yo-objeto son prematuras y activan ansiedades paranoides hiperintensas, por la aparición de un objeto terapeuta. Este surge como figura recortada y siniestra sobre el fondo tranquilizador que cumplía desde su función de holding.

Así, entre encuadre e interpretación, transferencia psicótica y transferencia neurótica transcurre el proceso de la cura.

Sin embargo esto plantea una disyuntiva técnica: ¿cómo pasar del holding a la interpretación?

¿Cómo hacer para pasar del analista ambiente al analista objeto? ¿de la transferencia psicótica a la transferencia neurótica?

Y más aún: ¿cómo facilitar la regresión desde las estructuras defensivas hacia la dependencia absoluta y la aparición de las transferencias psicóticas?

La respuesta la ofrece el juego, fenómeno transicional por excelencia, generando un modelo terapéutico que permite el desarrollo del self. El juego es el puente entre el holding y la interpretación.

Winnicott dirá que el juego es terapéutico en sí mismo y que el análisis deberá ofrecer oportunidades para la experiencia informe y los impulsos creadores, que constituyen la esencia del jugar.

El psicoanálisis sería así un juego especializado cuya función es facilitar la comunicación consigo mismo y con los demás. Damos por sentado que el analista es capaz de participar del juego sin temores ni inhibiciones.

La implementación de un encuadre que permita el juego, es responsabilidad del analista. Esto incluye la libertad corporal, la aceptación de modos no verbales de comunicación y la asociación libre.

En el adulto el contrapunto asociación libre - atención flotante ocupa el lugar del juego como zona de superposición de dos áreas de juego, la del paciente y la del analista. Allí la interpretación es como un objeto creado y encontrado a la vez. Esto implica un modo flexible y abierto de interpretar, dejando lugar para los aportes del paciente.

Aquí el modelo del squiggle es el paradigma del análisis como juego terapéutico, espacio intermedio y ambiguo que articula yo - no yo, impidiendo tanto la pérdida del objeto como el riesgo de fusión con él. Espacio transicional que permite la integración dinámica evitando las integraciones defensivas (del paciente y también del analista).

Este es el punto quizá más polémico y sorprendente del postulado winnicottiano. Un análisis que se juega entre un encuadre y una interpretación como fondo y figura, y donde en ciertos momentos del análisis se trabajará desde los movimientos del encuadre porque el paciente está en una regresión a la dependencia y en una transferencia psicótica y en otros momentos se trabajará con la interpretación porque el paciente está en una transferencia neurótica, con un self integrado, y se pueden elaborar los contenidos psíquicos. El analista, por momentos, funciona como holding, como parte del ambiente, y en otros momentos se destaca como objeto, objetivable por el paciente, y desde ese lugar puede interpretar.

Para que la interpretación pueda ser utilizada, debe ser enunciada dentro del área de juego compartido. Si esto no sucede sólo produce confusión y acatamiento. Cuando la interpretación se hace antes de que el paciente pueda acercarse a ella, se instauran la sugestión y el adoctrinamiento, con la detención del proceso terapéutico.

D. W. Winnicott sostiene que con la creciente confianza del paciente y la evolución de la transferencia, éste llega naturalmente a la comprensión de sus vivencias, con escasa necesidad de interpretaciones. En ese sentido cree que la interpretación puede a veces generar la ruptura del proceso natural de elaboración.

Así podemos definir al análisis como un juego formado por el conjunto de fondo y figura, en donde el analista jugaría entre su función holding, (dejándose usar como objeto subjetivo) y su función objeto, como una figura que se destaca sobre el fondo del encuadre; y alternando ambas funciones según las necesidades del paciente.

En "Vivir creativamente" Winnicott afirma: "cuando criamos niños o iniciamos a un bebé en la senda que lo llevará a convertirse en un individuo creativo en un mundo de hechos reales, tenemos que ser no creativos, sumisos y capaces de adaptarnos; pero en general superamos el trance y descubrimos que esto no nos destruye ya que nos identificamos con esas nuevas personas que nos necesitan para poder llegar a disfrutar, también ellas, de una vida creativa" 8.

