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Seminario
Duelo y deseo del analista

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Dictado por : Michel Sauval


El encuentro
(Fragmento de "Un grano de poesía", artículo publicado en
el
primer número de la revista Relatos de la Clínica)

Michel Sauval

Como dijimos, esto implicaría que el "(re)encuentro del que se trata" ha sido explicitado fuera de la referencia.

Ocurre que esto podría leerse perfectamente así, pues nuestra referencia es antecedida por lo siguiente:

Ici nous débouchons sur le problème qui est le même sur lequel je vous ai laissé la dernière année a propos du congrès de Royaumont.

Ce désir du sujet, en tant que désir du désir, il ouvre sur la coupure, sur l’être pur, ici manifesté sous sa forme de manque. Ce désir du désir de l’Autre, c’est à la fin de compte ¿auquel désir qu’il va s’affronter dans l’analyse si ce n’est au désir de l’analyste ? C’est précisément ce pour quoi il est tellement nécessaire que nous maintenions devant nous cette dimension sur la fonction du désir.

Aquí desembocamos sobre el problema que es el mismo sobre el cual los dejé el año pasado a propósito del congreso de Royaumont.

Este deseo del sujeto, en tanto deseo de deseo, abre sobre el corte, sobre el ser puro, aquí manifestado bajo su forma de falta. Este deseo de deseo del Otro, es al fin de cuentas .. ¿a qué deseo va a afrontarse en el análisis si no es al deseo del analista?. Es precisamente por lo que es tan necesario que mantengamos ante nosotros esta dimensión de la función del deseo.

El término a subrayar aquí es "afrontar", puesto que el mismo implica un "encuentro" (justamente con esos sentidos de fortuito y de confrontación).

¿Qué es lo que "afronta" y con qué se "afronta"?

Aquí vamos a tener que realizar un rodeo un poco largo.

3.1 - El problema de Royaumont

Esta sesión del 1° de julio de 1959 es la primera vez que Lacan introduce en su seminario la referencia "deseo del analista".

Esta noción es muy problemática en psicoanálisis, no-solo como noción en sí, sino, y principalmente, por los usos que se hacen de la misma (en particular desde las grandes instituciones lacanianas) con relación al problema de la "calificación" de los analistas.

Pero nuestro análisis nos obliga a repasar, aunque sea mínimamente, como se plantea este "encuentro", este " afrontamiento", entre el deseo del sujeto y el deseo del analista, es decir, a repasar como se plantean, en ese momento en la enseñanza de Lacan las nociones de "deseo del Otro" y de "deseo del analista".

Como vemos, señala que este es el mismo problema que se le planteó, un año antes, en el congreso de Royaumont, de cuya exposición resultó el escrito "Dirección de la cura y los principios de su poder" (primer texto, a su vez, en los Escritos, donde aparece una referencia al "deseo del analista")

Sería interesante, entonces, realizar, en algún otro momento, una relectura de ese texto, a partir de las dos frases (de ese texto 7) que incluyen la referencia al deseo del analista:

Aún cuando no es el objetivo de este trabajo realizar esa tarea, quisiera reseñar algunos párrafos y fragmentos que nos permitan precisar este "problema" planteado por Lacan al comienzo de nuestra referencia del seminario VI.

En ese sentido, cabe señalar que el eje que recorre todo este texto está indicado en el mismo título, pero no solo en su primera, y también mas conocida, parte ("la dirección de la cura"), sino principalmente en la segunda parte: "los principios de su poder".

Una primera cita al respecto (en todas las citas que siguen, en este punto, coloco entre paréntesis, cada vez que me ha parecido pertinente, por los problemas de traducción implicados, los respectivos términos en francés):

"Queremos dar a entender que es en la medida de los callejones sin salida encontrados (impasses éprouvées) para captar (à saisir) su acción en su autenticidad que tanto los investigadores como los grupos, llegan a forzarla en el sentido del ejercicio de un poder.

Este poder lo sustituyen a la relación con el ser donde esta acción tiene lugar (prend place), haciendo decaer (déchoir) sus medios, a saber, los de la palabra, de su eminencia verídica." 11

La crítica de Lacan a los posfreudianos ha abundado en la demostración de los forzamientos hacia el ejercicio de un poder en que los mismos caen. Mas adelante, cuando analicemos la primera parte (la negativa) de nuestra referencia del seminario VI, veremos que actualizaciones podemos hacer respecto de los "postlacanianos", pues la crítica de ciertos forzamientos no nos exime de caer en otros. El punto sigue siendo entender en qué consiste la "autenticidad" de la "acción" planteada y qué relación tiene la misma con el "ser".

El problema puede articularse en torno a los componentes de la "cuota-parte" que el analista debe aportar a los "fondos de la empresa común" del análisis:

Estos puntos ordenan la primera parte del texto de Lacan según tres ítem: las cuestiones de la interpretación, del manejo de la transferencia, y del nivel de la acción del analista.

Respecto de la primera Lacan nos recuerda, en contraposición con los planteos posfreudianos sobre "técnicas" de la interpretación, que "es en una dirección de la cura que se ordena, como acabo de demostrarlo, según un proceso que va de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, hasta el desarrollo de la transferencia, y luego a la interpretación, donde se sitúa el horizonte en el que se entregaron a Freud los descubrimientos fundamentales, sobre lo cuales vivimos todavía en lo referente a la dinámica y a la estructura de la neurosis obsesiva. Nada más, pero también nada menos.

Queda planteada ahora la cuestión de saber si no es por invertir ese orden por lo que hemos perdido ese horizonte". 14

Respecto del segundo punto, Lacan ordena las teorías posfreudianas en tres grupos: el genetismo (acento puesto en el análisis de las defensas, a partir de la asociación de los fenómenos analíticos con los "momentos del desarrollo"), la relación de objeto ("el amalgama de todos los defectos de la relación de objeto para mostrar los motivos de la dependencia casi extrema que resulta de ello para el sujeto"; el acento puesto en la cuestión de la "distancia"), la noción de introjección intersubjetiva ("introjección en Ferenczi, identificación al superyo del analista en Strachey, trance narsicístico terminal en Balint")

El ítem que nos convoca principalmente es el tercero, es decir, el del nivel de la acción analítica, que se articula en torno a la problemática del ser, para el caso, del ser del analista 15: "Es sin duda en la relación con el ser que el analista debe tomar su nivel operatorio" 16

Para que ese nivel operatorio sea alcanzado, es decir, para que la acción alcance "el corazón del ser", el analista "debe pagar con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo".

¿Cuál es ese "juicio más íntimo"? ¿Qué es lo "esencial" del mismo?

Todas las teorías psicoanalíticas han abordado la cuestión de la naturaleza y nivel de la acción del anali sta y todas ellas plantean, de un modo u otro, tanto lo que constituiría el eje del "compromiso" del analista con su "paciente", como los criterios para ordenar el juicio del primero respecto de los problemas planteados en la cura.

Por ejemplo, muchos kleinianos, a partir de algunas referencias de Freud 17, han desarrollado la noción de una "comunicación de inconsciente a inconsciente" 18, y desde esa concepción ordenan la posición del analista y la dirección de la cura. La "ego psychology", en cambio, ha planteado como fundamento el pacto entre el yo (sano) del analista y el del paciente (su área sin conflictos).

Todo el texto de "Dirección de la cura y los principios de su poder" es una crítica sistemática de estas diferentes concepciones de la cura analítica (y también una recopilación muy exhaustiva de las diferentes orientaciones planteadas por los posfreudianos).

Ahora bien, el desplazamiento que introduce Lacan, al respecto, es absolutamente novedoso, pues lo que ubicará como articulador de la cura es el deseo del analista: "Está por formularse una ética que integre las conquistas freudianas sobre el deseo: para poner en su punta (cúspide) la cuestión del deseo del analista" 19.

Evidentemente Lacan no llega a este punto por azar, sino como consecuencia lógica del lugar asignado al deseo en psicoanálisis 20.