Sorprendente desafío, tan paradójico como todo Winnicott: un analista permitiéndose jugar sin estar demasiado integrado para poder ser creativo y a la vez renunciando a su omnipotencia, brillantez y creatividad para dejarle al paciente la alegría y la sorpresa de encontrarse a sí mismo. Sólo en presencia del otro.

Hacia la salud

¿Cómo describe Winnicott el proceso terapéutico?

Dirá que dentro del encuadre adecuado se desarrolla habitualmente una secuencia:

La provisión ambiental que inspira confianza, permite la regresión a la dependencia, acompañada de una sensación de riesgo.

Al producirse el descongelamiento del fracaso ambiental original, el yo más fuerte puede sentir y expresar la ira y el dolor.

A partir de allí se realiza el descubrimiento del ser verdadero con la posibilidad de nuevas integraciones de los aspectos escindidos.

El yo se fortalece y se integra, las defensas se aflojan y se hacen más específicas, la vivencia de encierro en la enfermedad comienza a disolverse.

Se inicia así la evolución hacia la independencia con la aparición de necesidades y deseos con posibilidad de expresarse y realizarse.

Finalmente, es a través del juego, experiencia en terreno seguro, con la presencia continua y la confiabilidad del objeto que surgirán las capacidades: el uso del objeto, la capacidad de preocuparse por el otro, la capacidad de estar a solas.

También la relación del yo, la creatividad, la apertura del espacio transicional. El crecimiento del mundo interno y la relación con el espacio cultural. La integración de lo psicosomático, de la mente con la psique, de los elementos masculinos y femeninos. El ciclo benigno con relación a la confianza en el otro, y la propia capacidad de reparación.

A lo largo de la obra de Winnicott se va diseñando el modelo del individuo como un potencial dinámico que tiende a la integración. Paradójicamente, la salud implicará la posibilidad de preservar lo virtual sin consolidaciones definitivas.

El tema de verdadero y falso self, de núcleos esquizoides, de los elementos masculino y femenino puros, son los modos en que Winnicott habla de un mecanismo fundamental: la escisión. La mayor parte de su técnica apunta a integrar lo escindido: psique soma y mente psique. Pero también nos advierte sobre las integraciones defensivas.

Por eso hablará del vivir integrado, sin escisiones patológicas. De habitar el propio cuerpo y el propio ser. Pero también de la posibilidad de regresar a estados de menor integración en busca de las fuentes de la espontaneidad y la creatividad. La cura implicaría entonces favorecer una integración de la subjetividad no reactiva ni defensiva.

La variedad de las experiencias transicionales, tanto en el campo personal como en el cultural derivan de una organización que no requiere de defensas patológicas. Estar sano implicará también la capacidad de jugar y el humor.

El adulto sano será capaz de establecer diferentes calidades de relaciones afectivas, y a su vez de relacionarse con su fantasía y sus objetos internos.

La riqueza de las relaciones con el mundo externo y la aptitud para la intimidad, la relación consigo mismo y con los otros, caracterizan a la persona capaz de mantenerse conectada con el mundo interno y el externo.

De aquí deriva también la posibilidad de gozar de la soledad en compañía de objetos internos y externos, sin dependencia patológica y sin replegamiento.

La oportunidad para el despliegue del verdadero self, lo que da origen al sentimiento de sí, al sentirse real. La posibilidad de un hacer derivado del ser, y este hacer es el que permite el crecimiento del ser. Aquí vemos la articulación entre lo que el individuo hace y lo que es. Los logros originados desde el verdadero self son experiencias que enriquecen al self. El hacer compulsivo, en cambio, como forma de huida de sí mismo, no aporta nada al crecimiento de la persona y alimenta el sentimiento de irrealidad.