Para ese entonces Lacan ya ha definido el deseo como "deseo de deseo del Otro", fórmula que será canónica a lo largo de toda su enseñanza, pero que arrastra matices y diferencias según el momento de la misma. Son justamente estos matices los que convendría precisar pues es a partir de ellos que podremos delimitar tanto el salto dado como los obstáculos o dificultades encontradas.

En este caso, las referencias que podríamos seleccionar son las siguientes:

Para un análisis detallado del tercer párrafo, remitimos al excelente comentario de "La significación del falo" realizada por D. Rabinovich, publicado en la editorial Manantial.

Respecto del primer párrafo (para el cual corresponde en primer término remitirse a "La instancia de la letra..." y las leyes del significante), cabría agregar la articulación de la falta en ser propia de la estructura de la metonimia con la cuestión del falo: " es preciso que el hombre, masculino o femenino, acepte tenerlo y no tenerlo [al falo], a partir del descubrimiento de que no lo es" 24.

Pero el párrafo que aquí nos interesa es básicamente el segundo. Esto porque algunos de los problemas que se plantean surgen de la articulación (contradicciones) del deseo como deseo del Otro con las nociones de palabra plena, intersubjetividad, y deseo de reconocimiento, planteadas en los comienzos de su enseñanza y que aún se encuentran con cierta vigencia en esta época.

"El deseo, por mas que se transparente siempre como se ve aquí en la demanda, no por ello deja de estar mas allá. Está también mas acá de otra demanda en que el sujeto, repercutiéndose en el lugar del otro, no borraría tanto su dependencia por un acuerdo de rebote, como fijaría el ser mismo que viene a proponer allí.

Esto quiere decir que [es] sólo de una palabra que levantase la marca que el sujeto recibe de su expresión (propos) [que] podría recibirse la absolución que lo devolvería a su deseo.

Pero ese deseo no es otra cosa que la imposibilidad de esa palabra, que al responder a la primera no puede sino redoblar su marca consumando esa escisión (spaltung) que el sujeto sufre por no ser sujeto sino en cuanto habla" 25.

Imposibilidad reiterada por Lacan en el punto de resumen final de este texto:

"Puesto que no se pone ningún obstáculo a la confesión del deseo, es hacia eso hacia donde el sujeto es dirigido e incluso canalizado

Que la resistencia a esa confesión, en último análisis, no puede consistir aquí en nada sino en la incompatibilidad del deseo con la palabra" 26.

No hay palabra última con que el analista pueda responder.

¿Hasta que punto debe conducirse, entonces, al analizante?

"Quien no sabe llevar sus análisis didácticos hasta ese viraje donde se manifiesta con temblor que todas las demandas que se han articulado en el análisis, y más que ninguna otra aquella que estuvo en su comienzo, la de convertirse en analista, y que llega entonces a su plazo (échéance), no eran sino transferencias destinadas a mantener en su lugar un deseo inestable o dudoso en su problemática - ése no sabe nada de lo que se necesita obtener del sujeto para que pueda asegurar la dirección de un análisis, o tan sólo hacer en él una interpretación con conocimiento de causa (à bon escient)" 27.

"¿A qué silencio debe obligarse ahora el analista para sacar (despejar - dégager) por encima de ese pantano el dedo levantado del 'San Juan' de Leonardo, para que la interpretación recobre el horizonte deshabitado del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva?" 28

Es por eso que se plantea la tarea de interrogar "lo que ha de ser del analista (del "ser" del analista), en cuanto a su propio deseo" 29.

En síntesis, lo que debe precisarse con claridad son las nociones del deseo del Otro, del deseo del analista, y la articulación entre ambos.

3.2 - La dialéctica del deseo

La sesión del 1° de julio de 1959 que cierra el seminario VI, retoma muchas de las críticas desarrolladas en "Dirección de la cura": "Es sobre la cuestión del lugar del deseo en la economía de la experiencia analítica que he permanecido, sin moverme de ahí, porque pienso que es de ahí que debe partir toda interpretación particular de cualquier deseo" 30.

A lo largo del seminario Lacan se ha dedicado a analizar "el punto en que está la cogitación analítica concerniente a lo que constituye lo esencial del progreso aplicado por la experiencia", verificando la constancia de una serie de elementos que pueden resumirse bajo la denominación de "relación de objeto".

Esta relación es la que domina la concepción que los analistas se hacen del progreso del análisis. Desde esa perspectiva ellos toman sus referencias, ordenando las particularidades de la posición del analizante en términos de una apreciación de su aprehensión del objeto y las deficiencias que presentaría la misma respecto de alguna norma presupuesta.

Así, "luego de haber elaborado largamente, con el sujeto, las insuficiencias de su aprehensión afectiva en cuanto al otro", vemos esa "articulación esencialmente moralizante de la observación, caer, de alguna manera bruscamente, en una especie de etapa inferior, y encontrar el último término de referencia en una serie de identificaciones extremadamente primitivas", identificaciones que dejan en una ambigüedad profunda la noción misma de subjetividad.

La terapéutica, entonces, se presenta como un reacomodamiento de esas identificaciones en el curso de una experiencia que toma su principio en una referencia a la "realidad", realidad supuesta por el analista, es decir, ordenada por la normativa de los ideales del analista.

En síntesis, una acción, mas o menos sutilmente, sugestiva.

De ahí la importancia fundamental de volver a poner en su lugar la función del deseo.

El modo en que Lacan aborda el problema consiste en subordinar toda la temática de la relación de objeto al lugar del falo en tanto significante del deseo: "Si hay algo que falo signifique - quiero decir, él, en la posición de significante - es justamente esto: el deseo del deseo del Otro. Y es por eso que va a tomar su lugar privilegiado al nivel del objeto" 31.

Aquí ya se empiezan a plantear una serie de problemas, y Lacan mismo debe señalar, inmediatamente, que lo que está en juego no se reduce a la cuestión remanida del falocentrismo. Lo que aquí se van planteando son las relaciones entre el falo y el objeto a.

Una lectura minuciosa de este seminario es requerida para poder ordenar estos términos.

Varios párrafos de la sesión del 7 de enero del mismo año, permiten presentarlos del siguiente modo: el falo como significante del deseo y el objeto a como objeto del deseo 32.

En esta sesión, algunas aparentes confusiones vuelven a presentarse, como por ejemplo: "el objeto del deseo (...) es el significante del deseo de deseo. El objeto como tal, el objeto a, (...) es como tal el deseo del Otro" 33 (subrayado mío).

Es aquí también donde vuelve a presentarse la cuestión del "reconocimiento": "El deseo no tiene otro objeto que el significante de su reconocimiento. Y es en ese sentido que nos permite concebir lo que ocurre, aquello sobre lo cual nos engañamos (nous sommes nous mêmes les dupes) cuando nos percatamos que, en esa relación sujeto-objeto, al nivel del deseo, el sujeto pasó del otro lado, pasó al nivel del a, en tanto que, en este último término, él mismo no es mas que el significante de ese reconocimiento, no es mas que el significante del deseo".

El deseo como deseo de reconocimiento era lo que Lacan oponía, en tanto relación simbólica entre el sujeto y el Otro (que también era sujeto), a la relación imaginaria, en su esquema L.

Los vuelcos en la enseñanza de Lacan respecto del Ideal del yo y la demanda, a partir del seminario IV ( "Las relaciones de objeto"), cuestionaron este carácter subjetivo del Otro, planteándolo como objeto, en primera instancia como objeto de amor (el Otro simbólico como agente de la frustración). Esta dimensión de objeto es confirmada al plantear al Otro como barrado, es decir, como deseante (pero no sujeto), opuesto al Otro sin barrar de la demanda de amor.

Es esta condición de no sujeto lo que plantea la imposibilidad estructural del reconocimiento intersubjetivo, tal como lo señala Lacan en "Dirección de la cura" al plantear que el deseo es "la imposibilidad de esa palabra ". Por eso, "hacer que se [el sujeto] vuelva a encontrar en él [en el flujo significante] como deseante es lo inverso de hacerse reconocer allí como sujeto" 34.