También el tema de la agresividad, central para Winnicott en el desarrollo del self, responde a un enfoque totalmente original.

Dirá que el control es, en la medida en que surge de una necesidad interna del sujeto y no de una imposición represiva, fuente de una calidad particular de placer, el que deriva del desarrollo de las propias habilidades y de la "relación del yo" con los objetos. El autocontrol comienza a resultar placentero por los beneficios que aporta; la destreza en todos sus campos: físico, intelectual y artístico.

Así se desarrollan el mundo interno y la capacidad de autocontener los impulsos y las fantasías. Esto irá acompañado de un incremento de la fortaleza del yo y de la autoestima.

A partir de allí el individuo será capaz de preservar a los objetos amados de su propia destructividad y de llevar a cabo acciones constructivas.

Hablará de la autonomía y la libertad, acompañadas del sentimiento de responsabilidad por los propios impulsos amorosos y agresivos y por la confianza en la capacidad de aportar algo al mundo que lo rodea.

Hablará también de la capacidad de hacerse cargo de sus pensamientos, actos y decisiones, de reconocer sus logros y de aceptar las consecuencias de sus errores y fracasos, sin necesidad de proyectar en otros sus aspectos idealizados o desvalorizados.

Dirá que varias son las formas patológicas posibles de la agresividad, desde la inhibición neurótica hasta la psicopatía.

Pero un destino es esencial, y hace tanto al desarrollo del individuo como al de la civilización: la capacidad de construir, heredera del impulso destructor. El uso de la agresión libidinal que no se vuelve contra sí mismo ni destruye al otro, que no es melancólica ni paranoide, que se expresa con plena conciencia de su necesidad de ser utilizada, sin culpa ni miedo, también sin rabia ni rencor: "sin morirse ni vengarse".

Si lo traumático implica una ruptura en la continuidad existencial, sólo la elaboración adecuada de los traumas dará lugar a las vivencias de unidad y de realidad que persisten a través del tiempo y los sucesivos cambios.

A través de las diferentes etapas de la vida, mantener los lazos con el pasado y el futuro enriquecen las relaciones con el mundo externo y consigo mismo y caracterizan a la persona capaz de crear y aprender. También la conciencia de seguir existiendo como individuo único y original. Esto remite a la experiencia de la continuidad existencial. En el adulto esto no significa evitar las crisis o los cambios, sino la posibilidad de elaborarlas en forma transicional, restableciendo los puentes que le dan continuidad a su vida.

Notas

* Artículo presentado en el VI Encuentro Latinoamericano sobre el Pensamiento de D.W. Winnicott: "Confrontaciones". Bs. As. Noviembre de 1997 y en San Pablo. Marzo de 1998

** Parera 62, 7mo. 21 (1014) Buenos Aires, Argentina.

3 D.W.Winnicott: "El hogar, nuestro punto de partida" (capítulo 10) Ed. Paidós, Buenos Aires, 1996

4 D.W.Winnicott: "El hogar, nuestro punto de partida" (capítulo 10) Ed. Paidós, Buenos Aires, 1996

5 J.B.Pontalis, en "Donald W. Winnicott", Ed. Trieb, 1978

6 O.Mannonni, en "Donald.W.Winnicott", Ed. Trieb, 1978

7 D.W.Winnicott: "Escritos de pediatría y psicoanálisis"(parte 3, capítulo 13), Ed. Lumen, Buenos Aires, 1958

8 D.W.Winnicott: "El hogar, nuestro punto de partida" (capítulo 3). Ed. Paidós, Buenos Aires, 1996

 

BIBLIOGRAFIA:

Abadi Sonia:

Davis y Wallbridge:

Duvignaud, Jean:

Freud Sigmund:

Green, A.:

Kaes, Anzieu y otros:

Mc Dougall, Joyce:

Newman, Alexander

Winnicott, Donald:


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