En el párrafo previamente trascripto está claramente planteada la dimensión de objeto del sujeto, al nivel del deseo. Lacan señala que lo que importa, precisamente, es conservar la oposición a partir de la cual este intercambio (entre las posiciones de sujeto y objeto) se opera, "a saber, el agrupamiento $ en frente de a", esa relación del sujeto con un significante que es "el significante del ser al que es confrontado el sujeto en tanto que dicho ser está, él mismo, marcado por el significante. Es decir que el a, el objeto del deseo, en su naturaleza, es un residuo, un resto. Es el residuo que deja el ser al cual el sujeto parlante es confrontado como tal en toda demanda posible. Y es por ahí que el objeto alcanza (rejoint) lo real".

Agreguemos estos dos párrafos mas para precisar cómo entiende Lacan lo real en ese momento, y como se articula esto con el deseo del Otro:

"Lo real se presenta justamente como lo que resiste a la demanda, lo que llamaré lo inexorable. El objeto del deseo es lo inexorable como tal, y si se reúne (rejoint) con lo real (...) es bajo esta forma que mejor lo encarna, a este inexorable, esta forma de lo real que se presenta en esto, que retorna siempre en el mismo lugar".

"El objeto del deseo se define (est à définir) fundamentalmente (foncièrement) como significante (...) El deseo, si es el deseo del deseo del Otro, se abre sobre el enigma de lo que es el deseo del Otro como tal. El deseo del Otro, como tal, está articulado y estructurado fundamentalmente ( foncièrement) en la relación del sujeto a la palabra, es decir, en la desconexión de todo lo que está, en el sujeto, vitalmente enraizado. Este deseo es el punto central, el punto pivote de toda la economía con la que tenemos que hacer (à laquelle nous avons a faire) en el análisis. Si no mostramos su función seremos llevados necesariamente a no encontrar otra referencia mas que en lo que es simbolizado efectivamente bajo el término de realidad" 35 (subrayado mío).

En otros términos, en esta oposición entre la "realidad" y lo real, la guía es el deseo del Otro.

Puesto que no hay palabra última para el deseo (en cuyo caso contrario, sí, el análisis podría ser o un ethos o un epos) 36, puesto que el deseo es deseo de deseo, el articulador de la cura solo puede ser otro deseo: "Este deseo del sujeto, en tanto deseo de deseo, abre sobre el corte, sobre el ser puro, aquí manifestado bajo su forma de falta. Este deseo de deseo del Otro, ¿a qué deseo, al fin de cuentas, va a afrontarse en el análisis, si no es al deseo del analista?" 37 (subrayado mío)

La función del analista, en ese sentido, mas precisamente, su "presencia", no puede reducirse a la no-respuesta (en efecto, este también podría pensarse como un criterio para la dirección de la cura) de las demandas a las que se ofrece como soporte. Es aquí donde el analista debe "pagar con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo". Pues "ese deseo del Otro que es para nosotros el deseo del sujeto, debemos guiarlo, no hacia nuestro deseo, sino hacia (un) Otro".

El analista debe poner en juego su propio deseo, pero evidentemente no puede ser del mismo modo que el analizante. El deseo del analista debe operar como deseo del Otro, de ese Otro particular del analizante: "Nuestro deseo debe limitarse a ese vacío, a ese lugar que dejamos al deseo para que él se sitúe" (subrayado mío).

Esta es una formulación muy similar a la que encontramos también en el seminario VIII (La transferencia): "las coordenadas que el analista debe ser capaz de alcanzar para simplemente ocupar el lugar que es el suyo, el cual se define como el lugar que él debe ofrecer vacante al deseo del paciente para que se realice como deseo del Otro" 38.

Como ya dijo alguien, esto es más fácil de decir que de hacer.

El modelo de esta intervención, a la altura del seminario VI, es el corte, para el caso, el corte de la sesión, "que es sin duda el modo más eficaz de la intervención y de la interpretación analítica.

Y es por lo que es una de las cosas sobre las que más deberíamos insistir".

Pero resulta que "en ese corte hay algo, esa misma cosa que hemos aprendido a reconocer bajo la forma de ese objeto fálico latente a toda relación de demanda, como significante del deseo" (subrayado mío).

¿Está aquí el elemento que nos daría la clave de lo que pondría un punto de detención en la dialéctica de estos deseos?

3.3 – Un grano de poesía

No en vano, este seminario desemboca sobre el seminario de la ética y la cuestión del goce.

Y para el pasaje de uno a otro, Lacan propone la "contrepèterie" 39 de Désiré Viardot: "la femme a dans sa peau un grain de fantaisie" (la mujer tiene en su piel un grano de fantasía).

Para Lacan, este "grano de fantasía" es el que "modula y modela las relaciones del sujeto a aquél a quien él demanda, sea el que sea".

"Aquí, no es solo de la mujer de quien debe anhelarse ese grano de fantasía o ese grano de poesía, sino del análisis mismo" (subrayado mío).

El "grano de poesía" es el que resulta de la "contrepèterie": "la femme a dans sa peau un grain de fantaisie", que da, entonces, "la femme a dans sa fant un grain de peauaisie" que es homofónico a "la femme a dans sa fente un grain de poésie" (la mujer tiene en su hendidura un grano de poesía).

Podríamos entonces concluir este largo rodeo con esta referencia, que resume las relaciones entre el objeto y el falo: "El objeto adquiere su función en el fantasma a partir de la privación simbólica del falo. Es decir, allí donde está afectado en su ser mismo, en lo real, por el agujero, pues ningún significante en el inconsciente, en el Otro, lo designa. El objeto a asume el lugar del falo, en tanto aquello de lo que el sujeto está privado simbólicamente. Con relación a la privación del ser, el objeto a, imaginario, articulado con el i(a), condensa sobre sí la dimensión del ser, llega a constituir ese "verdadero señuelo del ser". En el punto de privación del sujeto de su ser vivo, ligado a un significante privilegiado, un objeto deviene, para él, objeto de deseo" 40.

Sería necesario seguir precisando cómo se articula con esto el deseo del analista (tómeselo como una propuesta de trabajo que debería recorrer todas las otras referencias donde Lacan aborda la noción de "deseo del analista").

Pero con este rodeo ya estamos en condiciones de retornar a nuestro tema del "(re)encuentro del que se trata (,) en el relato".

Como vemos, ha sido válido y fructífero incluir la coma.

En ese caso un análisis podría compararse con un relato en la medida en que este sea el lugar de ese encuentro entre el deseo del sujeto (deseo de deseo del Otro) y el deseo del Otro (del Otro particular con relación al cual el sujeto se ha constituido como deseante) cuya función de lugarteniente es sostenida, en el análisis, por el deseo del analista.

 

Anexos

Notas

(7) Se encontrará una tercera referencia al "deseo del analista", en los escritos, con el texto "Del ‘Trieb’ de Freud y del deseo del psicoanalista", en particular, hacia el final: "es el deseo del analista que, en último término, opera en un análisis", Ed. Seuil, pag. 854

(8) En la versión al español de la decimocuarta edición de Siglo XXI, en lugar de la palabra "punta" figura "cúspide". El término francés es "pointe". Por lo tanto, puede agregarse esta nota a las 1236 correcciones que ya ha hecho Marcelo Pasternac

(9) Escritos II, pág. 595; Ecrits, pág. 615

(10) Escritos II, pág. 622; Ecrits, pag. 642

(11) Escritos II, pág. 592; Ecrits, pag 612

(12) Extraña traducción de "quoi qu' il en ait" (subrayado mío), lo que literalmente debería traducirse como "sea lo que tenga"

(13) Escritos II, pág. 567; Ecrits, pag. 587

(14) Escritos II, pág. 578; Ecrits, pag. 598

(15) Lacan parte de la siguiente referencia: "La psychanalyse d' aujourd' hui", Ed. PUF, en cuya página 135 se señala que "lo que importa ... no es tanto lo que el analista dice o hace como lo que es".

(!6) Escritos II, pág. 595; Ecrits, 615

(17) Por ejemplo, estas dos:

(18) Ver las críticas de Lacan al respecto, por ejemplo, en la sesión del 8 de marzo del 61 del seminario VIII, "La transferencia".

(19) Escritos II, pág. 595; Ecrits, pág. 615

(20) Esto no significa que nunca antes se hubiera planteado el problema del deseo del analista. Un ejemplo de ello es la intervención de Marie Langer en el simposio organizado sobre el tema de los criterios de selección de los candidatos, en el XXII Congreso Internacional de la IPA (en Edimburgo). En la misma plantea que lo que habría que evaluar es el deseo que determinaría la vocación analítica, punto en que se diferencia de todas los demás planteos tendientes a evaluar capacidades o características (es decir, el ser). Para Langer, esta vocación no provendría tanto de una deseo de ayudar (wish to help) como de una necesidad de hacer eso (need to do so), necesidad que resultaría de una necesidad de "reparar ciertas partes del yo infantil, así como los objetos internos dañados".

Langer no plantea el problema en términos de fin del análisis sino de comienzo del análisis (vocación). Tampoco asocia el deseo del analista como articulador en la cura. Y en consecuencia todo se reduce a un juicio sobre la persona del analista (de hecho, se trata de criterios de amisión a una formación en una institución)

(21) Ecrits, pag. 623

(22) Escritos II, pág. 608; Ecrits, pag 628

(23) Escritos II, pág. 609; Ecrits, pag. 629

(24) Escritos II, pág. 622; Ecrits, pag. 642

(25) Escritos II, pág. 614; Ecrits, pag. 634

(26) Escritos II, pág. 621; Ecrits, pag. 641

(27) Escritos II, pag. 616; Ecrits, pag. 636

(28) Escritos II, pág. 621; Ecrits, pag.

(29) Escritos II, pág. 622; Ecrits, pag. 642

(30) Seminario VI, "El deseo y su interpretación", sesión del 1° de julio de 1959

(31) Idem

(32) "Puede realizarse entonces la siguiente puntualización:

  1. El significante fálico, significante del deseo como deseo del Otro, le brinda al objeto en el fantasma su función privilegiada.
  2. El falo imaginario (-j ) es el operador de la castración y, en cuanto tal, representa al sujeto en su falta en ser, permitiendo que se sitúe el a imaginario.
  3. El objeto a se define como sosteniendo la relación del sujeto con lo que éste no es, en la medida en que no es el falo, cuando surge como (-F ).
  4. Los significantes de la demanda, orales, anales, etc., también constituyen una forma del objeto, que no debe confundirse con el funcionamiento del objeto en el fantasma, sino que son pertinentes al campo definido por la fórmula de la pulsión ($<>D), donde funcionan como significantes, no como objetos imaginarios. En este sentido, el síntoma lleva la impronta de los significantes de la pulsión".

D. Rabinovich, "El concepto de objeto en la teoría psicoanalítica" I, Ed. Manantial, pág. 179

(33) Seminario VI, "El deseo y su interpretación", sesión del 1° de julio de 1959

(34) Escritos II, pág. 603; Ecrits, pag. 623, "le faire s' y retrouver"

(35) Seminario VI, "El deseo y su interpretación", sesión del 1° de julio de 1959

(36) Lacan, Seminario VI, "El deseo y su interpretación", sesión del 1° de julio 1959. Para esta y las subsiguientes referencias de este punto, ver la traducción del anexo 1 de este trabajo.

(37) Idem.

(38) Seminario VIII, La transferencia, sesión del 11 de enero de 1961, Ed. Seuil, pág. 128

(39) Ver en el anexo II la definición de "contrepetrie" y otras referencias.

(40) D. Rabinovich, "El concepto de objeto en la teoría psicoanalítica" I, Ed. Manantial, pág. 178


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